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Sánchez-Casado, a cara de perro
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Antonio Casado

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Sánchez-Casado, a cara de perro

Mal ambiente ante la cita de hoy en Moncloa. Y más de cara a unas elecciones (Galicia y Euskadi) convocadas para evitar el contagio de la catalanización de la vida política

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder del PP, Pablo Casado. (EFE)

Solo cuando lleguen a la conclusión de que el enfrentamiento ha dejado de ser electoralmente rentable, porque los españoles tienen sed de centralidad, hablaremos de reencuentro entre Gobierno y oposición. Hasta entonces, no hay motivos para ser optimistas ante la cita de este mediodía en Moncloa. Y menos en vísperas de unas elecciones autonómicas (Galicia y País Vasco), convocadas para evitar el contagio de la catalanización de la vida política nacional y en las que el Gobierno de coalición pasará el examen parcial de sus primeros 100 días.

Si preguntamos a Sánchez, dirá que acude con ánimo de acordar, sobre todo en temas de Estado, porque “la oposición también tiene su sitio”. Si preguntamos a Casado, apelará al exigible respeto institucional y se limitará a decir que le pagan por hablar con todos, incluso con los menos fiables, en indisimulada alusión a su interlocutor de hoy.

"El Gobierno ha convertido a la oposición en inductora del cierre de filas en el PSOE, como se demostró en la sesión de control del Congreso"

Atentos a la pantalla, porque el tema lo merece. Pero hemos de partir de una realidad incontestable: el presidente del Gobierno y el líder del principal grupo de la oposición, en nombre del PSOE y el PP, protagonistas alternativos de los mejores años de la España democrática, se miran a cara de perro.

Más allá de las buenas palabras que nos dediquen al finalizar la reunión, como ya ocurriese en la del 16 de diciembre, no veo motivos para hablar de reencuentro con la oposición, convertida por los guionistas de Sánchez en inductora del cierre de filas propio. Así volvió a quedar demostrado en la sesión de control del miércoles pasado en el Congreso y en el comité federal del PSOE celebrado este sábado.

Foto: Pedro Sánchez, durante su última intervención ante el comité federal del PSOE, el pasado 28 de septiembre en Ferraz. (Inma Mesa | PSOE)

Ambos vienen necesitando el distanciamiento y la sobreactuación como resortes en estos últimos años saturados de urnas. Y si para perjudicar al adversario el PP alimentó en su día a Podemos, hoy el PSOE utiliza a Vox con el mismo descaro contra el PP. Pero, mientras tanto, los problemas reales del país siguen aparcados (algunos empiezan a aflorar estos últimos días). La polarización política, el malestar social, las desigualdades territoriales y la desconfianza en las instituciones envenenan la vida pública. Son cuestiones de mayor cuantía llamadas a perderse en la polvareda de una agenda menor, aunque no menos apremiante: los PGE para 2020, la pendiente renovación de órganos institucionales y el pertinaz desafío del independentismo catalán.

En Presupuestos, Casado le dirá que llame a otra puerta. En la renovación del CGPJ, que lo pactarán, pero no ahora. En cambio, avanzarán muy probablemente en el nombre del futuro defensor del pueblo. Y en la renovación del Tribunal Constitucional (cuatro vacantes), sobre la base de cerrar el paso a declarados objetores de la Constitución.

"Si para perjudicar al adversario el PP alimentó en su día a Podemos, hoy el PSOE utiliza a Vox con el mismo descaro contra el PP"

En cuanto al conflicto catalán, la complicidad reclamada por Sánchez volverá a caer en saco roto, como en mayo, porque el PP no se apea de su doctrina sobre el presunto sometimiento a los independentistas, de los que dependen la gobernabilidad de España y la recuperación del sosiego en la vida política.

Sánchez garantizará a Casado que no habrá indultos para los condenados por el 'procés' y este intentará persuadir a Sánchez de que renuncie a suavizar el castigo por sedición en el Código Penal, porque es desarmar al Estado frente a los ataques contra el orden constitucional y porque se emite un mensaje contradictorio entre los eurodiputados que han de decidir sobre la pérdida de inmunidad de Puigdemont y compañía.

Solo cuando lleguen a la conclusión de que el enfrentamiento ha dejado de ser electoralmente rentable, porque los españoles tienen sed de centralidad, hablaremos de reencuentro entre Gobierno y oposición. Hasta entonces, no hay motivos para ser optimistas ante la cita de este mediodía en Moncloa. Y menos en vísperas de unas elecciones autonómicas (Galicia y País Vasco), convocadas para evitar el contagio de la catalanización de la vida política nacional y en las que el Gobierno de coalición pasará el examen parcial de sus primeros 100 días.

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