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Y el ignorado Krugman enloqueció...
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Alberto Artero

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Y el ignorado Krugman enloqueció...

Paul Krugman cuenta en su currículum con el Premio Nobel de Economía. Conquistó tal galardón en 2008 por sus trabajos sobre globalización y libre comercio, según

Paul Krugman cuenta en su currículum con el Premio Nobel de Economía. Conquistó tal galardón en 2008 por sus trabajos sobre globalización y libre comercio, según declarara entonces la Real Academia Sueca. Esa es, de hecho, su especialidad y no otra. Un pequeño matiz que debería servir para poner en contexto sus opiniones. Es distinto el valor de sus comentarios cuando habla de Guerras de Divisas o de las Relaciones de Intercambio con China que al hacerlo sobre qué deben hacer gobiernos o bancos centrales para auspiciar la salida de la crisis. Es importante esta salvedad ya que estamos llegando a un punto en el que es escuchar la Palabra de Krugman y dan ganas de santiguarse, como si de un oráculo infalible se tratara. No es así.

El autor viene insistiendo desde hace meses en el mantenimiento de políticas monetarias y fiscales expansivas como remedio universal a los problemas que afectan a las economías desarrolladas. Poco importa que hasta ahora haya sido un fiasco el mayor estímulo simultáneo de tipos de interés y gasto público que la historia contemporánea haya conocido, conjunción planetaria de escaso resultado práctico: el dinero no circula y sigue sin crearse empleo. Ha hecho suyo el keynesianismo más tergiversado, de la famosa frase “a largo plazo, todos muertos”, para justificar la acción hoy sin importar sus consecuencias mañana, hasta el más Estado en lugar de mejor Estado, sin formular distinción alguna entre las ayudas a la producción y las de carácter asistencial. Cuestión de detalles.

A aquellos que advierten, a nivel presupuestario, de la necesidad de controlar los niveles de endeudamiento no duda en llamarles despectivamente “moralizantes”. En su libro de recetas, incluye un apartado dedicado a una potencial condonación/restructuración de la deuda privada como mecanismo de salida a la actual coyuntura de exceso de endeudamiento. Una defensa del riesgo moral y de la intervención administrativa que convierte el nombre de su columna, “La Conciencia de un Liberal”, en una de las paradojas más curiosas del mundo bloguero actual. No hay que olvidar que el libro que da nombre a su columna, publicado 2007, es una “defensa del liberalismo y una llamada a todos los ciudadanos de Estados Unidos a recuperar el control de su destino económico”. Glaps, menudo timing y menuda coherencia ideológica.

No contento con entrar en el fango de lo que los políticos estadounidenses debieran hacer, ha decidido, a petición de crítica y pueblo, ponerse la gorra de Presidente de la Reserva Federal, consejos vendo y para mí no tengo. Y lo ha hecho aprovechando la decisiva reunión que el Banco Central norteamericano está celebrando en estos dos días y en la que va a decidir si lanza o no un nuevo paquete de medidas excepcionales, quantitative easing, que, de concretarse, consistirá básicamente en la compra de activos financieros en mercado. En un post titulado If I were King Bernanke, ofrece la piedra filosofal a los males dinerarios de su país: fijar un objetivo elevado de inflación, por ejemplo el 5%, y asumir un compromiso de alcanzar dicho nivel en, digamos, cinco años. Capitalizando, estamos hablando de un incremento de precios del 28% a final de 2015. Casi nada. Eso sí, el target no debería ser arbitrario sino permanente para salvaguardar su credibilidad: es hora de ser “convincentemente irresponsable”. ¿Más todavía?

Un disparate que parte de una visión demasiado estrecha de los fenómenos inflacionarios. Y es que para Krugman una medida como la descrita tiene aristas de política fiscal y no es exclusivamente monetaria. Así,

  1. Permitiría situar en negativo los tipos de interés reales, lo que actuaría sobre consumo e inversión (burbujas vendo y para mí no tengo)...
  2. y facilitaría una contracción de la deuda por la pérdida de su valor efectivo con el paso del tiempo (tercera vía junto a la contracción del gasto y/o la mayor recaudación fiscal para reequilibrar el balance presupuestario).

Eso sí, poco importan para el autor...

  1. tanto el riesgo de estanflación, ausencia de crecimiento e inflación, consecuencia del exceso de capacidad instalada a la que él mismo hace referencia en el primero de los enlaces a sus artículos de hoy y que impediría la creación automática de puestos de trabajo, 
  2. como el de una hiperinflación que reduzca el valor del dinero fiduciario al nivel del de los billetes de Monopoly, llama que encienda la mecha de la bomba de liquidez que actualmente acumula el sistema;
  3. el aumento de la brecha social entre ricos y pobres, toda vez que es sabido que la inflación es el impuesto de las rentas más bajas ya que su propensión al consumo es mayor y se concentra en bienes de primera necesidad, más inelásticos en demanda a las variaciones de su coste,
  4. o la pérdida de competitividad, sobre todo derivada de los efectos de segunda ronda en los costes salariales, en una economía abierta y deficitaria exteriormente que necesita reducir sus importaciones e incrementar sus exportaciones, acumular más y gastar menos. Un efecto que entra directamente en su negociado.

Socialdemocracia para bolsillos llenos que penalizaría el ahorro y crearía un entorno idílico para la economía financiera en la esperanza de que la actividad productiva siga sus pasos. O no. Cada día que sus tesis son obviadas, Krugman enloquece un poco más. Nos vamos a divertir.

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Paul Krugman cuenta en su currículum con el Premio Nobel de Economía. Conquistó tal galardón en 2008 por sus trabajos sobre globalización y libre comercio, según declarara entonces la Real Academia Sueca. Esa es, de hecho, su especialidad y no otra. Un pequeño matiz que debería servir para poner en contexto sus opiniones. Es distinto el valor de sus comentarios cuando habla de Guerras de Divisas o de las Relaciones de Intercambio con China que al hacerlo sobre qué deben hacer gobiernos o bancos centrales para auspiciar la salida de la crisis. Es importante esta salvedad ya que estamos llegando a un punto en el que es escuchar la Palabra de Krugman y dan ganas de santiguarse, como si de un oráculo infalible se tratara. No es así.

Economía sumergida Política monetaria