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Rajoy crece en Valencia y Aznar certifica la muerte del aznarismo
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Antonio Casado

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Rajoy crece en Valencia y Aznar certifica la muerte del aznarismo

Mariano Rajoy no podía haber imaginado mejor forma de escenificar su golpe de timón que los desplantes de Aznar. Gracias a éste, el PP ya es

Mariano Rajoy no podía haber imaginado mejor forma de escenificar su golpe de timón que los desplantes de Aznar. Gracias a éste, el PP ya es mucho menos aznarista. El ex presidente del Gobierno prestó su impagable colaboración con un discurso que refuerza la voluntad de apertura expresada por Rajoy en el congreso de Valencia.

El feo que le hizo en la jornada inaugural del viernes ya era un excelente comienzo para hacer más fácil la tarea de encerrar el aznarismo bajo siete llaves. Pero cuando volvió a marcar distancias en su intervención del sábado, con veladas críticas al liderazgo de Rajoy, el ahora empleado de Rupert Murdoch le acabó de hacer el trabajo a su sucesor en la presidencia del PP.

En clave interna es, a mi juicio, lo más relevante del congreso nacional del PP, clausurado ayer a mediodía con el discurso de un Rajoy constantemente interrumpido por los aplausos de los compromisarios. "A mí me habeis elegido vosotros, no una multinacional", dijo, por si había dudas sobre el cordón sanitario con el que este PP alumbrado el fin de semana quiere cercar lo que queda del aznarismo. Con cuatro años de retraso lo hace Rajoy. Es verdad. Pero nunca es tarde si la dicha es buena. González Pons, vicesecretario general y nueva banda sonora del principal partido de la oposición, lo tiene claro: "El PP ha celebrado en Valencia el final de un ciclo".

Otra buena noticia de este congreso es el anuncio de una oposición constructiva al Gobierno de Zapatero. Sin renunciar en absoluto a la dureza en el legítimo marcaje al Ejecutivo, Rajoy confirmó ayer su plena disposición a entenderse con los socialistas en los grandes temas de Estado y "hacer todo lo que esté en nuestra mano para que el Gobierno se equivoque lo menos posible".

Esa voluntad de torear en los medios, o sea, de integrarse en el paisaje político nacional sin dar la impresión de estar arrinconados, tiene una especial significación en el caso del nacionalismo vasco. Es cada día más evidente que el PP está preparando el camino para una futura colaboración política con el PNV, cuyo sustrato ideológico, en la derecha de toda la vida (ojo, no mezclar los planteamientos territoriales), es cuña de la misma madera.

Si en su día fue posible con Aznar, Cascos y Mayor Oreja (1996-2000), con mucha más razón lo será con Antonio Basagoiti. Pero no hubiera sido imposible con María San Gil y las tesis que ésta había llevado a la ponencia política. Con la salida de San Gil y la supresión de esas duras referencial al PNV, cuyo compromiso en la lucha antiterrorista se llegaba a poner en duda, no es descartable una eventual convergencia de intereses PNV-PP frente a una verosímil victoria del socialista Patxi López en las próximas elecciones autonómicas.

Respecto al apoyo recibido por Rajoy y su equipo entre los más de 3.000 compromisarios asistentes al congreso (84% a favor y 16% en blanco), viene a desmentir el síndrome búlgaro anunciado por el antimarianismo. Nada que ver, por supuesto, con el 99,5 % obtenido por Aznar en el congreso de 2002. Aquél sí fue un congreso a la búlgara. Y se celebró exactamente con las mismas reglas que éste, pero entonces no tocaba predicar la democracia interna.

Mariano Rajoy no podía haber imaginado mejor forma de escenificar su golpe de timón que los desplantes de Aznar. Gracias a éste, el PP ya es mucho menos aznarista. El ex presidente del Gobierno prestó su impagable colaboración con un discurso que refuerza la voluntad de apertura expresada por Rajoy en el congreso de Valencia.

Mariano Rajoy José María Aznar Botella