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Realismo y generosidad en el mutis de Acebes
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Antonio Casado

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Realismo y generosidad en el mutis de Acebes

Demasiado olor a azufre en las glosas de la renuncia de Acebes como secretario general del PP. Mientras el antimarianismo mediático habla de plantón a Rajoy,

Demasiado olor a azufre en las glosas de la renuncia de Acebes como secretario general del PP. Mientras el antimarianismo mediático habla de plantón a Rajoy, los medios próximos al Gobierno sostienen que es Rajoy quien decide deshacerse de Acebes. Tan mezquino y tan incompleto es decir que se va como decir que le echan. Por encima de tan bizantino debate, a mi juicio, el gesto de Ángel Acebes anunciando su fecha de caducidad como número dos del PP, está cargado de realismo y de generosidad a partes iguales.

Hay generosidad porque no se marcha a la francesa (de portazo, nada), pues mantiene el compromiso asumido con su partido y con quien lo designó para el cargo, hasta la elección de su sustituto en el próximo congreso nacional. Y hay realismo porque asume oficialmente el secreto a voces de que Rajoy no contaba con él, aunque en las hemerotecas queda constancia de que se va por propia voluntad: "Le he pedido a Rajoy que no cuente conmigo en la nueva etapa".

De esa forma tan elocuente Acebes cierra una situación muy incómoda para él. Su continuidad como secretario general estaba siendo objeto de chanzas y no tenía necesidad de aguantarlo. Aún así, por lealtad, se avino a concertar con el presidente del partido el modo de levantar acta de su provisionalidad como número dos del PP. Al pregonarlo en la plaza pública, ahora ya sabemos que es un secretario general en funciones hasta el XVI congreso. Sabemos también que ha tenido la honradez de no irse con cajas destempladas ni protagonizar una salida unilateral.

Toda la escenificación de su comentadísimo mutis político de anteayer estaba perfectamente pactada con Rajoy, al que le pone más fácil la tarea de elegir nuevo equipo para nueva singladura. Una prueba más de la generosidad de Acebes quien, como queda dicho, cumple con su deber hasta el final, sin abandonar ninguna de sus funciones como secretario general, las mismas que ha venido ejerciendo con total lealtad al líder, como tantas veces le he oído comentar al propio Rajoy cuando le zumbaban en los oídos las descalificaciones externas -y alguna interna-, contra su secretario general.

Esa nunca desmentida identificación de Rajoy con su número dos (el partido), y también con su número tres, Eduardo Zaplana (el grupo parlamentario) sí desmiente ahora la credibilidad de la operación renovadora puesta en marcha por el número uno. Si los tres jugaban en el mismo equipo la renovación bien entendida empieza por uno mismo. O no es tal si afecta a todos menos al líder porque todos ellos formaron parte del mismo proyecto que naufragó en las urnas del 9-M.

Con esa contradicción arranca la nueva hoja de ruta de Rajoy. Un lastre tan pesado como lo fue la inercia y la herencia aznarista que no supo, no pudo o no quiso quitarse de encima en el otoño de 2004, al hacerse con las riendas en el anterior congreso nacional del PP. Como tantas y tantas veces he escrito, creo que la rectificación es tardía. Además, ahora hay demasiado olor a azufre en un partido que está al final de un ciclo. Y cuanto antes busquen la solución en el aglutinante generacional, empezando por arriba, claro, antes empezará la remontada.

Demasiado olor a azufre en las glosas de la renuncia de Acebes como secretario general del PP. Mientras el antimarianismo mediático habla de plantón a Rajoy, los medios próximos al Gobierno sostienen que es Rajoy quien decide deshacerse de Acebes. Tan mezquino y tan incompleto es decir que se va como decir que le echan. Por encima de tan bizantino debate, a mi juicio, el gesto de Ángel Acebes anunciando su fecha de caducidad como número dos del PP, está cargado de realismo y de generosidad a partes iguales.

Ángel Acebes