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Solo los más fuertes pueden franquiciar
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Solo los más fuertes pueden franquiciar

Puede parecer (o al menos eso dicen por ahí) que franquiciar es la opción fácil, pero es más bien todo lo contrario. ¿Es franquiciable cualquier modelo de negocio? En absoluto

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Vivimos en un país de bares. Dicen que hay unos 300.000, lo que nos otorga el gran mérito de ser el Estado con más tascas y restaurantes del mundo, uno por cada 175 habitantes. Nos gustan los bares. Mucho. Ese maravilloso caos tan típico de los locales, donde corren las tapas, las cervezas, los gritos y las risas. Todo, absolutamente todo, lo celebramos en torno a una mesa o una barra: un aniversario, un cumpleaños, un nuevo puesto de trabajo, una primera cita. Si el evento en cuestión no está regado con una buena comida o una jarra de algo (lo que sea), aquello no merece la pena.

En España somos así. Y por eso gusta tanto nuestra cultura, nuestro ocio gastronómico, nuestra forma de ver la vida. Somos uno de los países más visitados del mundo por algo. Y entre tanto caos maravilloso, un inconsciente decidió que se podría organizar como franquicia, sin perder su esencia, el típico bar español, 100% español, para hacer frente a la invasión americana que se hacía fuerte en la restauración organizada.

"Para poder franquiciar necesitas un modelo resiliente, de operativa sencilla y replicable, rentable en manos diferentes"

Ojo, de los americanos tenemos mucho que aprender, y más si hablamos del modelo de franquicia. Ellos nos sacan varias décadas de ventaja en el perfeccionamiento de un sistema que, según ha demostrado con creces, es rentable, atractivo y fomenta el emprendimiento como ningún otro.

Pero vayamos por partes. Hablaba de la restauración organizada y de cómo, hace 20 años, las cadenas de pizzas y hamburguesas se extendían como la espuma por nuestro país. Algunos decidimos en aquel entonces desmarcarnos de lo que parecía ser el camino fácil y apostar por un concepto que elevaba el sector, ofreciendo productos de la gastronomía nacional a precios incomparables en el mercado. Y desde el inicio tenía claro que quería un modelo tan sólido como replicable, que fuera 100% franquiciable.

Dicho esto, puede parecer (o al menos eso dicen por ahí) que franquiciar es la opción fácil, pero es más bien todo lo contrario. ¿Es franquiciable cualquier modelo de negocio? En absoluto. A día de hoy, no lo puede hacer cualquiera. De hecho, muy pocos pueden. El mejor ejemplo son las cadenas, de todos los sectores, que abren, cierran o se venden constantemente.

¿Por qué? Porque para poder franquiciar necesitas un modelo resiliente, de operativa sencilla y replicable, un modelo que sepas que puede ser rentable en manos diferentes y que pueda resistir en diferentes zonas geográficas (y culturas). Si crees que solo tú eres capaz de hacer funcionar tu concepto, es que tu concepto es débil.

Y no me queda más remedio que volver a los americanos, porque ellos son los reyes de la franquicia y el mejor ejemplo de que solo los más fuertes pueden franquiciar: Subway, la franquicia más grande del mundo, tiene 45.000 establecimientos; McDonalds tiene 34.000; KFC, 25.000. ¿Alguien cree que esta expansión hubiera sido posible si no fuera por la fórmula de la franquicia?

"El término franquicia todavía está denostado por mucha gente. Hay quien se atreve, incluso, a darle un sentido peyorativo"

Por supuesto, hablamos de la franquicia entendida desde un planteamiento a largo plazo. Para ello es imprescindible tener un concepto estable, duradero y rentable, que se adapte a los diferentes ciclos y etapas de nuestra sociedad, que resista crisis económicas, cambios tecnológicos, nuevas costumbres, pandemias o guerras. Y hay que ser muy valiente para perseverar y seguir mirando hacia adelante con el objetivo de hacer crecer y fortalecer esta fórmula de restauración. Eso es autenticidad.

En España no terminamos de entenderlo. Nos va más esa cultura del pelotazo, de crear negocios con intención de que alguien venga a comprarlos y hacer dinero fácil y rápido. Es legítimo, allá cada uno, pero entonces que no alardeen de añadir valor, de ayudar a emprender o de crear puestos de trabajo. Eso es otra cosa, consiste en hacer caja rápido, un modelo en el que no creo en absoluto.

Nosotros creemos en el modelo de franquicia, porque lo vivimos y lo experimentamos. Creemos en su fortaleza, en su rentabilidad e, incluso, en su función social. Pocos sistemas hay como este que fomenten tanto el emprendimiento, que sean el impulso definitivo para dar el salto a montar tu propio negocio y que democraticen la gastronomía.

Sin embargo, el término franquicia todavía está denostado por mucha gente. Hay quien se atreve, incluso, a darle un sentido peyorativo que supone una falta de conocimiento absoluta. Lo que está claro es que hace falta mucho trabajo, una implantación consistente (no, tener solo 100 locales en un país de 45 millones de habitantes, o abrir un par de ellos por provincia, no significa que el concepto esté ya implantado) y un mínimo de años para saber si un concepto es sólido o si, por el contrario, es algo pasajero, que triunfa en un primer momento por el efecto novedad, pero que luego pasa de mano en mano hasta que alguien acaba recogiendo la cerilla apagada.

Nosotros utilizamos el término franquicia con absoluto orgullo, conscientes de todo lo que supone, con sus ventajas y sus inconvenientes. Luchar por el modelo de franquicia en este país supone luchar por el emprendimiento y es, sin duda, uno de los mejores sistemas para crecer, expandirse y consolidar conceptos. Nosotros seguimos con la misma ilusión que cuando empezamos, y confiamos en que el sector seguirá creciendo y profesionalizándose. Se lo merece, sin duda.

*José María Fernández Capitán es fundador, dueño y presidente ejecutivo del Grupo Restalia.

Vivimos en un país de bares. Dicen que hay unos 300.000, lo que nos otorga el gran mérito de ser el Estado con más tascas y restaurantes del mundo, uno por cada 175 habitantes. Nos gustan los bares. Mucho. Ese maravilloso caos tan típico de los locales, donde corren las tapas, las cervezas, los gritos y las risas. Todo, absolutamente todo, lo celebramos en torno a una mesa o una barra: un aniversario, un cumpleaños, un nuevo puesto de trabajo, una primera cita. Si el evento en cuestión no está regado con una buena comida o una jarra de algo (lo que sea), aquello no merece la pena.

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