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Dos años de pandemia en el mercado de trabajo español
Aún es una incógnita si la pandemia y las respuestas políticas servirán de punto de inflexión hacia un modelo distinto en España, más similar al europeo, con mayor protagonismo del empleo público esencial
Marzo de 2020 supuso una imprevisible ruptura del ciclo económico en el que España había logrado por fin entrar en 2014, tras la Gran Recesión (2008-2013). La fase de expansión iniciada en aquella fecha, con tasas anuales de crecimiento del producto interior bruto (PIB) entorno al 2,5%, queda paralizada por la llegada de la pandemia de covid-19. Los datos para el país muestran una caída interanual del 4,3% en el primer trimestre de 2020, que se precipita hasta un -21,5% en el segundo trimestre, mostrando el claro impacto de los inevitables confinamientos para frenar los contagios. Sin embargo, en esta crisis, la caída del empleo y el aumento del paro quedan amortiguados por ciertos elementos de protección, ofreciendo una foto muy diferente de la mostrada en la anterior Gran Recesión.
En términos de empleo, midiendo la evolución del número de personas empleadas, la variación interanual indica una reducción entre el segundo trimestre de 2020 y el primero de 2021 (-7,5%, -4,9, -4,4 y -2,3) muy inferior al derrumbe del PIB y de las horas de trabajo en el mismo periodo. Una foto que dista de la mostrada por estas mismas variables en la anterior Gran Recesión, cuyo rasgo principal fue una pérdida de empleo más profunda en comparación con las horas de trabajo y el PIB.
Además de su favorable impacto sobre el mercado laboral, estas respuestas han contribuido a que el balance de los dos años arroje cifras positivas en cuanto al mayor peso de los sectores de más elevado contenido tecnológico y de conocimiento en la estructura del empleo del país. No obstante, habrá que esperar para ver si se trata de un fenómeno puntual, vinculado a la crisis y al cambio circunstancial en la estructura productiva por las necesidades temporales, o cabe preguntarse si la pandemia servirá de punto de inflexión hacia un modelo distinto, más similar al europeo, donde tomen mayor protagonismo el empleo público esencial y las ocupaciones de mayor nivel de conocimiento y tecnológico. En este sentido, el Plan de Transformación, Recuperación Y Resiliencia y su implementación en el país, podría acompañar hacia esta orientación.
Sin embargo, por otro lado, contemplando el balance desde la óptica de los no protegidos por estos tres mecanismos (considerados aquí como 'outsiders'), se observa la existencia de tasas de desempleo más elevadas entre quienes poseen niveles educativos inferiores, y son más vulnerables ante los 'shocks' que afectan al mercado laboral (caso de personas en desempleo de larga duración, jóvenes, mujeres…). Aquí, se plantea la necesidad de reforzar las políticas dirigidas a las personas que han estado desprotegidas en esta crisis de la pandemia.
El sostenimiento del empleo durante la pandemia
¿Qué ha motivado el sostenimiento del empleo y la contención del paro a lo largo de la pandemia? Caben destacar tres factores decisivos. Desde el ámbito público, los sectores y ocupaciones esenciales, vinculadas a sanidad, educación y gestión, entre otros. Segundo, también en el marco de las políticas públicas, los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), dando cobertura a las actividades que por las restricciones no han podido desarrollarse. Tercero, por parte del sector privado (y también de las Administraciones Públicas), la mayor contribución al sostenimiento del empleo se ha producido en actividades y ocupaciones con posibilidades de teletrabajo.
En un primer momento, la crisis se caracteriza por un choque de oferta ocasionado por los cierres de la actividad (presencial) no esencial. En cambio, al comienzo de 2020 la demanda potencial subsiste, aunque debido a las limitaciones solo fuese posible realizar determinados intercambios. En este sentido, algunos sectores de actividad quedan paralizados, mientras otros no sufren tal debacle. Ejemplos de este último caso, son el sector primario, que logra tasas positivas de variación del PIB a lo largo de 2020 (con un crecimiento medio del 4,3%), y en el sector servicios se salvan de las cifras negativas las actividades financieras y de seguros (crecen en el año un 6,1%) y las inmobiliarias (un 1,6%), así como los servicios de Administración Pública, educación y sanidad (a partir del tercer trimestre de 2020). En el otro extremo, se posicionan los sectores de comercio, transporte y hostelería (con un decrecimiento medio anual de 25,7%) y las actividades artísticas, recreativas y otros servicios (decrecen un 24,7%).
