Es noticia
¿Y Andalucía pa' cuándo?
  1. Elecciones Andalucía
  2. Diario de campaña
Isidoro Tapia

Diario de campaña

Por

¿Y Andalucía pa' cuándo?

Los datos económicos a veces recuerdan a los de audiencia de televisión. Siempre hay una manera de presentarlos para que todos resulten favorecidos

Foto: Los cuatro candidatos a la Junta de Andalucía en el debate del pasado lunes. (EFE)
Los cuatro candidatos a la Junta de Andalucía en el debate del pasado lunes. (EFE)

En una de las (pocas) salidas de guion durante el debate electoral del pasado lunes entre los candidatos a las elecciones autonómicas andaluzas, Teresa Rodríguez le espetó al candidato de Ciudadanos Juan Marín: "¿Y Andalucía pa' cuándo?" (Rodríguez reprochaba la insistencia de Marín en hablar del proceso independentista en Cataluña, un asunto que en Andalucía provoca alergia en Podemos).

Quizás sea esta pregunta, inspirada en una famosa canción de Jennifer López, el mejor resumen de los retos más acuciantes para la comunidad más meridional de la península Ibérica: ¿Andalucía pa' cuando? Los datos económicos a veces recuerdan a los de audiencia de televisión. Siempre hay una manera de presentarlos para que todos resulten favorecidos. Pero en el caso de Andalucía hay un dato inapelable: en 1980, el PIB per cápita andaluz era el 74% del nacional; a finales de 2017, era de un 73.6%. Es decir, que en las últimas cuatro décadas Andalucía no está ni un solo centímetro más cerca de la media nacional.

[Lea aquí el especial Elecciones Andalucía]

Para cualquier economista, este dato es aterrador. Una economía más pobre en general debería crecer más rápido que las más ricas (la convergencia entre regiones es uno de los resultados del modelo macroeconómico más sencillo, el de Solow). Las economías más pobres lo son, entre otras cosas, porque tienen más recursos que movilizar: factor trabajo ocioso, o capital no utilizado. Hasta el progreso tecnológico debería filtrarse de las regiones ricas a las pobres de una manera casi automática.

Algunas de las predicciones del modelo sí se han cumplido: en Andalucía se ha incrementado la población activa más que la media española, porque la tasa de participación (especialmente de las mujeres) partía de niveles más bajos. Este, a menudo, es un argumento que utilizan los portavoces del Gobierno andaluz para explicar la alta tasa de paro en Andalucía. Pero se olvidan de añadir un detalle: este factor debería haberse traducido en una convergencia de la renta per cápita. Un mayor número de mujeres entrando en el mercado laboral puede dar lugar a una mayor tasa de paro durante un tiempo, hasta que el mercado laboral absorbe este incremento, pero ¿no debería dar lugar también a un mayor incremento de la renta? ¿Por qué Andalucía no ha convergido con el resto de España? La falta de convergencia económica de Andalucía (también, por cierto, la de Canarias) es un enigma dentro del proceso de crecimiento económico en nuestro país de las ultimas décadas (véase, por ejemplo, el articulo del Banco de España "Convergencia regional en España: 1980-2015").

Por supuesto, el modelo de Solow no es infalible. Hay economías pobres que no crecen tanto como a priori se esperaría. Por eso se suele distinguir entre convergencia absoluta y relativa. Para ello, se comparan regiones dentro de un mismo país, porque sus parámetros deben ser parecidos (por ejemplo, comparten un mismo marco institucional), por lo que deberían converger a un estado estacionario razonablemente parecido (esto es lo que se hace en las llamadas "regresiones de Barro"). O dicho de otro modo: es relativamente habitual que los países pobres no converjan con los ricos, por el sistema institucional. Es, sin embargo, mucho más excepcional que las regiones pobres no converjan dentro de un país que lleva varias décadas de estabilidad. ¿Qué pasa en Andalucía?

