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La estupidez de Torra y el odio de la Ponsatí
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Antonio Casado

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La estupidez de Torra y el odio de la Ponsatí

De la insoportable sensación de avanzar a palos de ciego en la guerra contra el bicho nos consuela el activismo de los independentistas, contrariados por el eclipse total del 'procés'

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra. (EFE)

Además de conocer al ministro de Sanidad, chequear el espíritu solidario de los españoles y disparar la cifra de nacimientos de aquí a nueve meses, el coronavirus ha servido para aparcar el conflicto catalán. No del todo, pues de la insoportable sensación de avanzar a palos de ciego en la guerra contra el bicho nos consuela el activismo de los independentistas, seguramente contrariados por el eclipse total del 'procés'.

Dice Quim Torra que la Constitución no cura el virus. Es verdad. Pero menos lo cura la estupidez. O el odio destilado desde el autodestierro escocés por su correligionaria, Clara Ponsatí, en un lamentable fogonazo digital. “De Madrid al cielo”, escribió la insensata a modo de mofa por las víctimas del Covid-19 en el centro de España. Cuando lo retiró, afeado incluso por su propia gente, el mal ya estaba hecho.

Foto: La eurodiputada Clara Ponsatí. (EFE)

Al tiempo, el presidente de la Generalitat, tras la videoconferencia de Sánchez con los gobernantes autonómicos, demostraba ayer ser el más estúpido de todos en la guerra contra el mal que acecha a los gobernados. Y también a los gobernantes. Como bien sabe ya su vicepresidente, Pere Aragonès, que, mecachis, no pertenece a ninguna especie protegida frente al coronavirus.

En eso es equiparable a líderes de todo pelaje en el ruedo ibérico. A saber: Ana Pastor (PP), Santiago Abascal (Vox), Irene Montero (Podemos), Carolina Darias (PSOE), con el presidente Sánchez y el vicepresidente Iglesias Turrión en aislamiento.

Aquí no hay fronteras geográficas, políticas, culturales, religiosas, de patria o de clase social

Todos afectados. Aquí no hay fronteras geográficas, políticas, culturales, religiosas, de patria o de clase social. Todos estamos prisioneros de la misma cárcel y todos cumplimos idéntica condena, tal y como describía Albert Camus el confinamiento en su alegórica novela ('La peste'). Y la única solución es la lucha solidaria.

Lo cual no impidió al 'molt honorable' reclamar del Gobierno central el confinamiento de Cataluña. Es la última extravagancia de este intelectual orgánico de la estupidez que, por suerte, ya está en la cuenta atrás de su dañino paso por el Palau de Sant Jaume.

Con su protesta cercana al sollozo, ya que Sánchez no le permite cerrar Cataluña al resto de España, pretendió marcar diferencias con el resto de las comunidades. Y al no conseguirlo, quiso ir de estupendo poniendo nombres distintos a lo que ya está haciendo el Gobierno de la nación. ¿Qué diferencia hay entre el estado de alarma de Sánchez y el 'paro de país' de Torra que insta a los catalanes a quedarse en casa?

En eso consiste un estado de alarma, que empieza por confiscar derechos y libertades individuales a favor del 'mando único'

Se quejó Quim Torra, junto a Urkullu, de la “confiscación de competencias”. Y eso es como quejarse de que la lluvia moja. Pues claro. En eso consiste un estado de alarma, que empieza por confiscar derechos y libertades individuales a favor del 'mando único' (el Gobierno) en nombre del bien común y los intereses generales. También 'confisca' competencias de las comunidades. Por supuesto. Las de Cataluña y las de Murcia, La Rioja, el País Vasco, Andalucía, y así sucesivamente.

Y total, para remitirse tras esas reclamaciones al más constructivo “vamos a estar con vosotros”, que dijo Torra en su intervención ante Sánchez y los presidentes durante las cuatro horas de cita telemática. Qué magnífica ocasión perdida de haberse quedado ahí, como el resto de sus colegas. Sin perjuicio de que, como dijo el presidente gallego, Núñez Feijóo, “ya habrá tiempo de censurar lo que se puede hacer y no se hizo, ahora es tiempo de hacer juntos lo que tengamos que hacer a partir de ahora”.

Amén.

Además de conocer al ministro de Sanidad, chequear el espíritu solidario de los españoles y disparar la cifra de nacimientos de aquí a nueve meses, el coronavirus ha servido para aparcar el conflicto catalán. No del todo, pues de la insoportable sensación de avanzar a palos de ciego en la guerra contra el bicho nos consuela el activismo de los independentistas, seguramente contrariados por el eclipse total del 'procés'.

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