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Un País en descomposición
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Javier Pérez de Albéniz

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Un País en descomposición

Tuve la suerte de trabajar durante aproximadamente diez años en El País. Aprendí muchas cosas buenas de algunos periodistas excepcionales (desde Joaquín Vidal a Ángel Fernández

Tuve la suerte de trabajar durante aproximadamente diez años en El País. Aprendí muchas cosas buenas de algunos periodistas excepcionales (desde Joaquín Vidal a Ángel Fernández Santos), y también muchas cosas malas de algunos periodistas mediocres, arribistas, soberbios e insolidarios.

Después fiché por El Mundo, periódico al que prácticamente podría dedicar la frase anterior (cambiando el adjetivo “excepcionales” por “buenos”). Con el paso de los años he comprendido que una de las ventajas de haber trabajado en El País, a diferencia de haberlo hecho en El Mundo o en cualquier otra de las diferentes redacciones que he pisado, es todo lo que eso suponía de liberación profesional. Cuando sales de Miguel Yuste, comprendes que en el exterior, en la jungla, la vida y el periodismo continúan latiendo con la misma intensidad.

Humildad

Cebrián puso la primera piedra en la tumba de El País, un medio de comunicación de referencia unido a la historia de nuestra democracia, cuando Prisa dejó de ser una empresa familiar de los Polanco. El sector financiero se impuso al periodístico, y se comenzó a prestar más atención a los fondos especulativos que a las noticias. Ahora, despidiendo de manera infame a 129 profesionales, algunos de los cuales llevaban 30 años consiguiéndole exclusivas, el académico remata la faena.

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Cebrián y sus secuaces han ido acabando con El País, un medio supuestamente progresista, al despreciar la crítica y premiar la sumisión, al apostar por los dinosaurios y la frivolización, al dedicarse a la especulación en lugar de la investigación, al nombrar director a un hombre de paja, al utilizar el diario para venganzas personales y negocios corporativos, al infrautilizar a periodistas rebeldes, al censurar a quienes le recordaban su ludopatía, al publicar textos de Boris Izaguirre, al infravalorar la independencia, al invertir en periodismo de bajo coste y poca calidad, al gastar 2,6 millones de euros en viajes en 2011 (de los cuales solo la mitad corresponden a desplazamientos para cubrir informaciones)… El responsable de este desaguisado, presidente ejecutivo de una empresa con una deuda de más de 3.500 millones de euros, gana 13 millones de euros al año y utiliza jet privado.

Codicia

Cebrián llevaba años hundiendo El País, y la redacción de El País lo ha consentido al creerse insumergible. Error. A la falta de autocrítica debe añadirse una ausencia total de perspectiva. En mayo de 2011, ante la indiferencia de la redacción, Cebrián incorporó a Ariadnna Huffington al Consejo de Administración del periódico. “Huffington defiende valores clásicos del periodismo en la nueva era”, titulaba El País hace un año. El pasado mes de junio arrancó la versión española del Huffington Post, participado al 50% por Prisa: “El gran fenómeno mediático del nuevo siglo ya tiene una sede en Madrid, en el edificio en que se confecciona EL PAÍS”, se podía leer en este último diario.

El HuffPost es un medio de comunicación con una redacción formada por solo ocho trabajadores que vive de “agregar” contenidos de otros medios y paga a sus colaboradores con “visibilidad”. Toda una declaración de principios. La redacción y el comité de empresa de El País permanecieron impasibles ante este nuevo modelo de negocio, un hermano bastardo que dejaba entrever las intenciones de la empresa: contenidos gratuitos para el lector… y para la empresa. El antónimo del modelo que hizo grande a El País, basado en el periodismo de calidad.

El nacimiento del HuffPost prácticamente coincidió con unas declaraciones explosivas de Cebrián, en las que acusaba a la plantilla del mejor periódico de España de estar envejecida, ser cara y carecer de perfil digital. “No podemos seguir viviendo tan bien”, sentenció el académico. Solo entonces comenzó a abrirse una brecha entre la redacción y la dirección del periódico. Ya era tarde. Sin haber tenido un solo semestre de pérdidas en 28 años, El País puso en marcha un ERE. El diario que criticó la reforma laboral del PP la ha aplicado con dureza para despedir de forma indigna a 129 trabajadores

Coherencia

Seguramente estemos asistiendo al comienzo del fin de El País. Una noticia triste para la sociedad española, necesitada de periodismo de calidad. Pero no más triste que la agonía y muerte de otros medios de comunicación: El País no tiene, nunca lo ha tenido, la exclusividad del periodismo de calidad. Desde el inicio de la crisis económica, más de 57 medios han cerrado en nuestro país, y 10.265 periodistas han perdido su trabajoPúblico, El Mundo, Efe, El Correo, CNN +, televisiones autonómicas…

Tuve la suerte de trabajar durante aproximadamente diez años en El País. Aprendí muchas cosas buenas de algunos periodistas excepcionales (desde Joaquín Vidal a Ángel Fernández Santos), y también muchas cosas malas de algunos periodistas mediocres, arribistas, soberbios e insolidarios.

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