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Iglesias y Monasterio: traficantes del odio
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Antonio Casado

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Iglesias y Monasterio: traficantes del odio

Los extremos se tocan y no precisamente en el terreno de las ideas sino en el de las teatralizaciones. Una insoportable pelea entre quienes quieren medrar en la crispación

Foto: Iglesias y Monasterio, en el primer debate. (Telemadrid)
Iglesias y Monasterio, en el primer debate. (Telemadrid)

Lo de este jueves en la SER fue de vergüenza ajena. Que Rocío Monasterio (Vox) cuestionase la credibilidad de las amenazas postales a Iglesias (Marlaska y María Gámez) regaló al candidato madrileño de Podemos la ocasión de hacer un mutis tan teatral como el de Espinosa de los Monteros desposado con Monasterio, como es sabido, que en su día también rompió la baraja porque el vicepresidente del Gobierno se había referido a la vocación golpista de Vox.

"Cierre al salir, señoría", dijo entonces Iglesias. "Lárguese, valiente", le dijo ayer la doña. Chulería por chulería. Traficantes del odio en el mercado de los votos. Los extremos se tocan y no precisamente en el terreno de las ideas sino en el de las teatralizaciones. Una insoportable pelea de gallos entre quienes quieren medrar electoralmente en la crispación y ese obsoleto guerracivilismo que intercambia pedradas verbales afortunadamente fenecidas.

Hay odio en el discurso de Vox. Es cruel e inhumano su cartel electoral contra los 'menas' empujados por la miseria hasta las puertas de nuestras casas. Y es reprochable su falta de solidaridad con las personas amenazadas de muerte. Pero no rezuma menos odio quien se refiere al PSOE como el partido de la cal viva y al PP como un grupo criminal.

En la perpetración del odio, nada tan amargo como la infinita benevolencia de Iglesias con los crímenes de ETA

Lo siento, pero algunos no renunciamos a la memoria como elemento invencible en la aprehensión de la realidad. Para ser creíble en la guerra a los odiadores hay que predicar con el ejemplo. No es el caso del candidato de Podemos a las elecciones en la Comunidad de Madrid. En la perpetración del odio, nada tan amargo como su infinita benevolencia con los crímenes de ETA. Frente a ese volquete de odio 'antiespañol' nunca se sintió tan ofendido como se sintió ayer, cuando la candidata de Vox puso en duda la veracidad de las amenazas de muerte contra el ya exvicepresidente del Gobierno.

Claro que es reprochable la falta de empatía de Rocío Monasterio con los destinatarios de las amenazas postales. Por poner ejemplos más cercanos a la bronca del debate radiofónico de ayer, ni más ni menos reprochable que patear la cabeza de un policía, quemar en público la imagen del Rey o pedir un golpe de piolet en la cabeza de cierto dirigente político, respecto a lo que no hay constancia documental de que a Iglesias le produjera la misma indignación que el desdén de Monasterio por el odio depositado en un buzón de correos.

Los adoquines firmados de Vallecas no son más santos que las amenazas anónimas por vía postal. Hay el mismo sectarismo en perdonar lo uno o lo otro según el lado de la barricada política en que uno se coloque. Pero la intolerancia que peca contra la democracia es la misma. Dicho sea a riesgo de caer pateado por el fariseismo de guardia que no tolera a los equidistantes. Qué le vamos a hacer.

Monasterio se refuerza gracias a Iglesias. Queda de víctima, como oveja acorralada por la izquierda y los medios de comunicación

Ya con la vista puesta en el incierto recuento electoral del 4 de mayo, es evidente que Monasterio ha salido reforzada gracias a Iglesias. Con su desembarco regional le hizo un favor al PP de Ayuso. Ahora se lo hace a Monasterio, que sale crecida como oveja acorralada por los mastines de la izquierda y la "dictadura de los medios de comunicación" [sic].

Edmundo Bal se quedó solo rogando al resto de los candidatos (Ayuso no participaba en el debate) que no hicieran el juego a Vox. Y Angels Barceló se desgañitó sin éxito pidiendo a Iglesias que, en nombre de la democracia, desmontase a Vox con argumentos y no con una fuga que luego se contagió a los otros representantes de la izquierda, Gabilondo y Mónica García. Ella será la más beneficiada de la bronca de ayer, mientras que el verdadero Gabilondo, el de "con este Iglesias, no", se ha malogrado definitivamente en el Gabilondo tutelado del "Pablo, tenemos doce días para ganar".

Ay, las malas compañías, profesor.

Lo de este jueves en la SER fue de vergüenza ajena. Que Rocío Monasterio (Vox) cuestionase la credibilidad de las amenazas postales a Iglesias (Marlaska y María Gámez) regaló al candidato madrileño de Podemos la ocasión de hacer un mutis tan teatral como el de Espinosa de los Monteros desposado con Monasterio, como es sabido, que en su día también rompió la baraja porque el vicepresidente del Gobierno se había referido a la vocación golpista de Vox.

Rocío Monasterio Espinosa de los Monteros