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La sonrisa de Cospedal y la mala sintonía Aznar-Rajoy
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Antonio Casado

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La sonrisa de Cospedal y la mala sintonía Aznar-Rajoy

Lo de Cospedal tiene mérito. Hace falta mucho temple para torear una pregunta tras otra de los periodistas sobre Bárcenas sin salirse del guion (respeto a

Lo de Cospedal tiene mérito. Hace falta mucho temple para torear una pregunta tras otra de los periodistas sobre Bárcenas sin salirse del guion (respeto a las decisiones judiciales) y sin abandonar la sonrisa. Tanto como para disimular la tensión que flotaba en su cita de ayer por la mañana con José María Aznar, enfurruñado por una filtración sobre los viajes que, aún como expresidente, le seguía gestionando el cerebro de Gürtel, Francisco Correa, con cargo a la caja de Moncloa.

Lo de Aznar viene de lejos. Y no me refiero a sus ataques de contrariedad por la desidia de los altos responsables de su partido cuando se trata de pararle los golpes, porque eso es nuevo. Me refiero a la distancia política y personal que mantiene con Mariano Rajoy desde la primavera de 2008. La distancia no ha dejado de aumentar. Entre otras cosas por el caso Bárcenas, que deja ver dos formas de reaccionar ante el escándalo. Por un lado, la de quienes gobernaron: los años gloriosos de Correa y Bárcenas les pillan de lleno. Por otro, la de quienes gobiernan: tanto desde Génova (Cospedal) como desde Moncloa (Soraya) miran a Gürtel y al cajero desleal como una herencia tóxica.

El caso Bárcenas deja ver dos formas de reaccionar ante el escándalo. Por un lado, la de quienes gobernaron: los años gloriosos de Correa y Bárcenas les pillan de lleno. Por otro, la de quienes gobiernan: tanto desde Génova (Cospedal) como desde Moncloa (Soraya) miran a Gürtel y al cajero desleal como una herencia tóxicaPero, insisto, la mala sintonía entre sucedido y sucesor, Aznar y Rajoy, viene desde hace cinco años y no para de crecer. Afloró, ya sin miramientos, en el golpe bajo que el expresidente propinó con malicia televisada a su continuador en Moncloa y se volvió a ver en su conferencia del siglo XXI. Erre que erre, ahora han sido unas declaraciones al ABC, en las que reitera sus críticas al presidente del Gobierno por pasividad ante el secesionismo y desacierto ante la crisis económica.

Se palpa el morbo y la expectación en vísperas del previsto encuentro Aznar-Rajoy, el domingo que viene en la clausura del campus de FAES. Esperemos que el expresidente no le haga el mismo feo que ayer le hizo a Cospedal, cuando no quiso soltar su discurso al lado de la secretaria general del PP (se limitó a presentarla). Si ocurriese, Rajoy no cambiaría de táctica frente a los ataques de Aznar: mirarle como las vacas miran al tren. Algo muy parecido a una resignada indiferencia. Ni media palabra a modo de réplica. Nada que otros puedan interpretar como respuesta a las pedradas verbales del expresidente.

Esa forma de reaccionar por parte del sucesor -marianismo en estado puro- es lo que aumenta la irritación de Aznar y le hace perder los papeles. Si sigue así, lo de “estoy aquí” que dice cuando le preguntan por un eventual retorno a la política activa, se va a quedar, efectivamente, en bengala de náufrago. Así transmite su posición en las coordenadas de un tiempo pasado, según dijo el presidente del Congreso, Jesús Posada, cuando alguien quiso preguntarle por la muestra de deslealtad televisada que el expresidente le dedicó a Rajoy en su día.

Lo de Cospedal tiene mérito. Hace falta mucho temple para torear una pregunta tras otra de los periodistas sobre Bárcenas sin salirse del guion (respeto a las decisiones judiciales) y sin abandonar la sonrisa. Tanto como para disimular la tensión que flotaba en su cita de ayer por la mañana con José María Aznar, enfurruñado por una filtración sobre los viajes que, aún como expresidente, le seguía gestionando el cerebro de Gürtel, Francisco Correa, con cargo a la caja de Moncloa.

Mariano Rajoy José María Aznar Botella María Dolores de Cospedal