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Claves de la 'bullanga' del 1 de octubre
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Antonio Casado

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Claves de la 'bullanga' del 1 de octubre

¿Qué va a ocurrir el 1 de octubre? Es la pregunta que hoy se hacen millones de personas en Cataluña, en el resto de España y en el resto de Europa. El Gobierno repite que no habrá ningún referéndum

Foto: Un hombre con una pulsera de la bandera española introduce en una simulada caja de votación su supuesto voto a la consulta del próximo 1 de octubre. (Reuters)
Un hombre con una pulsera de la bandera española introduce en una simulada caja de votación su supuesto voto a la consulta del próximo 1 de octubre. (Reuters)

Donde falta la razón se imponen las apuestas. Si no podemos razonar, vayamos al quinielismo y al alquiler de balcones para asistir en primera fila a la 'bullanga' televisada del domingo. Nada que ver con los tumultos reprimidos por el Conde de España, depredador de los ideales de la Revolución Francesa y brazo armado del absolutismo (1835-1837), que ahogó la querencia liberal del pueblo de Cataluña frente a los sectores reaccionarios. Clero y nobleza, básicamente.

Esa huella de la historia nos interpela frente al llamado 'conflicto catalán'. Algunos historiadores se dan por aludidos cuando constatan el parentesco del nacionalismo de hoy con el carlismo antiliberal que arraigó en la Cataluña profunda. Por eso digo que las anunciadas movilizaciones del 1 de octubre nada tienen que ver con las 'bullangues' combatidas a sangre y fuego por aquel represor de liberales (Charles d´Espagne de Ramefort, “el tigre de la Ciudadela”) que luego, claro, se integró en el carlismo y acabó en el fondo del Segre con una piedra atada al cuello.

El Ejecutivo y los jueces anuncian que harán cumplir la prohibición del referéndum, mientras la Generalitat insiste en desobedecer

Nada que ver con el ideario liberal las llamadas conminatorias a cometer actos ilegales, quemar banderas de España, desobedecer a los jueces, estigmatizar a los discrepantes, presionar a los padres para poner a sus hijos menores al servicio de la causa, mofarse de la Guardia Civil, hostigar a los periodistas no alineados, construir un relato tramposo en base a falacias insostenibles, amordazar a la oposición parlamentaria, etc.

Espadas en alto ante la jornada del domingo. El Ejecutivo y los jueces anuncian que harán cumplir la prohibición del referéndum decidida por el Tribunal Constitucional, mientras la Generalitat insiste en desobedecer. El Gobierno repite y repite que no habrá ningún referéndum porque sería ilegal, en tanto que los independentistas mantienen el desafío de celebrarlo pese a estar legalmente prohibido y materialmente desactivado. No hay urnas, no hay censo, no hay papeletas, no hay autoridad electoral validatoria, no hay votantes del 'no' y no hay centros de votación autorizados porque todo eso está bloqueado por orden judicial. ¿Entonces, qué?

placeholder Manifestación a favor del referéndum catalán del 1 de octubre. (Reuters)
Manifestación a favor del referéndum catalán del 1 de octubre. (Reuters)

Pues eso, apuestas y alquiler de balcones. Me encantaría vivir en primera fila una jornada que va camino de pasar por la sección de sucesos antes que por la de actualidad política. Con la esperanza, eso sí, de que no ocurra nada irreparable. La voluntad de evitarlo parece sincera por ambas partes. A las dos les interesa. Más que a nadie, al Gobierno. El mundo nos mira. Por eso mismo tampoco interesa a los dirigentes nacionalistas que haya incidentes de mayor cuantía. Y no los habrá, aunque nadie pone la mano en el fuego –ay, perdón– respecto a la CUP, un compañero de viaje muy poco recomendable.

Foto: Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. (REUTERS)

¿Qué va a ocurrir el 1 de octubre? Es la pregunta que hoy se hacen millones de personas en Cataluña, en el resto de España y en el resto de Europa. Nada irreparable, a mi juicio. Habrá 'bullanga' (la palabra en castellano es heredada del catalán), pero más civilizada que la de antaño, provocaciones, alguna carga policial, larguísimas colas ante los prohibidos puntos de votación (los más visibles, los más fotografiables), fariseos llamamientos a una convivencia ciudadana que ya viene malherida, agitación callejera de los chicos de Arran y sus colegas vascos, protestas de votantes frustrados, frenético tráfico de novedades y bulos por las redes sociales, y poco más.

En el mismo terreno de las apuestas –nada de pronósticos a la luz de razones apuñaladas–, hagamos cábalas sobre las dos incógnitas que condicionarán los sucesos del domingo. Una, el grado de cooperación práctica de los Mossos d'Escuadra en hacer que se cumpla la ley. Otra, el nivel de agresividad que alcancen los grupos de agitación callejera apadrinados por la CUP.

Respecto a la dimensión política del asunto, ya hablaremos a partir del lunes 2 de octubre.

Donde falta la razón se imponen las apuestas. Si no podemos razonar, vayamos al quinielismo y al alquiler de balcones para asistir en primera fila a la 'bullanga' televisada del domingo. Nada que ver con los tumultos reprimidos por el Conde de España, depredador de los ideales de la Revolución Francesa y brazo armado del absolutismo (1835-1837), que ahogó la querencia liberal del pueblo de Cataluña frente a los sectores reaccionarios. Clero y nobleza, básicamente.

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