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El armario de los fachas
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Javier Caraballo

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El armario de los fachas

Las autonómicas de Andalucía les abrieron una hoja de la puerta y las elecciones generales del 28-A les han abierto la otra, y ahí están, felices, con el entusiasmo que se les ve en los actos

Foto: Asistentes a un mitin de Vox en Palma de Mallorca. (EFE)
Asistentes a un mitin de Vox en Palma de Mallorca. (EFE)

“No te puedes imaginar lo contento que estoy desde que he salido del armario”, me ha dicho al cruzarse conmigo en la acera. Mi cara debió reflejar de inmediato mi estupefacción porque, sin dejarme decir nada, lo ha aclarado: “No, no, no, pero no es lo que estás pensando, sigo siendo heterosexual. A lo que me refiero es a la liberación que estoy sintiendo en estas elecciones porque gracias a Vox he podido salir del armario; ya no me avergüenza decir abiertamente que sí, que soy facha, y qué…”. Las autonómicas de Andalucía les abrieron una hoja de la puerta y las elecciones generales del 28 de abril les han abierto la otra, y ahí están, felices, con el entusiasmo que se les ve en los actos, liberados de un complejo que los mantenía incómodos en sociedad, ante cualquier debate. Ahora sí, ahora que van saliendo del armario, abrazan a Vox públicamente y admiten sin complejos lo que siempre han sido, lo que siempre se han sentido. Los fachas han salido del armario.

La palabra ‘facha’, aunque tenga un origen etimológico determinado, vinculado al fascismo italiano, tiene una extensión distinta en España. Cuando se populariza el término es, fundamentalmente, tras la muerte de Franco, y podría decirse que, entre nosotros, un facha ha estado más vinculado a los nostálgicos y defensores del régimen anterior que a un colectivo que defiende los principios del fascismo italiano.

Foto: Todo listo en el Estudio 1 de Prado del Rey de TVE donde se celebrará este 22 de abril de 2019 el primer debate a cuatro de la campaña del 28-A. (rtve.es) Opinión
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Como nadie discute, salvo quienes ignoran y desprecian la historia, el primero que no fue fascista fue el propio Franco, que no pasó nunca de un militar reaccionario en lo ideológico y despiadado en el ejercicio del poder. Con lo cual, el facha español es, ante todo, un reaccionario, pero no solo eso. Como dice mi compañero Ignacio Varela, que ha analizado con acierto el fenómeno de Vox, lo primero que habría que hacer es diferenciar, porque “una cosa es Vox y otra cosa son sus votantes”. En la actualidad, la base electoral sobre la que se sustenta Vox es más variopinta que el partido y sus dirigentes. Para Varela, lo único que no se puede deducir de Vox es que se trata de un movimiento fascista. Y continúa: “Yo veo más populismo del siglo XXI y pensamiento reaccionario tradicionalista español del siglo XIX”.

El sesgo populista de Vox es el que ha convertido a este partido en un movimiento transversal del que participan, como dicen algunos estudios sociológicos, antiguos votantes de izquierda. Un populismo que se vuelve antisistema, por distintas razones, y que acaba abrazando la envoltura de un partido como Vox, que, como hizo en su día Podemos, se presenta ante la sociedad como una opción política nueva, que trasciende del debate clásico de izquierda y derecha. No es cierto, obviamente, pero sirve para ese objetivo de atraer votantes del polo opuesto: Santiago Abascal se ha dirigido directamente en algunos mítines a los votantes socialistas y les ha invitado a que “recorran el camino”, como ya han hecho otros. En las elecciones andaluzas, por ejemplo, se comprobó que hasta un 15% de los votantes procedía de la izquierda. Evidentemente, no son ellos los que han salido del armario ni los que componen el grueso fundamental de los votantes de Vox, identificados con la derecha y con la extrema derecha.

Si Fraga levantara la cabeza, con ese carácter que tenía, acusaría a Santiago Abascal de haberle robado la patente política de Alianza Popular (AP). Tanta razón tendría que, de hecho, no hay nada que se parezca más que los lemas electorales de AP y los de Vox. El eslogan de 'España, lo único importante' que utilizó Fraga en 1978 es el padre legítimo del lema de Vox en estas elecciones, un imperativo 'Por España' que suena a arenga militar y resume bien el principal sesgo ideológico de este partido, un nacionalismo español severo y regresivo que vuelve a defender España como un Estado centralista y señala a las autonomías como el principal responsable de nuestros problemas.

No hay nada que se parezca más que los lemas electorales de AP y Vox. El eslogan de 'España, lo único importante' que utilizó Fraga en 1978

El orgullo del facha español, el que ha salido del armario, está íntimamente ligado a ese discurso, desarrollado sin los complejos que, hasta ahora, le han achacado a los dirigentes del Partido Popular. Pero no es lo único, el movimiento reaccionario que supone Vox también incluye, junto a la defensa de España, un alegato en favor del cristianismo como sostén moral de la sociedad española. Lo uno no funciona sin lo otro, pero el fenómeno va más allá.

A partir de esas dos patas fundamentales, esta Alianza Popular resucitada o reencarnada incluye otros elementos que son los que, llevados al extremo, convierten a Vox en un elemento perturbador de la convivencia. Se puede entender la defensa del cristianismo como modelo, de sus valores y de las aportaciones a la sociedad occidental, pero si se pretende hacer a costa del rechazo de otras religiones, sobre todo del islam, lo que se olvidan son los principios fundamentales de tolerancia y de respeto que representa.

Cuando los dirigentes de Vox afirman que España está amenazada por el islamismo y el comunismo, cuando piden muros y expulsiones, están fabricando una mezcla explosiva del pensamiento reaccionario y del populismo de este principio de milenio. Se pueden censurar los excesos y los absurdos de género del feminismo radical, pero extenderlos hasta la sospecha de toda denuncia de maltrato es un peligroso cóctel que, además, intenta frenar la principal conquista social de la actualidad, de nuestra sociedad, el feminismo. Los fachas han salido del armario, estaban ahí, y uno hasta puede alegrarse de que afloren y de que en una democracia cada cual defienda sin complejos sus ideas. Habrá que cruzar los dedos para que todo lo malo que tiene la polarización de una sociedad como la española lo contemplemos con el paso de los años como el final de un ciclo que, desde la muerte de Franco, ha durado más de 40 años.

“No te puedes imaginar lo contento que estoy desde que he salido del armario”, me ha dicho al cruzarse conmigo en la acera. Mi cara debió reflejar de inmediato mi estupefacción porque, sin dejarme decir nada, lo ha aclarado: “No, no, no, pero no es lo que estás pensando, sigo siendo heterosexual. A lo que me refiero es a la liberación que estoy sintiendo en estas elecciones porque gracias a Vox he podido salir del armario; ya no me avergüenza decir abiertamente que sí, que soy facha, y qué…”. Las autonómicas de Andalucía les abrieron una hoja de la puerta y las elecciones generales del 28 de abril les han abierto la otra, y ahí están, felices, con el entusiasmo que se les ve en los actos, liberados de un complejo que los mantenía incómodos en sociedad, ante cualquier debate. Ahora sí, ahora que van saliendo del armario, abrazan a Vox públicamente y admiten sin complejos lo que siempre han sido, lo que siempre se han sentido. Los fachas han salido del armario.

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