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La dama de blanco ya es un juguete roto
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Antonio Casado

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La dama de blanco ya es un juguete roto

Las apariencias apuntan a los de dentro, previo paso por cierto habitante de las cloacas. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros, decía el gran Pío Cabanillas

Foto: Cristina Cifuentes anuncia su dimisión. (EFE)
Cristina Cifuentes anuncia su dimisión. (EFE)

Cristina Cifuentes eligió el color blanco en el adiós al perro mundo de la política. Quienes lo usan transmiten o pretenden transmitir una imagen de pureza. El blanco alivia la sensación de desespero y ayuda a limpiar las emociones, los pensamientos y el espíritu, según los expertos en psicología del color.

Si esos eran los motivos de la ya expresidenta de la Comunidad de Madrid cuando ayer a mediodía buscó la complicidad del color blanco, las apariencias volvieron a jugarle una mala pasada. No estuvieron de su parte en la primera caída, la del máster con firmas falsificadas. Tampoco han estado en el vídeo de la vergüenza por dos frascos de 'regenerist'.

El hurto de dos botes de crema en un supermercado, la punta del iceberg del caso Cifuentes

Hasta la marca conspiró contra ella. Y contra su partido, cuya rama madrileña aparece afectada por el hongo de la miel, que acaba pudriendo el tronco y la raíz de las plantas trepadoras. Me lo decía ayer una persona hilvanada a los veinte últimos años del PP regional: “No olvides que venimos del 'tamayazo”.

Quince años han pasado desde aquella página negra. La que reventó el dictamen de las urnas, favorable al PSOE de Rafael Simancas, en un oscuro episodio de transfuguismo. Solo fue el prólogo de un venidero historial de nombres ya por siempre asociados a la inmoralidad pública. A saber: Acuamed, Nacho González, Ático Estepona, Correa, Rato, Blesa, Ciudad de la Justicia, Gürtel, Bárcenas, Guateque, Púnica, Paco Granados, Lezo, Canal Isabel II….

La sensación de bochorno marca las reacciones de propios y extraños ante la prueba de cargo, repetida hasta la saciedad por medios y redes sociales

Polvos y lodos. Nada que ver con la pueril vanidad de adornarse con un título adquirido en una piñata o la rapiña de dos tarros de belleza en el supermercado de la esquina. Pero las condiciones se confabularon para generar efectos devastadores en la vida de Cristina Cifuentes.

Entró con gloria hace tres años y se va con indignidad de la Real Casa de Correos en vísperas del Dos de Mayo. Lo demás lo pusieron sus enemigos. Aquí las apariencias apuntan a los de dentro, previa visita a cierto habitante de las cloacas. Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros, decía el gran Pío Cabanillas sobre el ya histórico drama de la UCD. Pregoneros del nuevo drama del PP tampoco faltan.

En su turbadora comparecencia pública, anunciadora del hasta aquí hemos llegado, Cifuentes hizo hincapié en que sus enemigos no se habían conformado con destruirla políticamente. “También han destruido a la persona”, dijo mientras trataba de rebatir a las cámaras de seguridad del hipermercado. Braceando contra las apariencias: “No es lo que parece”, “Fue un error involuntario”. Así despachó la mezquindad de un hurto menor, cuyo valor no superaba los 40 euros.

Lamentable final para un fijo en la quiniela del posmarianismo. La sensación de bochorno marca las reacciones de propios y extraños ante la prueba de cargo, repetida hasta la saciedad por los medios de comunicación y las redes sociales.

Crema bajo las alfombras

Las cartas se han destapado. Pocos días después de que Cifuentes pusiera en la mesa del fiscal las pruebas de las irregularidades cometidas en la Ciudad de la Justicia, obra predilecta de su antecesora, Esperanza Aguirre, el vídeo de la vergüenza fue a parar a la redacción de un medio informativo. Y fue la gota que colmó el vaso. ¿O ya estaba colmado?

La dama de blanco afirmó que ya tenía tomada la decisión de dimitir. Iba a anunciarla en la fiesta de la Comunidad. Ahora su carrera política ya se encamina hacia el trastero de los juguetes rotos.

Cristina Cifuentes eligió el color blanco en el adiós al perro mundo de la política. Quienes lo usan transmiten o pretenden transmitir una imagen de pureza. El blanco alivia la sensación de desespero y ayuda a limpiar las emociones, los pensamientos y el espíritu, según los expertos en psicología del color.

Cristina Cifuentes