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Mentir es muy feo, señor Puigdemont
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Antonio Casado

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Mentir es muy feo, señor Puigdemont

La Generalitat y los responsables de los Mossos negaron haber recibido a finales de mayo la alerta sobre un posible atentado en las Ramblas

Foto: Carles Puigdemont durante la reunión semanal del Govern, un día después de presentarse la futura ley de Transitoriedad Jurídica. (EFE)
Carles Puigdemont durante la reunión semanal del Govern, un día después de presentarse la futura ley de Transitoriedad Jurídica. (EFE)

La polémica sobre el desatendido aviso norteamericano está viciada en origen porque, desgraciadamente, no gira en torno a la necesidad de cerrar filas frente al enemigo común: el terrorismo yihadista como único culpable de los atentados en Barcelona y Cambrils. No. Lo malo es que gira en la necesidad política de desacreditar al adversario.

A partir de ahí, el debate se envenena. Ya lo envenenaron PP y PSOE en 2004, entre el jueves de sangre (11-M) y el domingo de urnas (14-M). Ahora lo vuelven a envenenar los independentistas que reinan en la Generalitat, descarados malversadores del duelo por las víctimas, y los que esperan que la general solidaridad con Cataluña, suscitada por los trágicos sucesos, enfríe la patológica aspiración de aquellos a reventar el Estado.

El Govern acusa a 'El Periódico' de Cataluña de intoxicar y obligarles a reconocer lo que al principio negaron y de robarle las medallas

He ahí los dos motores de una ruidosa controversia que se hubiera desvanecido (nadie en sus cabales culparía a un cuerpo policial de ignorar un aviso creíble de atentado) si de entrada la Generalitat y los responsables de los Mossos hubieran admitido con normalidad y sin mala conciencia que, como ha quedado bien demostrado, la policía autonómica recibió a finales de mayo la alerta sobre un posible atentado en las Ramblas. Pero lo negaron, haciéndose víctimas de una supuesta marginación en las redes antiterroristas internacionales (por culpa de España, claro). Lo censurable es que mintieron, empezando por el propio presidente de la Generalitat, Carlos Puigdemont, como ha puesto en evidencia 'El Periódico' de Cataluña.

placeholder Manifestación contra los atentados yihadistas en Cataluña. (EFE)
Manifestación contra los atentados yihadistas en Cataluña. (EFE)

Y lo malo, o lo peor, es el ataque de contrariedad sufrido por los costaleros de la causa independentista en forma de reacción antidemocrática (lamentable comisario Trapero), incivil, furiosa, impresentable, contra el director de ese medio, Enric Hernández, al que el Govern acusa de intoxicar y hace culpable de haberles obligado a reconocer lo que al principio negaron y, sobre todo, de robarle las medallas que se habían puesto en la desarticulación de la célula yihadista que perpetró la salvajada.

Mentir es muy feo y muy poco honorable. Un gobernante no se lo puede permitir sin pagar un precio. Pero al comentarista le toca hacer la radiografía de esta mentira. Instrumentalizada, por supuesto, en función de dos elementos muy presentes en la tóxica controversia de estos días. Uno es el de la eficacia policial. Otro, el acceso de los Mossos a la red de agencias de inteligencia de los Estados. Respecto a lo primero, el nacionalismo gobernante no ha perdido la oportunidad de airear su mensaje (solos, mejor). Y en cuanto a lo segundo, aprovecha para quejarse de que el Gobierno español sigue taponando esa competencia.

Ni a Rajoy ni a sus ministros se les ocurriría decir en público que la policía catalana pudo evitar los atentados de haber atendido las advertencias

Al otro lado de la barricada política se utiliza la polémica del aviso norteamericano para apagar el farol independentista de su mérito en la gestión de los atentados y seguir manteniendo como una asignatura pendiente la integración de la policía autonómica en los servicios de lucha antiterrorista de los Estados. Eso sí, de forma más sutil, más educada. Por terminales mediáticas o políticas interpuestas y no de frente, como se hace sin complejos en el entorno de Puigdemont.

Ni a Rajoy ni a sus ministros se les ocurriría decir en público que la policía catalana pudo evitar los atentados de haber atendido las advertencias previas o haber investigado más a fondo la explosión de Alcanar. Entre otras cosas porque el aviso también se remitió a las policías nacionales y nadie hubiera impedido que la Guardia Civil o la Policía hurgase el día anterior a la masacre en el ya detonado huevo de la serpiente.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Efe)

Véase la contundencia empleada por los dirigentes del PP para reprimir la libertad de expresión del diputado que denunció en internet la incompetencia de los Mossos. Esa misma libertad de expresión que los independentistas, sin el menor respeto a los muertos, utilizaron para abuchear al Rey en la manifestación del 25 de agosto.

La polémica sobre el desatendido aviso norteamericano está viciada en origen porque, desgraciadamente, no gira en torno a la necesidad de cerrar filas frente al enemigo común: el terrorismo yihadista como único culpable de los atentados en Barcelona y Cambrils. No. Lo malo es que gira en la necesidad política de desacreditar al adversario.

Atentado Cambrils Mossos d'Esquadra