Es noticia
La clave de los resultados empresariales no es el beneficio
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

La clave de los resultados empresariales no es el beneficio

Es la segunda vez que lo hace en un corto espacio de tiempo y no por ello deja de tener razón en sus argumentos. Nunca está

Es la segunda vez que lo hace en un corto espacio de tiempo y no por ello deja de tener razón en sus argumentos. Nunca está de más recordar cuál es la clave a vigilar a la hora de afrontar una nueva ronda de resultados empresariales, en este caso la del segundo trimestre de 2009. Y mi querido Jesús Sánchez Quiñones lo tiene claro, como ocurre igualmente en el ámbito anglosajón. No importan las cifras absolutas de beneficio que publica cualquier cotizada sino la parte del mismo que corresponde a cada acción en circulación o BPA, que es la que determina la evolución de la rentabilidad real para el inversor. Bueno eso y, si nos atenemos a la acreditada importancia que históricamente han tenido los dividendos en el rendimiento absoluto de las bolsas, la evolución del pay-out o parte de las ganancias que se distribuyen entre los accionistas y su sostenibilidad en el tiempo, tema de moda en Estados Unidos sobre el que volveremos en breve en este Valor Añadido.

De hecho, resulta curiosa la dicotomía que se produce entre el mundo bursátil español y el norteamericano, por acotar el espectro. Un mercado con mucha más tradición bursátil que el nuestro y en el que no funcionan los intentos por parte de las compañías de gestionar la empresa desde su compromiso de alcanzar una determinada cifra en la última línea de su cuenta de resultados: mil, dos mil, cinco mil, diez mil millones. Comprendieron hace tiempo que esa filosofía de actuación, que en nuestro país cuenta con algún notable representante tanto eléctrico como bancario, es perversa ya que la mayoría de las ocasiones provoca que la evolución tanto operativa como financiera de la sociedad esté condicionada por tal requisito previo, que puede llevar aparejado una sistemática destrucción de valor, engordar para morir. Sin embargo, hay que confesar que tales sociedades han conseguido imponer su criterio tanto a ciudadanos como a analistas, quedando el BPA reducido, por tanto, a una mera anécdota tanto en los informes como en los medios de comunicación.

En Estados Unidos ocurre justamente lo contrario. Prima el BPA, sobre cuyo potencial recorrido se construye el consenso de los analistas que, una vez comparado con la cifra finalmente publicada, determina la evolución a corto plazo de la acción. Y es de común aceptación por parte del universo inversor la construcción de una valoración objetivo de un índice a través de la agregación de los BPAs de las compañías que lo integran. Esta predilección no está, sin embargo, ausente de riesgos toda vez que, si el inconveniente de los objetivos globales es su facultad de ocultar la dilución que pueden llevar aparejadas operaciones de ampliación de capital o de incorporación al perímetro de consolidación de otras firmas a cambio de acciones, cuando el BPA se ve sometido al severo escrutinio del mercado puede ocurrir justo lo contrario: que desaparezca el concepto de inversión como necesidad de sacrificio hoy a cambio de beneficio mañana. No en vano gran parte de las recompras masivas de acciones para su amortización en los últimos años respondían a ese deseo de minorar el denominador y sorprender al mercado con BPAs espectaculares. Visión cortoplacista igualmente destructora de valor.

Hay que reconocer, no obstante, que de los dos males prefiero quedarme con el mejor que es aquél que permite hacer las comparativas homogéneas. Eso suponiendo, claro está, que aceptemos la referencia del beneficio neto como válida, con su amplia carga de manipulación potencial por el lado de las provisiones, depreciaciones, amortizaciones, extraordinarios y similares. Que es mucho suponer, vaya. Pero bueno, bastante cera hemos dado hoy como para ahora negar la mayor sobre la que se sustenta esta pieza. Sin embargo, igual que en términos de múltiplos se ha dado el salto hacia los flujos de caja como modo de medir la verdadera realidad operativa, financiera e inversora de la cotizada, en términos unitarios tanto el cash flow por acción como la rentabilidad del flujo de caja libre son como entelequias para la gran mayoría del público seguidor de las bolsas. Una asignatura pendiente que evitará los intentos de manipulación por parte de las compañías y facultará la formación de un criterio por parte de los inversores. Y que nos ha quedado, de momento, seguro para septiembre.

Alimento para el Cuerpo. Como les prometí el sábado en el artículo sobre la potencial voluntad manipuladora de Greenspan en la formación de las burbujas más recientes, esta semana y la que viene les acercaré diariamente a las experiencias gastronómicas del último mes. Estoy atascado en el Alimento para el Alma con el Saber Perder de Trueba , que me he prometido a mi mismo acabar pero que me está costando de verdad.

Conocí a Ricardo Sanz de Kabuki en un viaje a Marbella y le emplacé a un reto: introducir a mi señora en la comida japonesa, toda vez que una mala experiencia estando embarazada de nuestro primer hijo le alejó por completo de ella. El jueves pasado nos emplazamos en la sucursal del Hotel Wellington que es donde él está ahora de continuo. El resultado no pudo ser más satisfactorio. Claro que Ricardo sacó el tarro de las esencias: hasta quince viandas distintas a cada cual mejor.

Los dos platos principales espectaculares: Bacalao Negro de Alaska con Salsa Pil-Pil y Pisto que deja a años luz el de Inari por textura y sabor, y un Costillar de Wagyu realmente excelente que se deshacía en la boca. Además sashimi de cigala delicioso, de dentón con salsa de cítricos muy bueno, de mero con mojo y patatita cocida de llorar, de lorito con su piel tostada rico  si bien la piel distorsionaba un tanto para mi gusto, de toro con pan tumaca original aunque la mezcla de texturas, especialmente del pan, hace que se pierda en parte el sabor del pescado; los clásicos sushis de huevo de codorniz, hamburguesita y pez mantequilla en línea con su altísimo nivel tradicional frente a un nigiri de hongos que fue de lo que menos nos llamó la atención, al igual que ocurrió con la torrija que nos sirvieron como primero de los postres. Correcto, no admite muchas novedades, el teriyaki de pollo y verduras. Cierre de Ricardo, fiel a sus orígenes castizos, con un gratificante chocolate con churros. Demasiado, la verdad, pues ya desde la mitad estábamos saciados. Pero excelente en cualquier caso. Servicio diez. Y un solo pero que poner: hace falta rebequita pues el aire acondicionado aprieta. ¿Caro? Bueno, puede que sí. Pero es una experiencia única y eso se paga…

Es la segunda vez que lo hace en un corto espacio de tiempo y no por ello deja de tener razón en sus argumentos. Nunca está de más recordar cuál es la clave a vigilar a la hora de afrontar una nueva ronda de resultados empresariales, en este caso la del segundo trimestre de 2009. Y mi querido Jesús Sánchez Quiñones lo tiene claro, como ocurre igualmente en el ámbito anglosajón. No importan las cifras absolutas de beneficio que publica cualquier cotizada sino la parte del mismo que corresponde a cada acción en circulación o BPA, que es la que determina la evolución de la rentabilidad real para el inversor. Bueno eso y, si nos atenemos a la acreditada importancia que históricamente han tenido los dividendos en el rendimiento absoluto de las bolsas, la evolución del pay-out o parte de las ganancias que se distribuyen entre los accionistas y su sostenibilidad en el tiempo, tema de moda en Estados Unidos sobre el que volveremos en breve en este Valor Añadido.