Observando las cifras de empleo, la situación es parcialmente diferente. La Contabilidad Nacional perfila un descenso anual del PIB del 10,8%, frente a uno del 7,6% en términos de empleo. Una situación que se manifiesta en industria, construcción y la mayor parte de los servicios (a excepción de los que crecen en actividad, mencionados arriba).
Desagregando las actividades económicas, se mantiene la ocupación en sectores públicos como sanidad, servicios sociales, educación, fuerzas de seguridad del Estado, y servicios de gestión (por ejemplo, Seguridad Social, Servicios Públicos de Empleo). Asimismo, subsisten otros servicios de mercado pertenecientes a sectores esenciales. Algunos de bajo contenido tecnológico (bienes y servicios básicos, como alimentación, o transporte), mientras otros poseen una mayor intensidad tecnológica (servicios profesionales y técnicos…).
El teletrabajo ha permitido sostener parte de los servicios intensivos en conocimiento, así como otros que requieren menor nivel de cualificación
Precisamente, el teletrabajo ha permitido sostener parte de los servicios intensivos en conocimiento, así como otros que requieren menor nivel de cualificación, pero con posibilidades de desarrollarse fuera del lugar de trabajo, en el propio domicilio.
Por último, y con mayor alcance, hay que destacar el paraguas de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), puestos a disposición de las empresas. Estos instrumentos han contribuido a sostener la demanda de consumo y el tejido empresarial, llegando a dar cobertura a casi 3,6 millones de personas, cerca del 20 por cien de las afiliadas a la Seguridad Social (datos de abril de 2020). Destaca el importante papel del Estado que, sumando empleo público y prestaciones por ERTE, llega a salvar más de un tercio del empleo del país en el peor momento de la pandemia.
El horizonte laboral inmediato
Del balance del mercado laboral realizado tras dos años de pandemia, se divisan algunas cuestiones que merecen una reflexión con la vista puesta en el escenario pospandemia. Siguiendo las argumentaciones expuestas.
En primer lugar, estos dos años han evidenciado la necesidad de invertir en actividades y empleos vinculados a sectores esenciales de naturaleza pública como sanidad, educación, servicios sociales y de gestión. En España, potenciar estos sectores quedará a la voluntad política de los Gobiernos, nacional y regionales, y de sus decisiones presupuestarias y fiscales, en el nuevo marco que apunte la Unión Europea en su previsible vuelta al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), tras la actual suspensión.
Una segunda reflexión se refiere al mantenimiento de los ERTE como vía preferente de ajuste de las empresas ante un choque económico. La flexibilidad interna que otorgan estos instrumentos ha permitido sostener el empleo (los salarios, el consumo y las empresas) de buena parte de sectores que por sus características no han podido operar (sectores no esenciales o afectados por restricciones y sin potencial de teletrabajo). El resultado en términos de empleo ha sido muy diferente del obtenido en la Gran Recesión, cuando la principal vía de ajuste fue la flexibilidad externa. No olvidemos, no obstante que tal instrumento puede generar efectos de desplazamiento de los parados de larga duración, al primar la continuidad en el empleo de los ya contratados.
La extensión de estos mecanismos, negociada en el espacio del diálogo social, les ha conferido un protagonismo hasta ahora desconocido en España. Su éxito ha conducido a incluir estas herramientas en la reforma laboral, acordada también en el diálogo social. La permanencia de los ERTE queda así regulada en el mercado de trabajo español, con la confianza de que sirvan de escudo y protección en crisis venideras, anteponiéndose a las medidas de flexibilidad externa habitualmente empleadas por las empresas hasta 2020.