Foto:

Agustín Rivera recordaba el otro día en este mismo medio cómo Ortega y Gasset sembró las bases modernas del estereotipo andaluz en dos artículos publicados en 1927 en 'El Sol' de Madrid titulados 'Teoría de Andalucía – El Ideal Vegetativo'. En ellos repasaba Ortega la "famosa holgazanería" andaluza. Como casi toda la obra de Ortega, estos artículos pueden malinterpretarse fácilmente, y provocar una reacción virulenta ante la colección orteguiana de tópicos. Pero Ortega era cualquier cosa menos superficial: empezaba citando a Federico Schlegel para decir que "la pereza es el postrer residuo que nos queda del Paraíso, y Andalucía el único pueblo de Occidente que permanece fiel a un ideal paradisíaco de la vida". Y continuaba: "La vida paradisíaca es, ante todo, vida vegetal. Paraíso quiere decir vegetal, huerto, jardín. Y la existencia de la planta se diferencia de la animal en que aquella no reacciona sobre el contorno. Es pasiva al medio. Con sus raíces recibe el nutrimiento telúrico, con sus hojas bebe del sol y del viento. (…). A un andaluz le parecen igualmente absurdas en el inglés o el alemán la manera de trabajar y la manera de divertirse, ambas sin mesura, desintegrada la una de la otra". Una opinión discutible sin duda (yo no la comparto), pero lejos de ser un simple insulto.

Aparte de la holgazanería, Ortega destacaba otros tres rasgos de los andaluces: el primero, ser uno de los pueblos más viejos del Mediterráneo —más viejo que griegos y romanos—. "Antes de soplar el viento de los influjos históricos desde Egipto y, en general, desde el Mediterráneo oriental hacia el occidental, había reinado una sazón de ráfagas opuestas" (de nuevo, si se trataba de un insulto, era uno muy particular). El segundo rasgo, "el andaluz, a diferencia del castellano y del vasco, se complace en darse como espectáculo a los extraños", "a representarse y ser mimos de sí mismos". Y el tercero un desdén a las actitudes bélicas. "Al revés que en Castilla, en Andalucía se ha despreciado siempre al guerrero (…). Exactamente como en China, donde, a lo largo de miles de años, el militar, por el mero hecho de serlo, era considerado como un hombre de segunda clase".

En Andalucía, en cambio, solo hubo una transición política. Cuarenta años después el poder lo siguen detentando los mismos

En España, la transición política en realidad fue política y económica. El poder cambió de manos, pero también cambiaron las estructuras productivas: poco a poco, desaparecieron los vestigios arancelarios heredados de nuestro pasado autárquico, se transformó la industria sobreprotegida e ineficiente con la que el postfranquismo había tratado de adormecer las exigencias democráticas de los movimientos obreros, y se inició la liberalización de los sectores largamente dominados por los viejos monopolios. En Andalucía, en cambio, solo hubo una transición política. El poder cambió de manos, de los viejos delegados franquistas pasó a una nueva generación de profesionales liberales, abogados y profesores en su mayor parte. Cuarenta años después, el poder lo siguen detentando los mismos (o, mejor dicho, las mismas familias). Sin duda menos liberales, porque el liberalismo es una cualidad que oxida el ejercicio del poder; también menos profesionales, porque cuando el poder es hereditario se tiene menos tiempo (e incentivos) para otros menesteres.

Mientras tanto, la estructura económica siguió a grandes rasgos inalterada. El monocultivo agrícola se mantuvo en el interior, y en las zonas costeras se sustituyó por un monocultivo en la industria turística, con parecidos rasgos estacionales. La burocracia desmesurada del franquismo se mantuvo, mezclándose con las peores prácticas caciquiles decimonónicas, para conformar una administración autonómica mastodóntica donde todos los nombramientos, desde los gerentes de hospitales hasta los directores de las agencias públicas, se resuelven en el mismo mercadeo peronista de puestos de trabajo a cambio de favores políticos.

Dejemos a un lado la holgazanería (o el hedonismo andaluz, tal vez una expresión más ajustada a la tesis de Ortega), en la que no creo, y la antigüedad como pueblo, que ni pone ni quita en lo que nos concierne. Nos queda la teatralidad y esa resignación conformista (campesina, diría Ortega) de quien nunca encontró utilidad en luchar contra las circunstancias (contra el clima, las inclemencias o el azar). Quizás combinando ambos factores se pueda explicar qué le pasa a Andalucía. Cuando Teresa Rodríguez se hizo esta pregunta en el debate, parecía dejarse llevar por el sentido de la teatralidad, por querer actuar como mimo de sí misma. Pero tal vez, sin quererlo, se hizo la pregunta de esta campaña: "Y Andalucía, ¿pa' cuando?".

En una de las (pocas) salidas de guion durante el debate electoral del pasado lunes entre los candidatos a las elecciones autonómicas andaluzas, Teresa Rodríguez le espetó al candidato de Ciudadanos Juan Marín: "¿Y Andalucía pa' cuándo?" (Rodríguez reprochaba la insistencia de Marín en hablar del proceso independentista en Cataluña, un asunto que en Andalucía provoca alergia en Podemos).

Teresa Rodríguez