Al Grano
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Félix Sanz (CNI) se despide ¿o no?
Otra pieza clave del Estado que entra en funciones, aunque menos visible que las vacantes en el Ejecutivo y el Judicial (Sánchez y Lesmes a la espera)
Dos mandatos sucesivos de cinco años cada uno que se cumplen mañana. Aquí termina el reinado de Félix Sanz como director de los servicios de inteligencia (CNI). Por ahora. Otra pieza clave del Estado entra en funciones. Menos visible que las vacantes en el Ejecutivo y el Judicial (Sánchez y Lesmes a la espera), pero tan relevante en el devenir político como la radiotelevisión pública o la financiación autonómica, por poner otros dos chirriantes ejemplos de la provisionalidad reinante.
Se va, o no, con el morbo añadido de los secretos al oído del poder y el tráfico de la información reservada en mercados paralelos. No solo en los circuitos institucionales, donde las confidencias cursan como elementos de juicio en la toma de decisiones. Si hace falta, también las cañerías del Estado se alimentan del trabajo de los espías pastoreados desde hace 10 años por Sanz Roldán, el hijo de un guardia civil que escaló la cumbre de las Fuerzas Armadas.
A punto de cumplir los 75 años (en enero), el general queda a la espera de la jubilación. ¿Jubilación o reenganche? No se sabe. Ni se sabrá mientras no se cubra efectivamente la vacante de Moncloa. La familia lo reclama después de haber dedicado su vida al servicio del Estado. Pero los 57 años de entrega exclusiva al Ejército imprimen carácter: “Los militares no estamos preparados para decir que no”.
A punto de cumplir los 75 años, queda a la espera de la jubilación. ¿Jubilación o reenganche? No se sabe
El jefe del servicio secreto (más servicio que secreto, matiza), en funciones a partir del viernes, entra en un limbo legal. No hace falta ningún trámite administrativo de cese en el cargo, pero el Gobierno Sánchez no puede nombrar un sucesor, o renombrarlo a él, mientras también esté en funciones.
Le toca seguir poniendo la oreja. Y, entre otras cosas, procesar las intenciones del independentismo antes de que le engañen de nuevo como ya le engañaron con las urnas furtivas del 1-O. Por desgracia, los de “la carretera de La Coruña” —como se refieren al CNI en medios políticos, policiales y periodísticos— se perdieron el traslado de miles de urnas chinas desde Francia en coches particulares.
De momento, le toca seguir poniendo la oreja. Y procesar las intenciones del independentismo antes de que le vuelvan a engañar (urnas furtivas del 1-O)
También en lo doméstico proceden los redoblados esfuerzos de Sanz por subirse al tren de las nuevas tecnologías frente a los ataques cibernéticos y la guerra de los 'datos'. Lo que no procede es que de vez en cuando destape el tarro de sus esencias castrenses contra quienes le llevan la contraria. Al menos tres periodistas, de los que uno tiene ciencia propia, han sufrido su ira cuartelera.
Todo eso, de puertas adentro. En cuanto a la mirada al exterior, al CNI de Sanz en funciones le toca controlar a los retornados del Daesh, compensar de algún modo la indolencia del Gobierno frente a las insidiosas campañas del independentismo catalán, mantener sus buenas relaciones con los colegas extranjeros y seguir ilustrando a Pedro Sánchez sobre los efectos planetarios de la guerra religiosa entre chiíes y suníes.
De vez en cuando destapa el tarro de sus esencias castrenses contra quienes no marcan el paso. Algunos periodistas han sufrido su ira cuartelera
Sin ignorar el fluido de las cañerías frecuentadas por los espías del Estado. Es su deber. “Dentro de la ley y bajo control judicial”, según se harta de decir Sanz. Para detectar a los malos, preservar la imagen del Reino de España y la de sus altos representantes, aunque su conducta no sea ejemplar (el rey emérito, don Juan Carlos, no da un paso sin consultarle), formar el criterio del presidente del Gobierno, o simplemente alimentar el periodismo de investigación si conviene a los intereses generales. A juicio del jefe, claro. Y, por lo visto, a satisfacción de los dos gobiernos de signo contrario a los que ha sobrevivido.
“Descubierto por los socialistas y mimado por los populares”, en frase afortunada de Marisa Cruz, que el domingo pasado se remitía a una conversación de Sanz con Pedro Sánchez sobre el futuro inmediato de aquel: “Hay dos opciones: o sede vacante ocupada interinamente por su numero dos, Paz Esteban, o entonar un bis hasta que el nuevo Gobierno nombre un sustituto”.
Dos mandatos sucesivos de cinco años cada uno que se cumplen mañana. Aquí termina el reinado de Félix Sanz como director de los servicios de inteligencia (CNI). Por ahora. Otra pieza clave del Estado entra en funciones. Menos visible que las vacantes en el Ejecutivo y el Judicial (Sánchez y Lesmes a la espera), pero tan relevante en el devenir político como la radiotelevisión pública o la financiación autonómica, por poner otros dos chirriantes ejemplos de la provisionalidad reinante.