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Tiempo nuevo en Euskadi: hola a Patxi López y adiós a Ibarretxe
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Antonio Casado

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Tiempo nuevo en Euskadi: hola a Patxi López y adiós a Ibarretxe

Con el apoyo de la mayoría absoluta del Parlamento vasco, pendiente hasta mañana de inserción en los boletines oficiales del Estado y del País Vasco, así

Con el apoyo de la mayoría absoluta del Parlamento vasco, pendiente hasta mañana de inserción en los boletines oficiales del Estado y del País Vasco, así como del juramento junto al Árbol de Guernika,  el socialista Patxi López se convirtió a última hora de la tarde de ayer en el nuevo lehendakari. Su  horizonte programático es la reconquista de la normalidad en el único rincón de España donde la amenaza permanente de una banda terrorista ha impedido la implantación de una democracia real a lo largo de los últimos treinta años.

 

Patxi López, que lleva el mismo apellido del fundador de Bilbao (Diego López de Haro), encajó su discurso de investidura entre los cuatro puntos cardinales de su hoja de ruta: defensa de la Constitución Española, lucha permanente contra ETA, renuncia al soberanismo e integración de la diversidad de los vascos en la mejora de su autogobierno y su calidad de vida. Tareas cargadas de sentido común que parecen titánicos desafíos de la realidad. Pero se comprende si hablamos de Euskadi, donde la normalidad ha permanecido secuestrada en el gran zulo del laberinto vasco.

En los mismos puntos cardinales del discurso de López enmarcó Antonio Basagoiti (PP) su intervención, en nombre de los trece diputados de su partido que garantizarán la estabilidad del nuevo Gobierno. Ambos asumen la responsabilidad de demostrar que sobre los vascos no caerán las siete plagas por verse privados de un Gobierno nacionalista. Y sobre sus respectivos jefes de fila, Zapatero y Rajoy, recae la responsabilidad de no mezclar su entente vasca en la lucha por la Moncloa.

Si el tándem no excluyente de López y Basagoiti representa el futuro, Juan José Ibarretxe, el candidato rechazado (35 votos, que no le alcanzaron para repetir como lehendakari), fue una bien acabada escenificación del pasado, incluido el mutis final. A estas horas ya es otro ser de lejanías. De esos que se alejan de las cosas al ver cómo las cosas se van alejando de ellos.

El anuncio de su retirada de la vida política se convierte así en el broche lógico de un discurso cargado de pasado, aún bajo los efectos de un fuerte ataque de contrariedad. Lo cual le lleva a valorar la presencia de un no nacionalista en Ajuria Enea como una violación de la naturaleza de las cosas. Eso explica que ayer, en vez de intentar ganarse a los diputados para la causa de su candidatura y su programa político, se dedicara a deslegitimar la convergencia de los partidos comprometidos con la Constitución y a anunciarle todo tipo de desgracias al futuro Gobierno: “Débil, frentista e inestable”. Dicho fue desde la lejanía de un político amortizado.

Con la marcha de Ibarretxe se cierra el capítulo de mayor atrevimiento en la ensoñación soberanista del nacionalismo vasco, que comenzó con el pacto de Lizarra. Frentismo abertzale por la autodeterminación, la territorialidad y el cambio de marco político. Las tres utopías, debidamente envasadas en los dos intentos asociados al nombre del susodicho, se desvanecieron a su paso por el Congreso de los Diputados.

Y con la llegada de Patxi López se abre un tiempo nuevo cuya “utopía” debe ser el reinado de la normalidad. Nada más y nada menos, tratándose de este atormentado rincón de la geografía nacional.

Con el apoyo de la mayoría absoluta del Parlamento vasco, pendiente hasta mañana de inserción en los boletines oficiales del Estado y del País Vasco, así como del juramento junto al Árbol de Guernika,  el socialista Patxi López se convirtió a última hora de la tarde de ayer en el nuevo lehendakari. Su  horizonte programático es la reconquista de la normalidad en el único rincón de España donde la amenaza permanente de una banda terrorista ha impedido la implantación de una democracia real a lo largo de los últimos treinta años.

Patxi López