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Antonio Casado

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El deshielo, después de la bronca

Con la renuncia de Pablo Iglesias a entrar en el Gobierno se aleja la nube negra de una repetición de elecciones. PSOE y Podemos recuperan el diálogo

Foto: Pedro Sánchez, presidente de España en funciones con Pablo Iglesias, lider de Unidas Podemos. (Reuters)
Pedro Sánchez, presidente de España en funciones con Pablo Iglesias, lider de Unidas Podemos. (Reuters)

A Iglesias Turrión solo le falta bailar un 'aurresku' en honor de Sánchez a las puertas de la Moncloa. Y lo hará si a este no le parece bastante el paso atrás del líder de Podemos: "No seré la excusa para que no haya un gobierno de coalición de izquierdas". Con tres condiciones: no más vetos, nombres propuestos por UP y participación proporcionada a sus votos.

Las condiciones podrían ser una vuelta a empezar si Moncloa se encastilla en el derecho del candidato-presidente a la última palabra en la formación del Ejecutivo. No parece. Mejor buscar cómplices que buscar culpables.

Aunque habrá tensión en las conversaciones del fin de semana, apremiadas por los cinco días que faltan hasta la segunda votación de la investidura (jueves 25), la renuncia de Iglesias a formar parte del Gobierno desactiva el discurso de Sánchez (desaparece el “escollo principal”). Y así se reconocía en Ferraz a última hora de la tarde de ayer: "Sin vetos ni imposiciones podemos llegar a un acuerdo".

A Iglesias sólo le falta bailar un 'aurresku' ante Sánchez en la Moncloa. Y lo hará si a este no le parece bastante su renuncia a entrar en el Gobierno

Previamente del entorno de Moncloa salía un cauteloso acuse de recibo de algo que, según ha transcendido, "lo estábamos esperando". Es el principio del deshielo en los tratos con el socio "preferente", aunque la batalla de los nombres aún está por librar. Transigir con perfiles más técnicos que políticos será la próxima concesión de Iglesias a la muy previsible exigencia de Sánchez.

Solo a medias el deshielo es una buena noticia. Si se confirmase, evitaría la repetición de elecciones con una investidura de fumata blanca en segunda votación. Sin embargo, su mayoría relativa en el Congreso no garantizaría la estabilidad de la Legislatura. Ni daría para avanzar en temas de Estado necesitados de mayorías cualificadas.

Entre Gobierno monocolor sobre 123 escaños o repetir elecciones, mejor un Gobierno débil como el menor de los males

Tengamos claro que la aceptación del veto socialista por parte de Iglesias no borra la huella tóxica de Podemos. Tampoco la borra pasar de “cooperación a “coalición”, que fue la precedente concesión de Sánchez. UP es un partido en descomposición con perfiles ideológicos incompatibles con el orden constitucional. Su aversión al régimen del 78 y su tendencia a justificar el desafío independentista podría generar en cualquier momento una soflama contra el Rey o un pronunciamiento favorable al derecho de autodeterminación.

Entre el Gobierno monocolor sobre 123 escaños o repetir elecciones, que serían las cuartas en cuatro años, se abre la vía de un Gobierno débil como el menor de los males. Si se confirma la buena disposición al entendimiento mostrada ayer por el PSOE, saldríamos del atasco y se pondría en marcha "el reloj de la democracia" (Sánchez, 2016).

Mejor eso que volver a los vetos cruzados y las peleas de egos que estaban reproduciendo las condiciones de ingobernabilidad vividas tras las elecciones generales de 2015. Y las que, también desactivadas a última hora con la abstención de 66 diputados socialistas, volvieron a darse después de una nueva llamada a las urnas en 2016. Parece que esa nube negra se aleja.

A Iglesias Turrión solo le falta bailar un 'aurresku' en honor de Sánchez a las puertas de la Moncloa. Y lo hará si a este no le parece bastante el paso atrás del líder de Podemos: "No seré la excusa para que no haya un gobierno de coalición de izquierdas". Con tres condiciones: no más vetos, nombres propuestos por UP y participación proporcionada a sus votos.

Moncloa Pedro Sánchez