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¿Por qué ganó Iglesias el debate?
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José Antonio Zarzalejos

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¿Por qué ganó Iglesias el debate?

Iglesias es -muy a distancia de Rivera, que por eso resulta más solvente, por inquieto y nervioso que se mostrase en el debate- un político para impresionar a electorados volátiles sufridores de la crisis

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, minutos antes de empezar el debate a cuatro de Atresmedia. (Reuters)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, minutos antes de empezar el debate a cuatro de Atresmedia. (Reuters)

El líder de Podemos cometió errores de bulto en el debate como el de confundirse en la denominación de la compañía multinacional PricewaterhouseCoopers (PwC) (él se refirió a “House water watch cooper”), lo que descalificaría a cualquier profesional mínimamente informado. También aseguró que el referendoandaluz de 1977 (se celebró en 1980) fue de autodeterminación de la comunidad. Y es un politólogo. En un debate anterior en la Universidad, ya había confundido 'Crítica de la razón pura' de Kant citando el libro con un título errado: 'Etica de la razón pura', una obra clásica y básica. A cualquiera de sus adversarios en el debate le hubiesen crujido con esos yerros sobre cuestiones elementales.

No importa. Ganó el debate y lo hizo por la existencia de un fenómeno social que relata en 'Gobernando el vacío. La banalización de la democracia occidental' (Alianza Editorial) el fallecido experto en ciencias políticas Peter Mair. Según este autor, “los electorados se están desestructurando progresivamente, lo que deja a los medios de comunicación más espacio para fijar las agendas y exigir un esfuerzo electoral mucho mayor a partidos y candidatos. En suma, lo que vemos aquí es una forma de comportamiento electoral que cada vez es más contingente y un tipo de votante cuyas opciones parecen cada vez más accidentales o incluso fortuitas”.

Siendo la reflexión anterior enteramente cierta y demostrada en el ensayo de manera detallada y convincente, Pablo Iglesias es, justamente, el prototipo de político banal resultado de un ampuloso populismo. Lo cual tiene sus méritos, que son los que le permitieron ganar el debate. Veamos por qué:

1) Fue el que mejor se adaptó al medio televisivo porque no importaba tanto lo que decía como la forma de decirlo. Estuvo tranquilo, directo e impactante en la simplicidad de sus mensajes, que se basaban en la denuncia pero no fueron proactivos. Mostró la mucha mili televisiva que acumula.

2) Su organización copó las redes sociales antes, durante y después del debate, creando un ambiente favorable a sus intervenciones y desdeñando las de sus adversarios.

3) Apeló a las emociones y a los sentimientos reivindicativos, especialmente en su celebrado minuto de oro, instando a “no olvidar” las excrecencias del sistema.

4) Sus rivales, por distintas razones, flojearon tanto que hicieron de Iglesias el tuerto en el reino de los ciegos.

Iglesias es -muy a distancia de Rivera, que por eso resulta más solvente, por inquieto y nervioso que se mostrase en el debate- un político para impresionar a electorados volátiles sufridores de la crisis, accidentales en su opción en el sector de la izquierda decepcionada y, por lo tanto, más interesados por el vuelco que por el cambio. Iglesias se mueve en el adanismo político que consiste en el hábito de comenzar una actividad pública como si nadie lo hubiese hecho antes. Descubre todos los días el Mediterráneo.

Iglesias es un hallazgo de unos tiempos en los que la clase política se mueve en el vacío y la democracia se ha hecho banal, lo que se corresponde con electorados volátiles y descreídos. Luego, la dura realidad -¿alguien se acuerda de la Grecia de Tsipras?- suele ser otra cosa.

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El líder de Podemos cometió errores de bulto en el debate como el de confundirse en la denominación de la compañía multinacional PricewaterhouseCoopers (PwC) (él se refirió a “House water watch cooper”), lo que descalificaría a cualquier profesional mínimamente informado. También aseguró que el referendoandaluz de 1977 (se celebró en 1980) fue de autodeterminación de la comunidad. Y es un politólogo. En un debate anterior en la Universidad, ya había confundido 'Crítica de la razón pura' de Kant citando el libro con un título errado: 'Etica de la razón pura', una obra clásica y básica. A cualquiera de sus adversarios en el debate le hubiesen crujido con esos yerros sobre cuestiones elementales.