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Puigdemont no quiere volver al cesto del ilusionista
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Antonio Casado

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Puigdemont no quiere volver al cesto del ilusionista

Artur Mas se ha visto incapaz de frenar a un Puigdemont resuelto a imponer su voluntad al Estado, a las instituciones y a más de la mitad de los catalanes

Foto: Los expresidentes de la Generalitat Carles Puigdemont (i) y Artur Mas. (Reuters)
Los expresidentes de la Generalitat Carles Puigdemont (i) y Artur Mas. (Reuters)

El martes pasado se apeó del 'procés' el que lo inventó. Se baja del barco quien lo pilotaba en su botadura. Pero la espantada de Artur Mas se entiende mejor a partir de dos advertencias previas. Una, la expresa demanda a Puigdemont de ser generoso en nombre de la estabilidad política de Cataluña. Y otra, una declaración pública recordando que el independentismo no tiene una mayoría suficiente para imponer nada.

Dos advertencias fallidas del expresidente de la Generalitat y ya expresidente del PDeCAT, que se ha visto incapaz de frenar a un Puigdemont resuelto a imponer su voluntad, su ley y su reino, que no es de este mundo, al Estado, a las instituciones catalanas y a más de la mitad de la ciudadanía representada en los partidos no independentistas.

Foto: El expresidente de la Generalitat y expresidente del PDeCAT Artur Mas, durante la rueda de prensa. (Reuters)

Artur Mas discrepa. Se vio en la rueda de prensa cuando alguien preguntó si Puigdemont podía ser investido telemáticamente. “Pregúntenle a él”, respondió. Una forma de admitir que le falta fuerza moral y política para controlarle después del indiscutible e inesperado éxito electoral de Junts per Catalunya, la lista cocinada en Bruselas sin contar con su partido. Asume que la explotación del éxito corresponde al que se lo ha currado y por eso da un paso atrás. “No quiero ser un obstáculo para que el proyecto crezca y se desarrolle”, aclaró.

Una parte del fracturado bloque independentista se aferra al poder redentor de los votos en un sistema con separación de poderes e igualdad ante la ley

El creador claudica ante la criatura. Después de matar al padre, Puigdemont actúa bajo los efectos de la sobredosis de adrenalina obtenida en las urnas del 21-D. No quiere volver al cesto del ilusionista. El muñeco se rebela contra su ventrílocuo.

Ahora mantiene el subidón en las negociaciones para la constitución de la Mesa del Parlament, prevista para el miércoles 17 de enero. No lo tendrá difícil (con la inestimable ayuda de los comunes), después de verse en Bruselas con Marta Rovira, número dos de ERC.

Otra cosa será la investidura como presidente de la Generalitat con mando a distancia. Es el ensueño del fracturado bloque independentista. De una parte. La que se empeña en proclamar el poder redentor de los votos en un sistema con separación de poderes e igualdad ante la ley. Olvidan que al presidente de la Generalitat destituido por el Gobierno en aplicación del 155 solo le queda elegir entre el destierro voluntario o la cárcel. Mejor dicho, hacen como si lo olvidaran. Por alimentar la quimera de la restitución del presidente 'legítimo' sin que este reaparezca en carne mortal.

El PDeCAT y ERC se remiten a los letrados del Parlament para saber si es posible investir a Puigdemont por plasma flamenco o por delegación

Tanto en el PDeCAT de Pascal como en la ERC de Junqueras se encomiendan a los servicios jurídicos del Parlament para saber si es legalmente posible investir a Puigdemont por plasma flamenco o delegación en una tercera persona. No sabemos qué dirán los letrados, pero sí sabemos que el reglamento no permite aspirar a la presidencia del Govern sin haber adquirido la condición plena de diputado. Uno de los requisitos ineludibles es prometer o jurar la Constitución y el Estatuto (artículo 23).

Sabemos también que Oriol Junqueras, el encarcelado líder de ERC, defiende públicamente la restitución del presidente 'legítimo'. Pero no quiere forzar una modificación del reglamento para que la restitución se haga por plasma o persona interpuesta. Tampoco está por la repetición de elecciones. Así que la épica itinerante del 'expresident' puede caducar si, como parece, las direcciones oficiales de ERC y PDeCAT tienden a impedir que el subidón de Puigdemont bloquee la política catalana por su pretensión de gobernar a 1.400 kilómetros de distancia. Y que el futuro inmediato de Cataluña esté a expensas de un fugado de la Justicia.

El martes pasado se apeó del 'procés' el que lo inventó. Se baja del barco quien lo pilotaba en su botadura. Pero la espantada de Artur Mas se entiende mejor a partir de dos advertencias previas. Una, la expresa demanda a Puigdemont de ser generoso en nombre de la estabilidad política de Cataluña. Y otra, una declaración pública recordando que el independentismo no tiene una mayoría suficiente para imponer nada.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Artur Mas Oriol Junqueras Junts per Catalunya Marta Rovira Carles Puigdemont