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Torra y los espasmos de un fracaso
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Antonio Casado

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Torra y los espasmos de un fracaso

La sentencia era la última excusa para reactivar el 'procés'. Pero ya no lo salva ni el traslado de Franco a la Sagrada Familia

Foto: Quim Torra en el Parlament. (EFE)
Quim Torra en el Parlament. (EFE)

Por desgracia para el soberanismo, las "bullangas" se han comido a las sonrisas. Las explosiones de rabia, las imágenes de guerrilla urbana, no solo han disparado la intención de votar en las elecciones del 10-N. También han tapado la foto de las multitudes confluyentes sobre Barcelona en pacífica manifestación de protesta contra la sentencia del Supremo.

Era su última excusa para la reactivación de la causa. Pero al 'procés' ya no lo salva ni el traslado de Franco a la catedral de la Sagrada Familia. El vandalismo, las marchas multitudinarias y la huelga general de ayer son los espasmos de un fracaso. El 'hasta aquí hemos llegado' del temerario desafío iniciado en 2012 por Artur Mas, que se hizo un Cameron 'avant la letre'.

A partir de ahora toca desinflamación de la ira callejera y, antes o después, nuevo reparto de cartas en las urnas autonómicas, como quiere una parte del fracturado bloque independentista. Carece de recorrido una violencia que ya no está alentada por la esperanza de doblarle el brazo al Estado, sino por la frustración de promesas incumplidas en campo propio.

Carece de recorrido una violencia que no busca doblarle el brazo al Estado, sino que está alentada por la frustración de promesas incumplidas

Lo recoge la sentencia cuando se refiere a la "disimulada certeza de los acusados" de que en ningún caso el Gobierno legítimo iba a permitir la secesión de Cataluña. Los propios detenidos por los disturbios de estos días han declarado sentirse frustrados por la "república fallida" y la desconfianza en sus dirigentes. Ahora ya saben que estos iban de farol, pero el Estado no.

Quim Torra, corneado de gravedad en el Parlament, en la calle y en todas las cancillerías del mundo, está para la enfermería, no para salir a hombros. La pregonada "vía Hong Kong" era esto: atacar con saña a la Policía y aterrorizar a la Cataluña que sufre y calla con barreras de fuego atizadas por el 'president'. Normal que ahora sufra alucinaciones propias de una calentura.

La inmensa mayoría de catalanes, de proverbial aversión al desorden, han detectado el síndrome del piloto borracho en el Palau de Sant Jaume

De ahí su extravagante, unilateral e inesperada propuesta por un nuevo referéndum de "autodeterminación" antes de que caduque su mandato, que es como rehacer el camino de la cárcel, empezar de nuevo, tropezar en las mismas piedras, correr hacia el vacío y volver a 'somiar truites' (castillos en el aire). Otra bofetada a la Cataluña sufriente que, independentista o no, va al trabajo cada día y quiere tener la fiesta en paz.

La inmensa mayoría de catalanes, de proverbial aversión al caos, están aterrados. Detectan el síndrome del piloto borracho en la Generalitat. Y entienden su huida hacia adelante de Torra. Si fuera al revés toparía con los suyos, los que aprietan, dispuestos a lincharle por haberlos dejado tirados frente a una bien coordinada operativa de mossos y policías nacionales.

La pregonada "vía Hong Kong" era esto: aterrorizar a la Cataluña que sufre y calla con barreras de fuego atizadas por el 'president' de la Generalitat

Así que, bajo los efectos del "soliloquio enajenado" que ayer le atribuía el editorial de un diario madrileño, ha puesto rumbo al abismo. Por el camino, mirando al suelo, se entretendrá en repetir solo y abatido aquello del mariscal Petain: "¡Esta tierra es nuestra¡".

Por desgracia para el soberanismo, las "bullangas" se han comido a las sonrisas. Las explosiones de rabia, las imágenes de guerrilla urbana, no solo han disparado la intención de votar en las elecciones del 10-N. También han tapado la foto de las multitudes confluyentes sobre Barcelona en pacífica manifestación de protesta contra la sentencia del Supremo.

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