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El último paseo de Fidel Castro
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Antonio Casado

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El último paseo de Fidel Castro

Ya no está Fidel. La vida le mandó parar. Ahora comparece ante Dios y ante la historia, como todos los dictadores que en vida desestimaron la ética de la responsabilidad

Foto: Fotografía de la urna con las cenizas del fallecido líder de la Revolución cubana, Fidel Castro. (EFE)
Fotografía de la urna con las cenizas del fallecido líder de la Revolución cubana, Fidel Castro. (EFE)

Sin alcohol, sin béisbol, sin espectáculos y sin música a todo volumen en el malecón. Así luce estos días Cuba, mientras Fidel Castro desanda en su último paseo el camino triunfal de Santiago a La Habana en aquel histórico año nuevo cubano.

Ese largo lagarto verde “con ojos de piedra y agua” (Nicolás Guillén) es ahora una prolongada estampa del luto decretado por el régimen en señal de duelo por el fundador del “fascismo de los pobres” (Cabrera Infante 'dixit') y por sus cenizas itinerantes. En estas circunstancias, se impone revisar las esquelas. Unas, muy a favor. Otras, muy en contra.

Ya no está Fidel. La vida le mandó parar. Ahora comparece ante Dios y ante la historia, como todos los dictadores que en vida desestimaron la ética de la responsabilidad. El general Franco, que nos es más familiar, acaparó los dos altos tribunales. A Fidel le sobró el de Dios. Se quedó solo frente a la historia, a veces absolvente y siempre disolvente, porque actúa como sumidero de la memoria selectiva.

Foto: Fotografía donde se ve una imagen del fallecido líder cubano Fidel Castro. (Efe)
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“Ha muerto un gigante de la historia”, dice el presidente de Bolivia, Evo Morales, un vecino del sur. Nada que ver con el vecino del norte, cuyo futuro presidente, Donald Trump, ve a Fidel Castro, aún a título póstumo, como “un brutal dictador que oprimió a su pueblo durante seis décadas”.

Sigamos el hilo de Victoria Camps, cuando nos explica la ética de la virtud. A medio camino entre los extremos. A un lado, el valor del líder que preservó la dignidad y la independencia de su país frente al poder imperial de Estados Unidos. Al otro, el sufrimiento de un pueblo que asumió el coste del orgullo nacionalista en términos de pobreza y sometimiento.

Es verdad que nunca se arrodilló frente al poderoso vecino, pero tal vez los cubanos hubieran preferido cambiar algo menos de dignidad por algo más de libertades y calidad de vida. Ahora, ante el tribunal de la historia, le recordarán su incumplidas promesas de democracia y prosperidad económica cuando bajó de Sierra Maestra y cerró aquel gran casino en el que los norteamericanos habían convertido la Cuba de Batista. Otro dictador.

Cuba no fue capaz de alumbrar al 'hombre nuevo' imaginado por el Che y cantado por Alberti. En la bruma del tiempo se perdió la coreada “muerte del capitalismo”. Al grito de “construyamos el socialismo”, decretada por Fidel en 1968 (corregida en 1993) con masivas expropiaciones y prohibición de tenencia y uso de dólares.

Nunca se arrodilló frente al vecino, pero tal vez los cubanos hubieran preferido cambiar algo menos de dignidad por algo más de libertades y calidad de vida

Cuba es hoy un país lastrado por la represión (hoy por hoy, un centenar de presos políticos), el culto al líder reducido a cenizas, inmovilismo, escasez de bienes de consumo, la pobreza (unos 25 euros es el sueldo mensual medio regulado por el Estado) y el sometimiento a un régimen dictatorial. Eso sí, con su envidiable sistema público de educación y salud, gratuito y universal, aunque con falta de medios provocada, entre otras cosas, por el embargo aún vigente, a la espera de que el Congreso de los EEUU decida su levantamiento y pueda avanzar la apertura apadrinada por Obama. Está por ver, a la vista de las declaraciones del próximo presidente norteamericano, Donald Trump, que amenaza con impugnar el deshielo si el Gobierno de Raúl Castro no despliega una política de respeto a los derechos humanos.

Hemos de conjugar su condición de hombre de negocios de Trump ante un país necesitado de inversión extranjera con esa inesperada profesión de fe en los derechos humanos por parte de quien habla de aquella manera de los negros, los hispanos, las mujeres y los adversarios políticos. Yo no tengo duda, pero aquí queda la admonición de uno de los hombres más poderosos del mundo a partir del 20 de enero.

Sin alcohol, sin béisbol, sin espectáculos y sin música a todo volumen en el malecón. Así luce estos días Cuba, mientras Fidel Castro desanda en su último paseo el camino triunfal de Santiago a La Habana en aquel histórico año nuevo cubano.

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