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España, un país con la tensión eléctrica baja
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Luis Venero

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España, un país con la tensión eléctrica baja

Podemos identificar tres causas que explican el tímido avance de la electrificación: el menor peso de la industria, el insuficiente desarrollo de infraestructuras eléctricas y la ausencia de políticas decididamente eléctricas

Foto: Coche eléctrico. (Pixabay/andreas160578)
Coche eléctrico. (Pixabay/andreas160578)

El crecimiento del 1,4 % registrado por la demanda eléctrica en España en 2024 es una buena noticia, fundamentalmente porque pone fin a un ciclo de descensos que se inició en el año 2019 y que se agravó en 2020 con el confinamiento provocado por la pandemia de la Covid 19. La otra cara de la moneda es que el consumo de 247.038 gigavatios hora (GWh) registrado por Red Eléctrica en el año que acabamos de dejar atrás está aún lejos de los 281.051 GWh de 2008, ejercicio en el que se alcanzó el récord de consumo de electricidad en España. La demanda eléctrica está aún en los niveles de 2005.

Los datos de España son similares a los de Europa. La demanda de energía en la Unión Europea (UE) creció menos del 2 % en 2024 en comparación con el ejercicio precedente, pero sigue siendo inferior a los niveles anteriores a la crisis. Según Eurelectric, parte de esta reducción se debe a una mayor eficiencia y ahorro energéticos, pero más de la mitad de esta disminución es consecuencia de la desaceleración industrial. Prueba de ello es que en Alemania el consumo de energía de la industria disminuyó un 13 % en 2023 en comparación con 2021; y para 2024 se espera una nueva caída, ya que la producción industrial se contrajo un 4 % en tasa interanual.

La electrificación de la economía no avanza a buen ritmo en Europa ni en España. El director de políticas de Eurelectric, Cillian O'Donoghue, considera que “la electrificación sigue siendo la opción más fácil para descarbonizar la UE. Cuanto más electrifiquemos nuestras aplicaciones energéticas, más fácil será descarbonizarnos, pero la demanda de electricidad no está donde debería estar hoy en día”.

De hecho, Eurelectric defiende que impulsar la electrificación industrial debe ser una prioridad para la Comisión Europea: “El Clean Industrial Deal es la oportunidad ideal para ofrecer nuevos incentivos a la electrificación, como la creación de un banco de electrificación, áreas de electrificación acelerada y mecanismos de reducción de riesgos para los acuerdos de compra de energía a largo plazo”.

Foto: Tendido eléctrico en Castrelo de Miño (Ourense). (EFE/Brais Lorenzo)

En España podemos identificar tres causas que explican el tímido avance de la electrificación: el menor peso de la industria, el insuficiente desarrollo de infraestructuras eléctricas y la ausencia de políticas decididamente eléctricas.

Hace dos décadas, en 2005, la industria representaba el 18,13 % del Producto Interior Bruto (PIB) de España. En 2023 ese peso se redujo al 15,3 % y sigue mostrando signos de debilidad, tal y como señala el último semáforo sectorial de Caixabank Research. Además, muchas empresas intensivas en consumo de electricidad, como la del aluminio, han emigrado hacia otras latitudes, y la siderurgia y la cementera mantienen niveles de actividad decrecientes.

La segunda causa apunta al cuello de botella que representan las infraestructuras. Crece el clamor en el sector de la producción de energía para que las infraestructuras de transporte se adapten al nuevo mapa de la generación eléctrica, mucho más descentralizado y atomizado. La desesperante lentitud administrativa es otro de los frenos.

Foto: Imagen: Pixabay.

Y la tercera causa es la ausencia de políticas que impulsen la electrificación sin timideces. El coche eléctrico es un buen ejemplo. La respuesta de la Comisión Europea a la feroz penetración de los coches eléctricos fabricados en China no ha sido invitar y ayudar a los fabricantes europeos a bajar los precios de sus vehículos para competir, sino, justo al contrario, establecer aranceles que supondrán un aumento.

En 2024 se vendieron en España 115.939 unidades de vehículos electrificados (BEV+PHEV), lo que equivale a un 11,4 % del mercado, según datos de ANFAC. Es decir, de cada diez coches vendidos en España el año pasado, nueve siguen llevando un motor de combustión. Tampoco avanza al ritmo necesario la sustitución de calderas alimentadas por hidrocarburos, a pesar de que este cambio sí se beneficia de importantes incentivos por parte de las administraciones públicas, entre ellos la generación de Certificados de Ahorro Energético (CAE).

Finalmente, nuestros políticos no acaban de conciliar la visión del largo plazo, en la que Europa coincide, con la legislación en el corto plazo. El tímido apoyo al coche eléctrico, con subvenciones que tardan entre uno y dos años en llegar al bolsillo de los compradores, es todo un síntoma.

Foto: Luca de Meo, CEO de Renault Group y todavía presidente de ACEA.

A este ritmo es prácticamente imposible alcanzar el objetivo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que contempla un crecimiento del 34% de la demanda eléctrica para 2030. Son imprescindibles incentivos directos que provoquen una aceleración de la electrificación cuyos beneficios ya han sido contrastados: aumento de la soberanía energética en un período de gran inestabilidad geopolítica, desarrollo de una industria propia, abaratamiento de los precios y, sobre todo, lucha contra el cambio climático. A estas grandes ventajas se une ahora la oportunidad de localizar en España centros de datos, que son intensivos en el consumo de energía y cuyos propietarios buscan tecnologías limpias al amparo de sus criterios ESG.

Los cardiólogos saben que tan malo es tener la tensión alta como baja. España necesita más tensión eléctrica para superar una atonía industrial que, a medio y largo plazo, puede pasar una dolorosa factura. Más electricidad para una economía más saludable y sostenible.

*Luis Venero, CEO de BRUC.

El crecimiento del 1,4 % registrado por la demanda eléctrica en España en 2024 es una buena noticia, fundamentalmente porque pone fin a un ciclo de descensos que se inició en el año 2019 y que se agravó en 2020 con el confinamiento provocado por la pandemia de la Covid 19. La otra cara de la moneda es que el consumo de 247.038 gigavatios hora (GWh) registrado por Red Eléctrica en el año que acabamos de dejar atrás está aún lejos de los 281.051 GWh de 2008, ejercicio en el que se alcanzó el récord de consumo de electricidad en España. La demanda eléctrica está aún en los niveles de 2005.

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