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Una molesta travesura de la historia
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Antonio Casado

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Una molesta travesura de la historia

Con la llegada de Donald Trump, Europa está obligada a ponerse las pilas y reeditar los cinco mandamientos del ideario fundacional: democracia, ley, paz, Estado del bienestar y derechos humanos

Foto: Donald Trumo durante su toma de posesión. (Reuters)
Donald Trumo durante su toma de posesión. (Reuters)

La política basura entra en la Casa blanca de la mano de un cruce entre el Jesús Gil muerto, que hablaba con su caballo, y el Pablo Manuel Iglesias vivo, que habla con un tronco. Responde al nombre de Donald Trump y en su toma de posesión del viernes, ante el Capitolio de Washington, lució altivo con su pelo de muñeca rubia, corbata corporativa del Santander y un consumado dominio del espacio escénico.

Radiante fue la ceremonia televisada 'urbi et orbi'. Millones de espectadores de todo el mundo siguieron la toma de posesión del presidente numero 45 de los EEUU de América del Norte. Su discurso fundacional, populista hasta en las comas, los calculados silencios y el programado recorrido de la mirada (180 grados, funcionado como los aspersores), nos deja la incómoda sensación de haber reculado en la forja de la condición humana.

Donald Trump pertenece a un pequeño grupo de magnates cuyo poder económico supera el PIB sumado de 135 países

En lenguaje llano, eso cursa con palabras de amplia circulación: ignorante, racista, vengativo, prepotente, maleducado, xenófobo, matón, machista, embustero y hortera de bolera. Y de la general aplicación que no respeta rangos. La mentira es la mentira, por ejemplo, la diga el dueño del mundo o su porquero.

El nuevo presidente, con negocios en 25 países, tiene más millones que pelos en su cabeza. Pertenece a un pequeño grupo de magnates cuyo poder económico rebasa el PIB sumado de 135 países. Un socialista diría que esa élite económica se asienta en la injusticia social, pues los pueblos no han compartido esa riqueza.

Exactamente lo mismo que dijo él respecto al 'establishment' político de Washington: "Durante mucho tiempo un pequeño grupo se ha repartido el poder mientras vosotros asumíais el coste". Eso esta cambiado ahora, dijo, porque "nosotros vamos a devolver el poder al pueblo".

No es aconsejable ver a este personaje como un cuerpo extraño al 'establishment'. Quien lo intente se acabará haciendo un nudo en el cerebro. Mejor quedarse con su acendrado patriotismo ("A partir de ahora, los Estados Unidos serán lo primero") y su reprobación a la política de Obama. Al fin y al cabo, lo uno y lo otro siempre podrá razonarse a favor o en contra sin sufrir el dolor de cabeza que te causa oírle decir en plan providencialista que llega para devolver el poder a los ciudadanos y redimir a los trabajadores. Norteamericanos, se entiende. A los demás, mano dura. Dicho sea en modo proteccionismo, xenofobia, antieuropeismo, en cuyas plantillas mentales encaja la idea de que la Unión Europea es un proyecto fallido y que otros países, otros ciudadanos, otros trabajadores, solo vienen a EEUU a aprovecharse practicando la rapiña.

Ya lo tenemos aquí. Donald Trump, como una travesura de la historia, que escribe recto con renglones torcidos para que hagamos de la necesidad virtud. Una señal de alarma que obliga a Europa a reaccionar. A ponerse las pilas frente al desafío populista ya instalado en la Casa Blanca. A reeditar los cinco mandamientos de nuestro ideario fundacional: democracia, ley, paz, Estado del bienestar y derechos humanos.

La llegada de Donald Trump es una señal de alarma que obliga a Europa a reaccionar frente al desafío populista que se ha instalado en la Casa Blanca

Ahora, esperar y ver si Trump acaba pateando el tablero o no. En eso estamos todos. Especialmente los directivos de las 700 empresas españolas instaladas en los EEUU (ojo, las instaladas en aquel mercado interior, no confundir con las que exportan bienes o servicios, que son muchas más).

Como le dijo un colega norteamericano a un alto funcionario español cuando el jueves le preguntó sobre lo que se esperaba de Donald Trump como presidente: "Lo bueno, que no podrá hacer todo lo que dice. Y lo malo, que puede hacer el 50% de lo que dice".

La política basura entra en la Casa blanca de la mano de un cruce entre el Jesús Gil muerto, que hablaba con su caballo, y el Pablo Manuel Iglesias vivo, que habla con un tronco. Responde al nombre de Donald Trump y en su toma de posesión del viernes, ante el Capitolio de Washington, lució altivo con su pelo de muñeca rubia, corbata corporativa del Santander y un consumado dominio del espacio escénico.

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