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El himno nacional vuelve a sonar en los Campos Elíseos
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Antonio Casado

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El himno nacional vuelve a sonar en los Campos Elíseos

Para un español bien nacido no es ninguna tontería escuchar el himno nacional en los Campos Elíseos de París. Y van cinco seguidos. Lo siento por

Para un español bien nacido no es ninguna tontería escuchar el himno nacional en los Campos Elíseos de París. Y van cinco seguidos. Lo siento por don José Montilla, presidente de la Generalitat de Cataluña, que ayer mismo, en unas declaraciones de prensa,  consideraba “casposo” “antiguo” e “innecesario” recrearse tanto en “lo de la unidad de España”. Eso dice desde una forzada lejanía. Impostada lejanía. Como si estuviera haciendo los deberes en vísperas del stress test electoral que le espera a la vuelta del verano.

Comenta Montilla por enésima vez la sentencia sobre el Estatut. Puede deducirse, por extensión, que la misma contrariedad que le causa la insistencia del Tribunal Constitucional en la “indisoluble unidad de España” debe causarle el reiterado protagonismo del himno nacional por tantos triunfos deportivos asociados a la marca España en estas últimas semanas. Asociados también a nombres tan queridos como el mallorquín Rafa Nadal, el asturiano Fernando Alonso, el castellano-manchego Andrés Iniesta u otros tan catalanes o más que Montilla, como Carles Pujol y Xavi Hernández.

Todos ellos nos hicieron vibrar en nombre de lo común. Ese vínculo sentimental que, como decía don Antonio Maura, no permite hablar de una Nación como si fuera un simple amontonamiento de individuos compartiendo el mismo territorio. Ese algo más que volvimos a sentir ayer tarde al escuchar el himno nacional después de que un ciclista español haya ganado el Tour de Francia por quinta vez. Tres de ellos, con el mismo, Alberto Contador, el ciclista de Pinto (Madrid) en lo más alto del podium.

A falta del privilegio de la presencia física en Paris, sólo al alcance de unos cuantos actores vinculados al acontecimiento o espectadores ocasionales, millones de españoles pudieron volver a compartir esa emoción ayer por la tarde gracias a la televisión. Pero no solo hablamos de emociones cuando se toca esa fibra sensible al tocar la histórica Marcha Granadera (o Marcha Real), como himno nacional español.

Se toca también la tecla del prestigio de un país en el concierto de las naciones. Es el patriotismo postmoderno y consiste en la aplicación práctica de la llamada “diplomacia pública”. Así llaman los expertos en política internacional a la alianza no escrita de todos los elementos materiales y humanos de un país para la promoción de su imagen en un mundo globalizado.

Es decir, la imagen de marca de un país. Fundamental para el turismo, los negocios, los intercambios culturales, la cooperación internacional, etc. En definitiva, para los intereses de ese país, cuya defensa será tanto más fácil cuanto la imagen del mismo (cultural, deportiva, económica…) sea más sugestiva, más apetecible, más deseable, más potente.

Aplíquese a la España de aquí y ahora. No sólo es cosa del Gobierno o nuestros diplomáticos la promoción de una buena imagen de marca internacional. Tanto arrima el hombro en ese sentido Alberto Contador, al hacer que el himno nacional vuelva a sonar en los Campos Elíseos como los bancos españoles al lograr altos coeficientes de resistencia frente a la crisis económica.

Para un español bien nacido no es ninguna tontería escuchar el himno nacional en los Campos Elíseos de París. Y van cinco seguidos. Lo siento por don José Montilla, presidente de la Generalitat de Cataluña, que ayer mismo, en unas declaraciones de prensa,  consideraba “casposo” “antiguo” e “innecesario” recrearse tanto en “lo de la unidad de España”. Eso dice desde una forzada lejanía. Impostada lejanía. Como si estuviera haciendo los deberes en vísperas del stress test electoral que le espera a la vuelta del verano.

Tour de Francia Alberto Contador Consejo Superior de Deportes (CSD) José Montilla