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La pitada y la sonrisa de Mas
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Antonio Casado

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La pitada y la sonrisa de Mas

Hacer como si no hubiéramos oído la estruendosa protesta del Camp Nou contra el himno de España sería el síntoma de otro padecimiento que se llama desidia institucional

Foto: El rey Felipe junto a Villar y Artur Mas en el palco del Camp Nou. (Reuters)
El rey Felipe junto a Villar y Artur Mas en el palco del Camp Nou. (Reuters)

La pitada es el síntoma y el mal se llama desafección. Vale. Eso tiene que ver con la política, regida por principios de oportunidad y conveniencia. Pero hacer como si no hubiéramos oído la estruendosa protesta del Camp Nou contra el himno de España sería el síntoma de otro padecimiento que se llama desidia institucional. Y eso tiene que ver con el Estado de derecho, que se rige por el principio de legalidad. A la espera de algún remedio político para la desafección de una parte de los catalanes y otra de los vascos, los poderes públicos están obligados a cumplir y hacer cumplir la ley. Está muy clara en relación con “las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus comunidades autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad” (artículo 543 del Código Penal).

Véase cómo la ley impone por igual el respeto a los símbolos nacionales y autonómicos en el marco de un sistema democrático representado en la figura de Felipe VI, la misma persona que el sábado noche presidía el partido Atlético de Bilbao-Barcelona. De modo que disputar una final de Copa en nombre del Rey (de eso se trataba) y cumplir las leyes en nombre del Rey (de eso se trata en una monarquía constitucional) se acoplan en una misma lógica.

Es inaceptable el escapismo de quienes prefieren acogerse a la existencia de una doble lógica, deportiva y política, en este tipo de acontecimientos, por mucho que la magia de Leo Messi nos haga olvidar la irresponsabilidad de quienes hicieron el masivo reparto de silbatos y la mala educación de quienes los usaron para menospreciar al Rey, hiriendo conscientemente –en grado de provocación–los sentimientos de millones de españoles.

Es inaceptable el escapismo de quienes prefieren acogerse a la existencia de una doble lógica, deportiva y política, en este tipo de eventos

Solo hay una lógica, insisto. La de la convivencia. Y la necesidad de aplicar las normas que la regulan y la garantizan. Dicho sea a la luz de las generales de la ley y, más específicamente, en relación con la reunión del Comité Antiviolencia convocada para hoy. Aunque la aplicación del principio de legalidad se quede en nada, que es lo más probable, por tener la fiesta en paz y no causar males mayores, los hechos seguirían encajados en un problema de convivencia.

Más allá del tratamiento legal, político o disciplinario que acabe teniendo el sonoro abucheo al himno nacional en presencia del Rey, lo ocurrido en la noche del sábado es un atentado contra la convivencia entre los ciudadanos. Al margen de sus sentimientos de pertenencia. El respeto a los mismos viene impuesto por ley y es un imperativo de educación, buena nacencia y sentido común. El ordenamiento reconoce a quienes no se sienten españoles el derecho y la libertad de expresarlo. Merecen el mismo respeto que ellos no han tenido respecto a quienes, a mucha honra, sí nos sentimos.

Hasta aquí, la mirada objetiva del analista obligado a tomar una cierta distancia. Pero eso no impide una confesión de parte. De parte afectada personalmente, se entiende, porque el asunto me causa un profundo desasosiego. Quedamos en desventaja quienes no queremos ponernos a la altura de los alborotadores, sabiendo que se trata de una agresión calculada al objeto de provocar la reacción que los nacionalistas necesitan para pitar con más fuerza la próxima vez.

Mientras nos tragamos el sapo, no dejemos de manifestar que, por encima de todo, el menosprecio a los símbolos, propios o ajenos, es una falta de educación propia de personas poco evolucionadas y dirigentes insensatos que se retratan con una sonrisa cómplice ¿Verdad que sí, president?

Vídeo: Pitada al himno español en la final de la Copa del Rey

La pitada es el síntoma y el mal se llama desafección. Vale. Eso tiene que ver con la política, regida por principios de oportunidad y conveniencia. Pero hacer como si no hubiéramos oído la estruendosa protesta del Camp Nou contra el himno de España sería el síntoma de otro padecimiento que se llama desidia institucional. Y eso tiene que ver con el Estado de derecho, que se rige por el principio de legalidad. A la espera de algún remedio político para la desafección de una parte de los catalanes y otra de los vascos, los poderes públicos están obligados a cumplir y hacer cumplir la ley. Está muy clara en relación con “las ofensas o ultrajes de palabra, por escrito o de hecho a España, a sus comunidades autónomas o a sus símbolos o emblemas, efectuados con publicidad” (artículo 543 del Código Penal).

Rey Felipe VI Artur Mas