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El ‘buenísimo’ de Zapatero pasa por Salamanca y la Cadena Ser: todo el mundo es bueno, menos el PP
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Antonio Casado

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El ‘buenísimo’ de Zapatero pasa por Salamanca y la Cadena Ser: todo el mundo es bueno, menos el PP

Zapatero, en estado puro. Todo el mundo es bueno, no hay nada de qué preocuparse, todo saldrá bien. Salamanca, el sábado. La SER, el domingo. Estatut,

Zapatero, en estado puro. Todo el mundo es bueno, no hay nada de qué preocuparse, todo saldrá bien. Salamanca, el sábado. La SER, el domingo. Estatut, terrorismo, hambre y analfabetismo en Sudamérica, presión migratoria, concepto de Nación... Pero tiene fórmula mágica. ¿Su secreto? Que confía en los españoles, dice, y no como otros (leña al PP, “no me da miedo, me da tristeza”, dijo).

Lo que no sabemos es si los españoles confían en él llegados a este punto de efervescencia, al menos verbal, que permite al PP anunciar la ruptura de España y proyecta una caída del PSOE en los sondeos.

En la SER Zapatero no dijo nada nuevo. Si acaso, volver a precisar que el diálogo con ETA sólo puede ser el efecto, y no la condición previa, del abandono de las armas. Del Estatut, la doctrina oficial: uno, queda mucho partido; dos, el texto se adaptará a la Constitución, y tres, reconocimiento de la identidad catalana sin menoscabo de la unidad nacional. Pero seguimos sin saber cómo se hará todo eso.

En Salamanca fue especialmente duro contra las plagas del analfabetismo y la injusticia social. También arremetió contra la plaga de quienes no nos creemos la utilidad práctica de cumbres como la clausurada el sábado. En la histórica capilla del colegio Fonseca decía el presidente del Gobierno que la lucha contra la pobreza es objetivo prioritario en la agenda sudamericana.

Podríamos tomar como unidad de medida la lucha contra el analfabetismo, la capacidad de protegerse frente a las catástrofes naturales, profundización en la democracia, la seguridad jurídica y otros índices que, por desgracia, no han mejorado con las solemnes proclamaciones anuales de estas cumbres. Pero sirva de referente el nivel de empobrecimiento alcanzado en estos países.

La desigualdad social en el subcontinente ha aumentado a lo largo de los quince años transcurridos desde a primera cumbre iberoamericana, en Guadalajara (Méjico). Eso quiere decir que, al menos en catorce de quince ocasiones nos han tomado el pelo, pues las medidas adoptadas no sirvieron de nada. Por eso las opiniones públicas de estos países, incluido el nuestro, siguen viendo estos eventos anuales, y su retahíla final de buenas intenciones, como una forma de hablar por no callar. Por cierto, muy costosa.

La pregunta queda en el aire a la espera de que Moncloa facilite la cifra exacta: ¿Cuántas necesidades podrían remediarse en el mapa de la miseria de esta zona del mundo con lo que ha costado organizar la cumbre de Salamanca? No deja de ser una paradoja que resulte más barato remediar que montar un acontecimiento para pregonar la necesidad de remediar.

Si nos adentramos en el resto de los asuntos presentes en la declaración final, no es menor la sensación de renovada inutilidad de esta bulliciosa cita. Este año, con estúpida controversia semántica a la hora de condenar el cerco político y económico de EEUU al régimen castrista. En todo caso, menos cruento que el decretado por las bravas contra el régimen de Sadam Husein.

¿Y qué? Si EEUU se pasa por el arco del triunfo la misma condena formulada por la ONU en noviembre de 2003 (por cierto, con el apoyo del Gobierno Aznar), podemos imaginar el efecto que puede hacerle esta proclama de los presidentes iberoamericanos reunidos en la España de Zapatero.

Menos gracia tendría que se pasara por ese sitio la petición de que entregue o juzgue al terrorista Posadas Carriles, que cuenta con un lamentable historial de atentados, desde ataques a sedes diplomáticas cubanas hasta la colocación de bombas en hoteles internacionales y la voladura en el aire de un avión de pasajeros.

Zapatero, en estado puro. Todo el mundo es bueno, no hay nada de qué preocuparse, todo saldrá bien. Salamanca, el sábado. La SER, el domingo. Estatut, terrorismo, hambre y analfabetismo en Sudamérica, presión migratoria, concepto de Nación... Pero tiene fórmula mágica. ¿Su secreto? Que confía en los españoles, dice, y no como otros (leña al PP, “no me da miedo, me da tristeza”, dijo).