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José Almansa

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Participación ciudadana en la producción de energía

El cambio de modelo energético debe pasar por una máxima: cada ciudadano tiene derecho a producir la energía que consume

Foto: Foto: iStock.
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El mundo busca un nuevo modelo energético. Todos hablan de nuevas fuentes de producción energética. Pero nada va a funcionar si no cambiamos el modelo de contrato social entre la ciudadanía y el sistema de producción energética. Por eso debemos encontrar nuevas soluciones inesperadas.

En España, a finales del siglo XIX y principios del XX, la energía eléctrica no era tan accesible fuera de las ciudades. Así, los propios vecinos se organizaron como productores y distribuidores, constituyendo más de 2.000 cooperativas de energía.

Foto: Central eléctrica de biomasa en Kemi (Finlandia). (EFE)

En mi opinión, el cambio de modelo energético debe pasar por una máxima: cada ciudadano tiene derecho a producir la energía que consume. Es decir, poner a la persona en el centro, dotándola de las herramientas que necesita para que pase a ser proveedor energético.

Para lograrlo, deberíamos:

Primero, fomentar la constitución de 'comunidades ciudadanas de energía' (CCE), vehículos de producción abierta a la ciudadanía, que permiten obtenerla para consumirla, cederla o venderla, generando una fuente de ingresos especialmente atractiva para la España rural. Existen más de 1.800 en Alemania y 700 en Dinamarca. En España, hay 33 registradas. El IDAE avala su idoneidad, pero declara que actualmente no tienen desarrollo normativo, ni apoyo económico o de organización.

Foto: Foto: Unsplash/@publicpowerorg.

Segundo, crear, como los PGOU para urbanismo, un 'Plan de Organización de Producción Energética' (POPE), para establecer derechos de producción por regiones, concretando lugares y MW a cubrir. En el sistema de licitaciones actual, los habitantes de las zonas donde se van a instalar, como Espuéndolas, Renedo de Esgueva, Chella o Cobreros, entre otros, están en contra. Porque nada ganan a cambio de ver cómo su paisaje empeora para que unos concesionarios obtengan (legítimo) beneficio. Sin embargo, con el POPE, el vecino de esas comarcas es el beneficiario económico, convirtiéndose en un argumento de peso para apoyar su desarrollo.

Tercero, organizar el sistema de balance neto entre el consumo y la cuota de producción que corresponde a cada integrante de la CCE, abonando o percibiendo la diferencia.

Cuarto, dotar a las CCE de apoyo técnico, financiero y organizativo para que operen. En la subasta de octubre 2021, se habían reservado 300 MW para “productores de proximidad”. Sin embargo, solo se cubrieron 5,75 MW, por falta de capacidad técnica y organizativa. Supone así una gran oportunidad para nuevos modelos de negocio alrededor del asesoramiento a las CCE. Es decir, los actuales actores del mercado, lejos de quedarse fuera, aumentarían sus posibilidades de negocio.

Foto: Los vecinos de Luco de Jiloca montando las placas. (Cooperativa Luco Energía)

Quinto, utilizar las CCE como sistema de coordinación social para la implementación de nuevas fuentes de generación energética como geotermia, hidrógeno u otras muchas alternativas al petróleo y al gas que están esperando a ser puestas en práctica.

Adoptar una solución que no copia a ningún otro país es arriesgado, pero merece la pena. Siete motivos:

1.- Porque el precio de la energía eléctrica para los miembros de las CCE es estable y baja a medida que se va amortizando la financiación de la inversión inicial.

2.- Porque se convierte en una fuente de generación de riqueza para zonas menos habitadas, con efecto llamada a su repoblación.

3.- Porque los agricultores acceden a energía asumible que compran a sus propios vecinos. La agricultura española se hace más competitiva.

Foto: La autogeneración es parte importante de la socialización de la energía. (Unsplash)

4.- Porque ayuda al planeta. Acelera el cambio hacia vehículos eléctricos y genera un efecto de electrificación de la industria de maquinaria agrícola.

5.- Porque se crean industrias secundarias para dar servicios a las CCE. Consultoras, instaladores, financiadores, aseguradoras, mantenimiento, etc.

6.- Porque la adopción de últimas tecnologías en generación energética será rápida y eficiente al estar preparado el sistema de coordinación social necesario.

7.- Porque las personas podremos recuperar algunas de las responsabilidades innatas que habíamos delegado. Asumiremos así el reto de tener las fuentes de producción más eficientes y sostenibles con el planeta.

Foto: El autoconsumo fotovoltaico está cada día más cerca. Foto: Reuters

Esto no va de 'ideas'. Innovar es crear soluciones nuevas ante necesidades no resueltas. España no debe copiar. Debe arriesgar, buscar, prototipar nuevas soluciones energéticas. Un POPE y potenciar las CCE soluciona el descontrol del precio de la energía y ayuda a la repoblación rural. Sustituye el uso de recursos fósiles, algo que el planeta agradecerá. Genera ingresos o reduce el gasto en energía de las personas.

Y, sobre todo, crea un nuevo sistema de coordinación social para solucionar los problemas desde la ciudadanía. Seremos pioneros, innovadores: una respuesta inesperada que el mundo necesita.

*José Almansa. Cofundador de LOOM. Autor del libro 'El fin de la innovación. La era del innovador'.

El mundo busca un nuevo modelo energético. Todos hablan de nuevas fuentes de producción energética. Pero nada va a funcionar si no cambiamos el modelo de contrato social entre la ciudadanía y el sistema de producción energética. Por eso debemos encontrar nuevas soluciones inesperadas.

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