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Abortar a los 16: las trampas de un debate cargado de malicia
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Antonio Casado

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Abortar a los 16: las trampas de un debate cargado de malicia

Mediante el viejo truco del sondeo por encargo, como la paella del domingo, el más conspicuo de los diarios madrileños, generalmente próximo a las tesis socialistas,

Mediante el viejo truco del sondeo por encargo, como la paella del domingo, el más conspicuo de los diarios madrileños, generalmente próximo a las tesis socialistas, echaba ayer un cable a quienes reprueban que las jóvenes de 16 y 17 años puedan interrumpir un embarazo sin permiso paterno. Tal periódico nos informa de que esa hipótesis produce un mayoritario rechazo social y genera discrepancias internas en el PSOE. Pero al igual que la derecha y los sectores religiosos, deja sin responder la pregunta del millón: ¿Qué hacer con la joven insumisa?, ¿meterla en la cárcel?, ¿formarle un consejo de guerra?, ¿multarla? ¿castigarla sin cenar?

 

Este nuevo salto en la presión sobre Moncloa coincide con la prórroga solicitada por el Consejo General del Poder Judicial para elaborar su informe al anteproyecto. Y también incurre en el sobreentendido de los aguerridos defensores de la patria potestad frente a la autonomía de la menor. El sobreentendido, cargado de malicia consciente, consiste en atribuir al denostado inquilino de la Moncloa la intención de promover la desobediencia de la hija o fomentar el aborto a espaldas de la familia. Como si estuviera en la mano del Gobierno el poder de condicionar las relaciones familiares. Es el padre el que consiente o deja de consentir, si la hija se lo cuenta antes. Y no es el presidente del Gobierno quien va a dictar a la niña lo que debe hacer. Obviamente Zapatero es partidario de que la chica consulte a los padres y actúe siempre con su complicidad y su arropamiento.

Lo deseable para cualquiera con sentido común es que la menor consulte con los padres ¿Y quién se lo impide? Sin embargo, es lugar común que el PSOE, una bien acabada encarnación del mal, supuestamente adicto a la “cultura de la muerte”, está preparando una iniciativa legal para fomentar la insumisión de las menores y predicar las ventajas de abortar a espaldas de los padres. Falso de toda falsedad. Demagogia de la peor especie.

La futura ley promoverá la complicidad de la chica con sus padres, e incluso el deber moral de consultar y dejarse aconsejar por sus progenitores. Se trata de crear las condiciones para que la menor no interrumpa el embarazo a espaldas de sus padres o en contra de su opinión. Pero el prisma del legislador ha de ser estrictamente civil. Los poderes públicos deben ajustar el Derecho al hecho. Y es un hecho que son numerosas las menores que ya están abortando sin conocimiento y sin consentimiento paterno. Eso sí, a escondidas y a saber en qué condiciones.

Lo suyo es crear las condiciones objetivas para que la menor embarazada decida con el consentimiento de sus padres. Pero ni Zapatero ni el BOE pueden decretar las condiciones subjetivas que forjan la complicidad o la confianza entre una hija y sus padres. Por tanto, es absolutamente razonable, consecuente, lógico, que la ley otorgue la última palabra a la chica, tanto para abortar, aunque los padres se opongan, como para continuar con el embarazo, en el caso no improbable de que fueran los padres quienes le aconsejaran la interrupción.

El retoque legal es muy sencillo. Se trataría de suprimir de la vigente Ley de Autonomía del Paciente la excepción del aborto en el artículo que otorga a una menor (16 o 17 años) la capacidad de decidir sobre su propio cuerpo.

Mediante el viejo truco del sondeo por encargo, como la paella del domingo, el más conspicuo de los diarios madrileños, generalmente próximo a las tesis socialistas, echaba ayer un cable a quienes reprueban que las jóvenes de 16 y 17 años puedan interrumpir un embarazo sin permiso paterno. Tal periódico nos informa de que esa hipótesis produce un mayoritario rechazo social y genera discrepancias internas en el PSOE. Pero al igual que la derecha y los sectores religiosos, deja sin responder la pregunta del millón: ¿Qué hacer con la joven insumisa?, ¿meterla en la cárcel?, ¿formarle un consejo de guerra?, ¿multarla? ¿castigarla sin cenar?