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Toro de la Vega: una estampa de la España negra
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Antonio Casado

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Toro de la Vega: una estampa de la España negra

Por muy reconocido que esté en el BOE como festejo taurino “de interés turístico” (1980) o como “espectáculo taurino tradicional” por parte de la Junta (1999), me parece una salvajada

Foto: Fotografía de archivo del Torneo del Toro de la Vega celebrado en Tordesillas. (EFE)
Fotografía de archivo del Torneo del Toro de la Vega celebrado en Tordesillas. (EFE)

Sobre Tordesillas (Valladolid) planea hoy una doble ciclogénesis explosiva. La meteorológica anuncia lluvias torrenciales sobre el oeste de Castilla y León. La antitaurina va camino de poner el pueblo de doña Juana la Loca –allí sufrió, allí murió- en los telediarios de todo el mundo. Un dudoso privilegio del que ya disfrutaron antes Puerto Urraco y Manganeses de la Polvorosa, dos recientes evocaciones de la España negra. El Toro de la Vega quiere hacer méritos para compartirlo, sin que Gutiérrez Solana viva para pintarlo.

Una impresionante manifestación de los animalistas desbordó el pasado fin de semana la madrileña Puerta del Sol (lanzas en alto y gritos contra este festejo bárbaro de origen medieval). Los que hoy pueden desbordarse son los ánimos de partidarios y detractores. En uno y otro bando están inflamados. El temor a un problema de orden público viene documentado por la inusitada presencia de fuerzas policiales sobre el terreno.

A pesar de la campaña nacional e internacional por la abolición del festejo, los tordesillanos hacen oídos sordos. “Rompesuelas”, que es el toro comprado para la ocasión, ya está en capilla. Un morlaco de pelo negro bragado, con dos grandes pitones, criado en las dehesas de Extremadura. Tiene 6 años, pesa 640 kilos y, según su ganadero, “es muy pacífico, nunca ha estado enfermo y ha vivido a cuerpo de rey”. A partir de las once de la mañana será alanceado por una jauría humana que apela a la tradición para justificar la crueldad del juego. Hasta ese momento, el toro está en paradero desconocido. Un secreto oficial del Ayuntamiento de Tordesillas, presidido por el socialista José Antonio González Poncela. Quiere evitar actuaciones obstruccionistas de quienes se han puesto de parte del toro.

El temor a un problema de orden público viene documentado por la inusitada presencia de fuerzas policiales sobre el terreno

Los amigos de los animales han llegado por cientos en las horas precedentes a la cruel ejecución de “Rompesuelas” en el “Campo del Honor”. El “honor” de darle la definitiva lanzada de muerte antes de que el animal consiga llegar vivo a un punto previamente fijado por los organizadores del “torneo”. Es lo que se disputarán junto al Duero los alegres matarifes a pie y a caballo.

Antes de que el malentendido quede entre nosotros, me retrato. Por muy reconocido que esté en el BOE como festejo taurino “de interés turístico” (1980) o como “espectáculo taurino tradicional” por parte de la Junta de Castilla y León (1999), me parece una salvajada. Como tibia me parece la reacción del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, cuando hace unos días les pusieron sobre la mesa 116.000 firmas para comprometerle en la campaña por la abolición del Toro de la Vega.

En cuanto al respaldo legal del festejo, un ciudadano puede ir a la cárcel por maltratar a un perro. Sin embargo, no pasa nada por hacerlo con un toro

En Ferraz se limitaron a prometer una ley contra el maltrato animal cuando el PSOE llegue a la Moncloa. Por ahora chocan con la posición del alcalde socialista de Tordesillas, que tiene respaldo legal y apoyo de los vecinos. Pero eso no quita ni pone a la objetiva crueldad del divertimento que, por cierto, ya estuvo prohibido entre 1966 y 1970, después de una intensa campaña de las asociaciones protectores de animales y la complicidad de algunos ministros del Gobierno franquista.

En cuanto al respaldo legal del festejo, es incongruente con el grado de protección otorgado en la última reforma del Código Penal a los animales domésticos. Un ciudadano puede ir a la cárcel por maltratar a un perro. Sin embargo, no pasa nada por hacerlo con un toro. Hoy por hoy, la pelota está en el tejado de la Junta de Castilla y León. Reglamentar los espectáculos taurinos es una competencia autonómica. Lógicamente, a expensas de una legislación de mayor rango que debería pensar en el daño que se hace a la imagen de España e inspirarse en el espíritu de la reciente reforma del Código Penal en materia de defensa de los animales.

Sobre Tordesillas (Valladolid) planea hoy una doble ciclogénesis explosiva. La meteorológica anuncia lluvias torrenciales sobre el oeste de Castilla y León. La antitaurina va camino de poner el pueblo de doña Juana la Loca –allí sufrió, allí murió- en los telediarios de todo el mundo. Un dudoso privilegio del que ya disfrutaron antes Puerto Urraco y Manganeses de la Polvorosa, dos recientes evocaciones de la España negra. El Toro de la Vega quiere hacer méritos para compartirlo, sin que Gutiérrez Solana viva para pintarlo.

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