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Los pecados del PP no curan el covid-19
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Los pecados del PP no curan el covid-19

La venganza de Martínez destapa el indigno comportamiento de unos servidores públicos, incluido él mismo, vendidos al interés de un partido político

Foto: El líder del Partido Popular, Pablo Casado (i), conversa con su compañero de partido Teodoro García Egea. (EFE)
El líder del Partido Popular, Pablo Casado (i), conversa con su compañero de partido Teodoro García Egea. (EFE)

Bellido Dolfos pasó a la historia como un traidor por apuñalar a Sancho I de Castilla cuando estaba defecando extramuros de la Zamora medieval. Tuvieron que pasar 10 siglos hasta que Agustín García Calvo convirtiese al traidor del romancero en un héroe de la España vacía. Ahora es un 'patriota' y en Zamora dedican calles y cafeterías a su memoria.

En las filas del PP, el ex secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez, la estrella mediática del fin de semana, es considerado un traidor movido por el resentimiento y dispuesto a convertir el caso Kitchen en el caso Rajoy, con la consiguiente ración de plomo en las alas de Pablo Casado. “Voy a contar al juez todo lo que sé”, dice.

Foto: El exsecretario de Estado de Seguridad, Francisco Martínez, en el Congreso. (EFE)

Al otro lado de la barricada política, sus adversarios se negarán a condecorarle por su servicio al común, que no nace de su virtud sino de su sed de venganza. Pero baten palmas, celebran la caída del caballo del hombre que vino de las cloacas del Estado y se ponen estupendos con su extemporáneo ‘Roma traidoribus non praemiat’, del cónsul Servilio Cepion a los colaboracionistas que apuñalaron a Viriato cuando estaba durmiendo.

“Roma no paga traidores”, dice la frase milenaria. Ni falta que hace. Los pecados del PP se purgan en los tribunales y en las urnas. No nos vacunan del covid-19 ni reaniman la maltrecha economía nacional. Aunque fuese ajeno a sus intenciones, la venganza de Martínez destapa el indigno comportamiento de unos servidores públicos, incluido él mismo, vendidos al interés de un partido político.

Cierto. Pero eso no crea puestos de trabajo, no frena el galopante número de contagios, no revierte el cuestionamiento de la monarquía, no desmonta la traca final que prepara Torra para celebrar su inhabilitación, ni despeja de nubarrones el horizonte de un país con sus hospitales en estado de alerta y una política nacional cargada de confusión e incertidumbre.

Que el caso Kitchen no nos distraiga de lo que realmente nos angustia. No permitamos que sea utilizado como tapadera

Que el caso Kitchen, deliberadamente amplificado por las fuerzas políticas que ven en la confrontación una fuente de votos, no nos distraiga de lo que realmente nos angustia. No permitamos que sea utilizado como tapadera de más dramáticos y más apremiantes problemas. Los de una España económicamente rota y políticamente inestable. Los de una España confiscada por las fantasías de Sánchez, cuyo parecido con el “cirujano de hierro” que Joaquín Costa imaginó para enderezar la España deprimida del 98 es pura coincidencia. La primera de esas fantasías es creer que puede meter a todos los partidos en el mismo barco, como diría Ramoneda.

Las aberrantes aventuras de la policía patriótica del exministro Fernández merecen el ya imparable reproche judicial y político que hace al caso. Pero sostengo que la ciudadanía está menos preocupada por el desenlace de ese proceso indagatorio que por el miedo a un nuevo confinamiento y los consiguientes efectos del contraataque del virus sobre la salud, el bolsillo y la convivencia social.

La ciudadanía está menos preocupada por el desenlace de ese proceso indagatorio que por el miedo a un nuevo confinamiento

Por desgracia, la realidad ha desmentido dramáticamente al defensor del pueblo cuando depositó sus esperanzas en un pacto “seguro y homogéneo” entre el Gobierno y las comunidades autónomas en materia de Sanidad y Educación, una vez derogada la lógica del llamado 'mando único'. Y ahora reinan la confusión y la incertidumbre. Y de eso no nos consuelan el caso Kitchen y los pecados del PP, agitados por análisis teñidos de las preferencias políticas de quienes los formulan.

Bellido Dolfos pasó a la historia como un traidor por apuñalar a Sancho I de Castilla cuando estaba defecando extramuros de la Zamora medieval. Tuvieron que pasar 10 siglos hasta que Agustín García Calvo convirtiese al traidor del romancero en un héroe de la España vacía. Ahora es un 'patriota' y en Zamora dedican calles y cafeterías a su memoria.

Pablo Casado Monarquía Luis Bárcenas