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El sexto de Felipe VI: la Corona cuestionada
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El sexto de Felipe VI: la Corona cuestionada

Aunque el caso de las comisiones del AVE ya está en la Fiscalía, la foto de Juan Carlos I se cae de los salones y los enemigos del Estado se crecen

Foto: El rey Felipe VI, en un acto en Madrid. (EFE)
El rey Felipe VI, en un acto en Madrid. (EFE)

Seis años no es nada, pero dan para reconocer en el actual Rey de España —así lo planearon los constituyentes del 78—, la encarnación de valores civiles como ejemplaridad, sometimiento a la voluntad del pueblo soberano, tolerancia, cultura del pacto y la concordia entre los españoles. Lo demostró en su grito contra el riesgo de la España de "unos contra otros", durante la sesión inaugural de la XIV Legislatura el pasado mes de febrero.

Minutos antes, los parlamentarios independentistas catalanes, vascos y gallegos habían escenificado un plantón con la lectura del manifiesto 'No tenemos Rey', sobrecargado de apelaciones a la democracia y la libertad, como si fueran valores extraños al régimen vigente de Monarquía Parlamentaria.

Seis años no es nada, pero dan para reconocer en Felipe VI la encarnación de valores civiles como ejemplaridad, tolerancia o cultura del pacto

Seis años después de la coronación de Felipe VI, tras la renuncia de Juan Carlos I, los fervores republicanos se reaniman con la penosa conducta personal del hoy Rey emérito. Y aunque el caso de las comisiones del AVE ya está en la Fiscalía, su foto se cae de los salones y los enemigos del Estado se crecen. Sin embargo, en un sistema de opinión pública sometido al imperio de la ley, nada tan poco republicano como endosar al hijo las culpas del padre o transferir a la institución monárquica el desprestigio de personas concretas de la familia real.

Explica Harari en 'Sapiens' que, así como las religiones monoteístas incluyen elementos politeístas, y al revés, también las ideologías referidas a las formas básicas del Estado (República y Monarquía) han terminado compartiendo principios, valores o normas fundacionalmente exclusivos de una u otra. Donald Trump va de arrogante monarca absoluto y Holanda parece una república coronada por el rey Guillermo.

Es la diferencia entre un mercader de votos y un profesional educado desde la cuna en el ejercicio de la neutralidad, al margen de los vaivenes políticos. En el aquí y ahora a uno se le ponen los pelos como escarpias si, por muy improbable avance de quienes apuestan por un primer mandatario elegido en urnas, acabáramos viendo en la Jefatura del Estado a Zapatero, Aznar, Baltasar Garzón, Risto Meijide, Monedero o Belén Esteban.

Donald Trump va de arrogante monarca absoluto y Holanda parece una república coronada por el rey Guillermo

Si la clase política es percibida como un gran problema nacional, los dirigentes de UP y de ERC, sobre los que se asienta el poder de Pedro Sánchez, deberían darse por aludidos. En vez de eso, alimentan la sospecha de que usarán su ascendiente ante Moncloa como palanca de un cambio de régimen. El primer paso sería atacar a la Corona aprovechando las facilidades ofrecidas por el reprobable comportamiento del llamado Rey emérito en los años anteriores a su abdicación.

Que alimenten la sospecha por el hecho de que la aversión al Rey ya se sienta en el Consejo de Ministros y en la Mesa del Congreso no significa que el problema vaya a ir a más. Aunque el CIS se olvide de tomarle la temperatura al asunto, la figura del Rey ("símbolo de la unidad y permanencia del Estado") goza de una amplísima aceptación entre los españoles.

Exagera el PP cuando advierte de que la apertura de un proceso constituyente pueda ser el precio de UP y ERC para colmar las ambiciones de Sánchez

El PSOE se ha alineado con el PP y Ciudadanos, partidos de inequívoco compromiso constitucional, para impedir que una eventual comisión de investigación parlamentaria sobre Juan Carlos I se convierta en caja de resonancia antimonárquica. No obstante, Pablo Casado e Inés Arrimadas exageran el riesgo de que la imagen de la Corona y la figura de Felipe VI pueden sufrir daños irreparables.

La sobreactuación del PP es manifiesta cuando nos advierte de que la apertura de un proceso constituyente acabe siendo el precio exigido por Podemos-ERC-Bildu-Más País, enemigos declarados del régimen del 78 y la forma monárquica del Estado, a cambio de colmar las ambiciones políticas de Pedro Sánchez. El PP incluso ha llegado a alertar a Bruselas frente al peligro de que sus ayudas acaben sirviendo para alimentar "proyectos ideológicos" rompiendo los consensos de 1978.

El silencio del Gobierno da cuartos al pregonero de hipótesis tan extravagantes, en vez de desmentirlas con firmeza.

Seis años no es nada, pero dan para reconocer en el actual Rey de España —así lo planearon los constituyentes del 78—, la encarnación de valores civiles como ejemplaridad, sometimiento a la voluntad del pueblo soberano, tolerancia, cultura del pacto y la concordia entre los españoles. Lo demostró en su grito contra el riesgo de la España de "unos contra otros", durante la sesión inaugural de la XIV Legislatura el pasado mes de febrero.

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