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Ada Colau y su doctrina sobre la desobediencia
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Antonio Casado

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Ada Colau y su doctrina sobre la desobediencia

Su condición de gobernante se resentirá si los barceloneses deciden abrazar la doctrina de la alcaldesa cuando consideren “injusta” tal o cual ordenanza municipal

Foto: La ganadora de las elecciones municipales en Barcelona, Ada Colau. (Reuters)
La ganadora de las elecciones municipales en Barcelona, Ada Colau. (Reuters)

Lo malo del fogonazo verbal de Ada Colau (“Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”) es que le puede quemar la cara. Su condición de gobernante, encargada de cumplir y hacer cumplir la ley, se resentirá si los barceloneses deciden abrazar la doctrina de la alcaldesa cuando consideren “injusta” tal o cual ordenanza municipal. Lógico. “Si el cura va a peces, qué no harán los feligreses”, según un viejo dicho rural.

Siempre que se confirme el salto de la conocida activista a la alcaldía de la Ciudad Condal, claro, en la sesión constitutiva del próximo 13 de junio. Con sus compañeros de viaje fijos, ERC y CUP, tiene garantizada la investidura y la formación de un gobierno de mayor base (19 concejales, solo dos menos que la mayoría absoluta) que el ya amortizado de Xavier Trias (14 concejales), a cambio de una mayor implicación en el proceso soberanista. O a cambio de otros objetivos más sociales y menos identitarios. Por ahí van las propuestas de Colau a los dos partidos mencionados y a los socialistas de Mikel Iceta.

Ada Colau no tardará en matizar, por la cuenta que le trae, su insensata apelación a la desobediencia civil

Pero la pelota está en el aire y el quinielismo no conduce a nada. Sin embargo, no es humo de virutas el desfile mediático de los juristas que ayer explicaron cómo la actitud de la alcaldesa in pectore, si se consumara de hecho, desembocaría en delitos de desobediencia y prevaricación.

Tampoco hace falta ser catedrático de Derecho Constitucional, léase Javier Pérez Royo, para recordarnos que “las leyes son de obligado cumplimiento, con independencia de la valoración que pueda hacerse de ellas”. Ni siquiera para recordárselo a la interesada, que no tardará en matizar su insensataapelación a la desobediencia civilsi no lo ha hecho ya cuando se publique esta columna. Por la cuenta que le trae.

No le conviene dar un nuevo disgusto al empresariado, después de haber rehusado la invitación de última hora que le hicieron verbalmente los responsables del Círculo de Economía. Un medio digital de Barcelona llegó a escribir: "Ada Colau incendia Sitges con su ausencia”. En los pasillos de la tradicional reunión anual de los empresarios catalanes, por la que volvió a pasar la clase política nacional y autonómica, la próxima alcaldesa de Barcelona fue la protagonista de todos los corrillos. Primero por el mar de dudas en el que bracean los empresarios catalanes respecto a la futura gestión de una criatura política de Jordi Borja, un veterano marxista, seguidor del pensamiento de Antonio Gramsci. Y segundo, porque la exministra de AznarAna Palacioincurrió en la enormidad de comparar a Colau y a Podemos con el Estado Islámico.

Lo que les faltaba a estos creadores de riqueza, sedientos de centralidad y escenarios políticos estables, era escuchar por boca de la futura alcaldesa de Barcelona(2.550,6 millones de euros de presupuesto) que “si hay que desobedecer leyes que nos parezcan injustas, se desobedecerán”.

Como decía al principio, lo malo es que esta doctrina se le puede volver en contra cuando cualquier ciudadano reniegue de las normas que le impiden aparcar en doble fila, caminar desnudo por las Ramblas o corear los goles del Madrid en la fuente de Canaletas, porque le parecen injustas. La solución a sus ataques de contrariedad ya se la da la propia alcaldesa: desobediencia civil. Por tanto, espero que a no tardar Ada Colau rectifique su declaración del otro día sobre el incumplimiento de las leyes que no nos gustan.

Lo malo del fogonazo verbal de Ada Colau (“Desobedeceremos las leyes que nos parezcan injustas”) es que le puede quemar la cara. Su condición de gobernante, encargada de cumplir y hacer cumplir la ley, se resentirá si los barceloneses deciden abrazar la doctrina de la alcaldesa cuando consideren “injusta” tal o cual ordenanza municipal. Lógico. “Si el cura va a peces, qué no harán los feligreses”, según un viejo dicho rural.

Ada Colau