Es noticia
El peligroso juego del sistema bancario español
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

El peligroso juego del sistema bancario español

Esto de que ayer fuera fiesta en la Capital del Reino y que el resto de los mortales trabajara, cosa que servidor también hizo en un

Esto de que ayer fuera fiesta en la Capital del Reino y que el resto de los mortales trabajara, cosa que servidor también hizo en un gesto de generosidad sólo equivalente a su nivel de estulticia, dio pié a muchas y muy interesantes conversaciones de quien esto escribe con distintos miembros de la comunidad financiera española. Pues bien, una palabra no se caía de la boca: morosidad. Todas las interlocuciones ponían el riesgo de impago, que no su certeza, en el eje central de su discurso, señalando sin reparo este factor como el clave para el futuro inmediato del sistema bancario español, entendido en sentido amplio. Una preocupación paralela a la consideración como espejismo la alegría bursátil que el lunes provocó, en las cotizaciones del sector, el giro hacia un nuevo modelo de socialismo financiero que está implantando Estados Unidos. Un concepto: morosidad. Y una advertencia: cuidado con el peligroso juego en el que están incurriendo algunas entidades para ocultarla.

En esencia lo que los bancos y las cajas están haciendo es sustituir un epígrafe del activo de su balance por otro. Una vez que consideran que un crédito con garantía real puede entrar en la categoría de dudoso, y antes de que esto ocurra, se apresuran a proponer al deudor bien el quedarse con el mismo a cambio de la cancelación de la deuda o bien el capitalizar lo debido tomando acciones de la tenedora de dichos activos, como ejecución encubierta de la prenda. Este proceso está dando lugar a un fenómeno curioso, para asombro de los acreditados en tela de juicio: las entidades buscan adjudicarse primero aquellos activos de mejor calidad y que pueden ser objeto de una mejor venta futura. El objetivo, tal y como me comenta un analista de bancos, es evidente: si el crédito al segmento promotor en España ronda entre el 15% y el 20% para un nivel de solvencia del 6%, una tasa de impagados del 10%, similar a la de los 90, se llevaría por delante una tercera parte de los recursos propios de la banca “y es un escenario optimista ya que ni entonces estaban tan endeudadas las inmobiliarias, ni sus activos tan sobrevalorados”. Ante las dificultades para captar capital, hay que utilizar alternativas, por obvias que parezcan. El hambre agudiza el ingenio.

Las entidades hacen este juego aprovechándose del ventajoso tratamiento que, en términos de consumo de capital, la normativa actual da a los activos encuadrados en la categoría de “disponibles para la venta”, que no les penaliza. Sin embargo, la dinámica en uno u otro escenario es peligrosa. La toma de una participación accionarial puede suponer un balón de oxígeno para algunas sociedades asfixiadas por sus cargas financieras pero, como la experiencia ha demostrado, aporta poco en términos de cambio de modelo de negocio y viabilidad de la compañía en momentos como el actual en los que lo que faltan son ingresos operativos y el tiempo apremia. Hay, además, una pega adicional: con este movimiento, el banco o caja pierde su posición en la prelación del crédito en calidad de su nueva condición de accionista y no de acreedor sin que se produzca paralelamente una reducción proporcional de su riesgo. Ojo.

Por el contrario, las implicaciones de permuta de deuda por inmuebles u otros bienes afectan más a la cuenta de resultados. Se trata, como dice ese mismo analista, de mantener los bienes “embargados” en el balance el tiempo que haga falta de forma tal que una parte del activo no sólo deja de ofrecer rendimientos positivos (salvo que sea patrimonial destinado al alquiler, claro está) sino que su valor real disminuye con el tiempo, por efecto de la inflación, en un porcentaje que variará en función de la duración de la crisis y el aumento medio del precio de las cosas. Una manera consentida por todos de diferir el riesgo y mantener la cara ante las autoridades y el mercado. ¿Pan para hoy y hambre para mañana? Depende de lo que esta situación se alargue, de la capacidad de las entidades para utilizar su balance, que no es ilimitada, y de que haya o no otro agujero estilo Martinsa-Fadesa en el que lo que se ha financiado es puro fondo de comercio cuyo valor actual sí que es cero y no es recuperable.

Muchos de ustedes dirán, “menuda castaña de Valor Añadido; esto lo sabe ya hasta MAFO, que ya es mucho saber”. En efecto, no sólo lo sabe sino que está dispuesto a actuar contra esa práctica que no hace sino viciar el balance de las compañías, diferir los efectos de los posibles impagos e impedir que se recupere el ciclo normal del crédito en un momento en el que el coste del pasivo se ha disparado dañando los márgenes de intermediación. El Gobernador del Banco de España conoce, de primera mano, el olor a subprime que emana de una buena parte de las carteras crediticias de los bancos españoles, aroma de exceso de financiación sobre el valor real del inmueble y la capacidad de repago del deudor. Sin embargo, no tiene demasiado margen de maniobra si lo que se pretende, precisamente, es evitar el alarmismo y dar garantías acerca de la solvencia del sistema. Toda vez que ambas prácticas son legítimas y se encuadran dentro del funcionamiento normal de un mercado en fase de contracción como el actual, sólo caben tres líneas de actuación: un endurecimiento del trato contable a este tipo de cambalaches, en términos de provisionamiento o requerimientos de capital, aprovechando el impulso de Basilea II; un empujón al proceso de consolidación sectorial que puede provocar que nos encontremos con sorprendentes compañeros de cama; o una supervisión más estricta que roce la intervención encubierta. Ustedes mismos. Espero anhelante sus opiniones.

Esto de que ayer fuera fiesta en la Capital del Reino y que el resto de los mortales trabajara, cosa que servidor también hizo en un gesto de generosidad sólo equivalente a su nivel de estulticia, dio pié a muchas y muy interesantes conversaciones de quien esto escribe con distintos miembros de la comunidad financiera española. Pues bien, una palabra no se caía de la boca: morosidad. Todas las interlocuciones ponían el riesgo de impago, que no su certeza, en el eje central de su discurso, señalando sin reparo este factor como el clave para el futuro inmediato del sistema bancario español, entendido en sentido amplio. Una preocupación paralela a la consideración como espejismo la alegría bursátil que el lunes provocó, en las cotizaciones del sector, el giro hacia un nuevo modelo de socialismo financiero que está implantando Estados Unidos. Un concepto: morosidad. Y una advertencia: cuidado con el peligroso juego en el que están incurriendo algunas entidades para ocultarla.