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Hacia el cuarto año tonto de la política nacional
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Antonio Casado

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Hacia el cuarto año tonto de la política nacional

Desde las elecciones de diciembre de 2015 todo es volátil, de un día para otro, caótico a veces, excepcional, incierto e imprevisible

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura del South Summit 2018. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la clausura del South Summit 2018. (EFE)

La España política se ha convertido en el ingrávido reino de la confusión. Y si Sánchez en Moncloa (hasta 2020, insiste) y Torra en la Generalitat (al menos hasta la sentencia sobre los líderes nacionalistas procesados) siguen vivos, entraremos en un cuarto año tonto, a contar desde las elecciones convocadas por Rajoy hace tres años en estas fechas.

Desde entonces todo es volátil. De un día para otro. Caótico a veces. Excepcional, incierto e imprevisible. Ahora mismo estamos viviendo los efectos de tres sobresaltos electorales apenas desactivados: generales, catalanas y andaluzas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el 'president' de la Generalitat, Quim Torra, en el Palacio de la Moncloa. (EFE) Opinión
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Oigo decir a un dirigente del PP que Moncloa genera "blancos móviles". No saben hacia dónde hay que disparar porque un minuto después cualquier ministro suelta una liebre nueva. Buena metáfora para un escenario marcado por la inconsistencia de un Gobierno que vive de prestado y un Parlamento aritméticamente incapaz de legislar sobre reformas pendientes o problemas reales de la ciudadanía.

Lo demás es espuma mediática. Nada que ver con la vida real. Los huesos de Franco, el narcisismo de Puigdemont o la tesis de Sánchez. También el ultimátum de Torra al Gobierno socialista (tumbarlo dentro de un mes si sigue bloqueando el derecho a la autodeterminación) con forzada adhesión de sus socios de ERC y el obsceno relato sobre el represivo Estado español que circula sin réplica dentro y fuera de nuestras fronteras.

Oigo decir a un dirigente del PP que Moncloa solo genera "blancos móviles" y es muy difícil concentrar el tiro

Todos ellos son enredos menores que se rompen en el aire como pompas de jabón, mientras el Estado se va yendo poco a poco de Cataluña, suben los índices de pobreza y hay un tercio de trabajadores enfermos de mileurismo. Es la estampa del actual Gobierno socialista, nacido de una moción de censura de aversión a Rajoy, que no de adhesión a Sánchez.

Nada tan absurdo como el hecho de que la estabilidad del sistema dependa de los enemigos declarados del sistema. Si antes fue el "no es no" de Sánchez a Rajoy, ahora es una dependencia tóxica de fuerzas políticas reñidas con la Constitución y la Monarquía lo que nos pone en situación de iniciar un cuarto año tonto, insisto, desde las elecciones del 21 de diciembre de 2015, con mucho ruido y pocas nueces en avances concretos que mejoren la salud del sistema y la vida de los españoles.

Nada tan absurdo como el hecho de que la estabilidad del sistema dependa de los enemigos declarados del sistema

Y después del cuarto vendrá el quinto si antes, previo paso por las urnas, no se forma una coalición de al menos dos de los cuatro partidos de ámbito nacional. Un gobierno fuerte que acabe con la etapa de gobiernos precarios, que vuelva a priorizar los intereses del Estado y la vigencia del orden constitucional con las reformas necesarias por pura fatiga de materiales.

Un gobierno con fuerza parlamentaria para la pacificación de Cataluña, saneamiento económico, resarcimiento de la imagen de España en el mundo, combatir la desigualdad y acometer las reformas pendientes. Es decir, lo que ahora no vemos en Madrid y Barcelona, donde residen los indicadores institucionales más sensibles de nuestra salud democrática.

El escenario está marcado por la inconsistencia de un Gobierno que vive de prestado y un Parlamento incapaz de legislar sobre problemas reales

La inestabilidad es una constante en todos los registros. Durante estos últimos días, los portavoces de ambos gobiernos, el central y el autonómico, han dedicado sus mejores energías a descartar el adelanto de sus respectivos procesos electorales, puesto que los motivos para sospecharlo se multiplican.

"Estamos esperando que los partidos independentistas dejen de matarse entre ellos", decía un diputado catalán del bloque constitucionalista que esperaba en los pasillos de un Parlament paralizado por las ideas y vendas de ERC y JxCAT en el intento de coser su fractura. Aparentemente lo han logrado. Pero al otro lado de la barricada no dejan de matarse los partidos de teórica adhesión al orden constitucional frente a quienes lo ponen en cuestión: nacionalistas y populistas. Curiosamente, los que tienen la llave de la supervivencia del Gobierno y, a largo plazo, de la propia estabilidad del sistema.

La España política se ha convertido en el ingrávido reino de la confusión. Y si Sánchez en Moncloa (hasta 2020, insiste) y Torra en la Generalitat (al menos hasta la sentencia sobre los líderes nacionalistas procesados) siguen vivos, entraremos en un cuarto año tonto, a contar desde las elecciones convocadas por Rajoy hace tres años en estas fechas.

Pedro Sánchez Quim Torra Cataluña