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Cataluña: entre el sueño y la pesadilla
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Antonio Casado

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Cataluña: entre el sueño y la pesadilla

No menos absurdo es el panorama alumbrado por la matemática electoral del 27-S. Parece ideado para garantizar la inestabilidad en una Cataluña ingobernable

Foto: Artur Mas a su llegada llega al acto central de Junts pel Sí. (EFE)
Artur Mas a su llegada llega al acto central de Junts pel Sí. (EFE)

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña imputa a tres altos cargos de la Generalitat por supuestos delitos de desobediencia, prevaricación (administrativa), malversación de fondos públicos y obstrucción a la Justicia. Los dirigentes nacionalistas aprovechan la coyuntura y compiten en su deporte favorito: victimismo. Un alimento básico del sueño: la ruptura con España.

“Una prueba más a favor de la independencia”, dice Junqueras, líder de ERC. Entendido. Los jueces les han puesto en bandeja la excusa para ocultar la batalla por el poder abierta en las filas del independentismo. El rasgado de vestiduras en nombre de la Cataluña ofendida (tras el 27-S puede decirse que, en todo caso, solo la mitad), ha llevado a esos dirigentes y estos gobernantes a calificar la actuación judicial de “anomalía democrática”.

¿Mas, Baños, Tardá y cía hablando de “anomalía democrática”? Eso es como si Bárcenas se quejara de que le han robado la cartera en el metro. O como José María Aznar dando lecciones de buen gobierno a Mariano Rajoy. Carecen de fuerza moral para ver la paja en el ojo ajeno.

Por querer romper España, Mas rompió CiU. Luego partió en dos a la sociedad catalana. Y ha creado las condiciones para que ahora se rompa la clase política

Da mucha pereza explicar que Cataluña no es territorio exento en la obligación de cumplir las leyes y, si se trata de servidores públicos, de hacerlas cumplir. Que al presidente, Artur Mas, la vicepresidenta, Joana Ortega, y la consejera de Educación, Irene Rigau, les alcanza el aforamiento, nunca la impunidad. Y que el nacionalismo, a pesar de las apariencias, no es especie protegida frente a la acción judicial. Pero lo cierto es que la corriente informativa nos trajo ayer una dosis suplementaria que prolonga el secuestro de la razón en la España afectada por un quimérico riesgo de mutilación. Dosis de recuerdo sobre las derivadas de un escenario absurdo donde unos viven el independentismo como un sueño y otros como una pesadilla.

Eso es lo malo, porque todo lo que ocurre en los sueños y en las pesadillas es caótico, irracional, disparatado. Como la falacia del “España nos roba”, que tanto recuerda la falacia del “Europa nos roba” de los alemanes en los años treinta. Como un desafio separatista forjado en torno a un partido corrupto (CDC) y a una flagrante violación de la legalidad. Como querer reventar esa legalidad con menos respaldo parlamentario del requerido para reformarla. O como el hecho de que el timonel de la operación esconda su incompetencia de gobernante en el cuarto puesto del escalafón electoral del independentismo.

Por ir al minuto y resultado, no menos absurdo es el panorama alumbrado por la matemática electoral del 27-S. Parece ideado para garantizar la inestabilidad en una Cataluña ingobernable. El Gobierno de concentración soberanista está bloqueado por la CUP. Al de Junts Pel Sí no le dan los números. Un transversal de derechas (¿CDC- PP-Ciudadanos?) es imposible. Y un transversal de izquierdas, como el propuesto por Iglesias (¿PSC- ERC-CUP-Podemos?), es hablar por hablar.

Por querer romper España, Artur Mas rompió CiU. Luego partió en dos a la sociedad catalana. Y ha creado las condiciones para que ahora se rompa también la clase política catalana hasta el punto de hacer imposible esa transversalidad basada en el diálogo de la que habla Pedro Sánchez.

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña imputa a tres altos cargos de la Generalitat por supuestos delitos de desobediencia, prevaricación (administrativa), malversación de fondos públicos y obstrucción a la Justicia. Los dirigentes nacionalistas aprovechan la coyuntura y compiten en su deporte favorito: victimismo. Un alimento básico del sueño: la ruptura con España.

Artur Mas Oriol Junqueras Joana Ortega