También el Gobierno se ha visto empujado por la pandemia y el auge del teletrabajo a establecer una regulación sobre trabajo a distancia. Pero queda por descifrar si se producirá un cambio estructural en el uso del teletrabajo, tanto por parte de empresas y Administraciones Públicas, como de los mismos trabajadores, que permita aprovechar las ventajas que implica de cara a los retos futuros. Eurofound estima que una de cada cinco personas asalariadas en Europa continuaría teletrabajando en un escenario sin coronavirus. En España, según el CIS, algo más de tres cuartas partes considera que es una buena forma de organizar y realizar el trabajo, pero solo un 28,8 % cree que aumentará en el futuro. Existen, por tanto, dudas sobre la capacidad de la normativa desarrollada durante la pandemia para fomentar que el tejido empresarial mantenga el teletrabajo.
Los cambios sucedidos durante la pandemia implican una aceleración del proceso de digitalización de la actividad económica
En todo caso, los cambios sucedidos durante la pandemia implican en sí una aceleración del proceso de digitalización de la actividad económica y el empleo. Y como muestra el informe DESI de Comisión Europea, se espera un avance de este proceso de digitalización en España a diferentes niveles, propiciado por el Plan de Transformación, Recuperación y Resiliencia y su apoyo a la transición digital. Este mismo Plan deberá servir de impulso a la empleabilidad de 'outsiders' digitales. No hay que olvidar que el teletrabajo durante la pandemia ha servido de propulsor de la digitalización, pero su impacto no ha sido homogéneo en el mercado de trabajo.
Todo lo anterior deberá complementarse con el fortalecimiento de las políticas destinadas a las personas sin empleo. La implementación de recursos y medidas destinadas a evitar el deterioro de su empleabilidad deberá colocarse con urgencia en la agenda política, siguiendo también las indicaciones de la Comisión Europea, que hace hincapié en la necesidad de efectuar medidas de apoyo activo al empleo en los Estados miembros. Por ello, las políticas activas de empleo en España deberán reforzarse, mejorando las oportunidades de quienes están fuera del empleo, y con especial vigilancia para las personas con menor nivel de cualificación (buena parte jóvenes, mujeres y trabajadores de más edad), y con más necesidades de servicios de orientación, formación y programas de empleo. De nuevo, los fondos europeos encauzados a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, mediante el componente 23, suponen un marco financiero que permitirá trabajar en esta dirección.
Las previsiones en cuanto a la recuperación del empleo en Europa para diferentes escenarios señalaban una dinámica positiva en España, incluso en el peor de estos escenarios.
Aún es una incógnita si la pandemia y las respuestas políticas servirán de punto de inflexión hacia un modelo distinto en España, más similar al europeo, donde tomen mayor protagonismo el empleo público esencial y las ocupaciones y actividades de mayor nivel de conocimiento y más tecnológicas. De las reflexiones anteriores se vislumbra que los deberes involucran tanto a las Administraciones Públicas como a las empresas, que deberán saber aprovechar el papel esencial que va a jugar el Plan de Transformación, Recuperación y Resiliencia en el escenario poscovid.
Pero, finalmente, todo lo expuesto nos remite a tiempos anteriores a la cruel invasión de Ucrania por las tropas del Gobierno de Putin. Ahora toca releer tales previsiones sobre otro escenario más adverso y dramático.
*Santos M. Ruesga y Ana I. Viñas son miembros del Grupo SET-LASE de la Universidad Autónoma de Madrid.
Marzo de 2020 supuso una imprevisible ruptura del ciclo económico en el que España había logrado por fin entrar en 2014, tras la Gran Recesión (2008-2013). La fase de expansión iniciada en aquella fecha, con tasas anuales de crecimiento del producto interior bruto (PIB) entorno al 2,5%, queda paralizada por la llegada de la pandemia de covid-19. Los datos para el país muestran una caída interanual del 4,3% en el primer trimestre de 2020, que se precipita hasta un -21,5% en el segundo trimestre, mostrando el claro impacto de los inevitables confinamientos para frenar los contagios. Sin embargo, en esta crisis, la caída del empleo y el aumento del paro quedan amortiguados por ciertos elementos de protección, ofreciendo una foto muy diferente de la mostrada en la anterior Gran Recesión.
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