Es noticia
Un pacto para construir España
  1. Economía
  2. Tribuna
Colaboradores EC10

Tribuna

Por

Un pacto para construir España

Las ventajas de la globalización, que animaron a las grandes corporaciones empresariales, han desaparecido de pronto tras la Gran Recesión

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

La industria en España representaba en 1980 el 25,9% de nuestro PIB. En el año 2000 representaba el 17,8% y en 2019 tan solo el 12,6%. Según los análisis de algunos estudios de reputadas organizaciones, en el decenio 2021-2030 perderá unos 200.000 puestos de trabajo.

Según un estudio de CCOO publicado en septiembre de 2017, China, Brasil e India pasaron en 20 años de fabricar el 20% de toda la producción mundial al 40%. Competir con las productividades de estos países se convirtió en algo complicado. Las regulaciones y los costes laborales, junto con los incentivos de sus gobiernos respectivos para atraer la inversión fabril, movió a numerosas corporaciones a deslocalizar su producción en esos otros lugares de carácter similar.

Sea como fuere, lo cierto es que la entrada de multinacionales que adquirieron nuestra industria, la pérdida de rentabilidad que obligó a mucha pyme a cerrar y las mejores oportunidades en el sector servicios o de la construcción, supuso la desaparición de una gran parte de nuestras plantas de manufacturación.

Las ventajas (y desventajas) de la globalización

Las ventajas de la globalización, que animaron a las grandes corporaciones empresariales, gestionadas básicamente desde una óptica financiera, han desaparecido de pronto tras la Gran Recesión (2008-2014) y, sobre todo, tras la crisis derivada de la pandemia. Y se ha mostrado de manera muy cruda ante la incapacidad por parte de los centros de producción actuales, principalmente asiáticos, para mantener un suministro adecuado de productos a otras industrias o sectores. Basta con recordar el caso de los microchips para la industria del automóvil o de los ordenadores, así como el de los materiales para la construcción.

Los problemas de abastecimiento de energía, el encarecimiento de esta y las amenazas de corte como consecuencia de la invasión de Ucrania muestran bien a las claras que depender externamente en un sector tan importante como este es un verdadero problema. Y no olvidemos que, cuando hay dificultades, los gobiernos son tan egoístas como las personas y siempre buscarán lo mejor para sus propios intereses, los del lugar donde les votan. No se van a preocupar más allá de lo razonable de los compañeros europeos.

Los problemas de abastecimiento de energía muestran que depender externamente en un sector como este es un verdadero problema

Hacia finales del pasado siglo y principios del actual, desde Europa se llevaban las manos a la cabeza porque los países “boicoteaban” las fusiones de bancos de distintas nacionalidades, pues sus gobiernos procuraban defender un ámbito tan importante como el financiero. La supuesta unión no era tal e iban fracasando uno tras otro los intentos de crear bancos supranacionales más potentes. El dinero no entiende de nacionalidades, pero topaban con los guardianes del fuerte, los mandatarios nacionales.

¿Por qué no se puso el mismo celo para evitar que industrias de primera necesidad, como ha demostrado la pandemia, salieran de nuestro país por mor de la compra de nuestra industria y su deslocalización en otros países con menores costes y regulación? Vamos, que se llevaron a otros lugares donde el propietario de la multinacional obtenía mayores réditos.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

El modelo de país que queremos

Llegados a este punto, precisamos repensar en el modelo de país que queremos, construyéndolo de tal forma que no estemos subordinados a los intereses de otros gobernantes que responden ante sus propios votantes. ¿Eso significa que Europa ha muerto? En absoluto. Pero sí presupone que Europa debe también velar para que los más débiles no sufran lo que estamos sufriendo ahora, con un nivel de desempleo sin parangón en otros países de la Unión.

Negro sobre blanco, hay que empezar a pintar el país que queremos para nuestros hijos. Y eso pasa por analizar sectores. Por saber qué queremos vender y producir. Y una vez que lo tengamos claro, pactado y bien pactado, se trata de un proyecto a largo plazo que no puede estar al albur de los cambios de Gobierno, debemos analizar cómo llegar al objetivo fijado.

Debemos dejar de reformar las últimas reformas sin haber establecido los objetivos que se quieren alcanzar. Igual una industria fuerte precisa unos modelos de contrato diferentes a los que precisa el de servicios, por poner un ejemplo.

No podemos sostener un sistema funcionarial reforzado, sin temor a los ERTE, mientras el 50% de la población activa vive casi sin respirar

Pero también debemos construir un modelo educativo robusto, basado en principios y valores, creando una sociedad sana, volcada en el esfuerzo, que es compatible con la conciliación y con una vida familiar también adecuada. Y con un sistema sanitario eficaz. Y con un modelo de seguridad social y pensiones que ofrezca a los ciudadanos un estado del bienestar sostenible y consistente, y no una falsa sensación de bienestar que, cuando vienen mal dadas, se nos desmonta y nos echamos las manos a la cabeza.

Debemos construir un país solidario, preocupado por el bien común. No podemos sostener un sistema funcionarial que durante esta pandemia ha salido reforzado, manteniendo sus sueldos, sin temor a los ERTE, teletrabajando, con las ventajas económicas que esto les ha supuesto, mientras el 50% de la población activa que se desempeña en empresas pequeñas y medianas ha vivido y sigue viviendo casi sin respirar para que no se rompa el frágil hilo que les sujeta a su empleo.

Tenemos un país trabajador, emprendedor, que sabe salir adelante a pesar de quien nos dirija (bueno, de quien esté al frente de la dirección). Si les ofrecemos las herramientas adecuadas, harán de nuestro país un país grande. Pero para lograrlo debemos empezar poniendo de acuerdo a los partidos políticos para que dejen de ocuparse de sus cuitas y piensen en los ciudadanos.

* Fernando J. Santiago Ollero es presidente del Consejo General de Colegios de Gestores Administrativos.

La industria en España representaba en 1980 el 25,9% de nuestro PIB. En el año 2000 representaba el 17,8% y en 2019 tan solo el 12,6%. Según los análisis de algunos estudios de reputadas organizaciones, en el decenio 2021-2030 perderá unos 200.000 puestos de trabajo.

Empresas Industria