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Caso Gómez de Liaño: revolcón del Tribunal de Estrasburgo a la imagen de España
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Antonio Casado

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Caso Gómez de Liaño: revolcón del Tribunal de Estrasburgo a la imagen de España

El juez Javier Gómez de Liaño (excedente) no fue juzgado por un tribunal independiente e imparcial cuando la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo le

El juez Javier Gómez de Liaño (excedente) no fue juzgado por un tribunal independiente e imparcial cuando la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo le condenó por prevaricación en 1999 en el caso Sogecable. Ni cuando el Tribunal Constitucional le denegó el amparo en 2003. Lo acaba de sentenciar el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.

Salvo error u omisión, es la primera vez que el Tribunal de Estrasburgo se lleva por delante en la misma tacada a los dos altos tribunales españoles en un asunto relacionado con la aplicación de la tutela judicial efectiva, descrita en la Constitución Española como un derecho fundamental del ciudadano. Es el fondo de la cuestión. Nada grato para la imagen de España, por cierto. Dicho lo cual, ustedes me van a permitir una confesión de parte. La que merece Gómez de Liaño de quienes, en su día, también fuimos injustos a la hora de procesar sus intenciones cuando decidió actuar judicialmente contra Jesús Polanco (q.e.p.d) y su poderoso grupo mediático.

Uno frecuentaba por aquel entonces las tertulias de la cadena COPE (La Linterna de Federico J. Losantos). Nunca olvidaré su tolerante y caballerosa reacción ante mis posiciones discrepantes con dicha actuación. Un día, con el juez de invitado, éste estuvo más razonador y más comprensivo que mis propios contertulios frente a los reproches que formulé en antena respecto a sus medidas, como retirarle el pasaporte a Polanco, que yo entendía conectadas a ciertos sectores políticos y mediáticos próximos al PP.

Desde entonces me siento en deuda moral con él, acrecentada con el paso del tiempo y el nacimiento de una amistad personal. La deuda estaba pendiente y la amistad me ha servido para reconocer en este hombre a "un juez que está en medio de los demás hombres para hacer una Justicia a la medida de los hombres", como escribe en su libro Pasos Perdidos. Con esta coda: "Y el juez que aspire a ser otra cosa comete un error imperdonable". Es la sencilla declaración de principios de quien jamás se sintió en posesión de la verdad pero jamás traficó con sus principios. Después de conocerle y acumular suficientes elementos de juicio para descifrar con fundamento su actuación en el caso Sogecable -más de diez años ya desde que Jesús Polanco se querelló contra el juez el 26 de septiembre de 1997-, eso supone que Gómez de Liaño pudo equivocarse pero no fue un prevaricador.

El Tribunal de Estrasburgo no entra a juzgar su conducta respecto a esa tremenda acusación formulada en su día por el magistrado Martin Canivell y confirmada luego por el Supremo. El Tribunal de Estrasburgo, en nombre de los derechos humanos, simplemente dice que no tuvo un juicio justo porque el tribunal no fue imparcial. Que Gómez de Liaño pudo equivocarse pero no es un prevaricador lo dice el firmante de este comentario con todas las consecuencias, basándose en unos elementos de juicio bastante más seguros e inconfundibles que los utilizados en técnica procesal.

La última prueba de su pasión por una Justicia igual para todos, y no "arrogante con los débiles y débil con los arrogantes", la volvió a dar ayer cuando, después de comentar lo suyo y hablar de su actual trabajo, me dijo: "En mi despacho de abogado jamás permito que alguien hable mal de un juez".

El juez Javier Gómez de Liaño (excedente) no fue juzgado por un tribunal independiente e imparcial cuando la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo le condenó por prevaricación en 1999 en el caso Sogecable. Ni cuando el Tribunal Constitucional le denegó el amparo en 2003. Lo acaba de sentenciar el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos.

Javier Gómez de Liaño