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Ciudadanos: mejor aleluya que réquiem
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Antonio Casado

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Ciudadanos: mejor aleluya que réquiem

"Los partidos políticos son estados de ánimo", dice Arrimadas, en lucha contra la idea de que Cs se deshace: "Seguiré trabajando, pase lo que pase en Madrid"

Foto: Begoña Villacís, Edmundo Bal e Inés Arrimadas. (EFE)
Begoña Villacís, Edmundo Bal e Inés Arrimadas. (EFE)

En la España descentrada con sed de centralidad PSOE y PP no están por la labor. Ciudadanos es un partido tan incomprendido (gestionar bien, comunicar mal, según sus dirigentes) como necesario frente al veneno de la polarización. No porque lo digan todo el rato Inés Arrimadas y Edmundo Bal, conscientes de su hundimiento en las encuestas. Es porque lo reclama el apremiante saneamiento de la embrutecida política nacional.

Arrimadas en distancia corta: “Los partidos políticos son estados de ánimo”. Bracea frente a la sensación de que el suyo se apaga. Y el candidato Bal se aferra a la posibilidad de que a última hora se movilicen los votantes madrileños de Cs que nutren la bolsa de indecisos. Lo da por hecho si la participación es tan alta como anuncian los sondeos. Supondría alcanzar el umbral del 5% de los votos. Y entonces la cantada ganadora, Díaz Ayuso (PP), podría prescindir de Vox como socio de gobierno.

Alejar del poder a la ultraderecha cerraría una fuente de tensión que ha marcado el último tramo de la campaña para las elecciones del martes en la Comunidad de Madrid. Ojalá. Es una de las tres apuestas del columnista. Otra es por la extinción definitiva de la ya declinante estrella del exvicepresidente, Iglesias Turrión, según él mismo reconoce en un tardío rasgo de lucidez (entrevista en 'Corriere della Sera'). Y la tercera: que los cantos de la noche electoral del martes próximo en la sede de Cs se parezcan más al aleluya de Haendel que al réquiem de Mozart.

Edmundo Bal cuenta con la movilización de última hora de los votantes indecisos de Cs para alcanzar el 5% de los votos

Cs pudo haberse consolidado como fuerza decisiva si hubiera formado mayoría de gobierno con el PSOE tras las elecciones de abril de 2019, pero Albert Rivera no perdió mucho tiempo en convencer a Sánchez ni este en dejarse convencer. Desde entonces no ha hecho más que acumular fracasos.

Lo último fue la conjura de Murcia, un mal explicado arrime al PSOE para derribar el gobierno regional PP-Cs. Se trataba de frenar la corrupción del PP en aquella Comunidad, según Inés Arrimadas. Pero Díaz Ayuso vio en la maniobra el anticipo de otra semejante contra ella. Así que corrió a desbaratarla con las elecciones anticipadas.

Los seguidores de Cs también lo percibieron como un indebido contubernio con Moncloa, lo cual derivó en fugas y desánimo reflejado en todos los sondeos previos a las elecciones del 4 de mayo.

La política española necesita un partido liberal de inequívoca adhesión al régimen del 78 con capacidad de entenderse a derecha e izquierda

Si bien el partido parece condenado a la irrelevancia, incluso a la extinción, no conviene hacer deducciones apresuradas. “Seguiré trabajando”, dice Arrimadas, aunque en Madrid se produzca el quinto batacazo electoral consecutivo después de las generales, Galicia, Euskadi y Cataluña.

Todo eso alimenta la idea de que este partido se está apagando. No lo creo. Primero porque gobierna en dos importantes CC. AA. (Andalucía y Castilla y León) y en 400 ayuntamientos, Madrid entre ellos. Y segundo porque antes o después entenderemos que en un escenario marcado por el enfrentamiento entre dos bloques es necesario que un partido liberal de inequívoca profesión de fe en el régimen del 78, con capacidad de entenderse a derecha e izquierda, esté disponible para garantizar la gobernabilidad del país y la estabilización del sistema.

Ese espacio intermedio, calificado en su día por Albert Rivera como "la tercera España", es el hábitat natural de los tres o cuatro millones de votantes, tirando por lo bajo, que se sienten huérfanos políticos en la España de “unos contra otros”, según la expresión utilizada por el rey Felipe VI en su discurso inaugural de la presente legislatura.

En la España descentrada con sed de centralidad PSOE y PP no están por la labor. Ciudadanos es un partido tan incomprendido (gestionar bien, comunicar mal, según sus dirigentes) como necesario frente al veneno de la polarización. No porque lo digan todo el rato Inés Arrimadas y Edmundo Bal, conscientes de su hundimiento en las encuestas. Es porque lo reclama el apremiante saneamiento de la embrutecida política nacional.

Arrimadas en distancia corta: “Los partidos políticos son estados de ánimo”. Bracea frente a la sensación de que el suyo se apaga. Y el candidato Bal se aferra a la posibilidad de que a última hora se movilicen los votantes madrileños de Cs que nutren la bolsa de indecisos. Lo da por hecho si la participación es tan alta como anuncian los sondeos. Supondría alcanzar el umbral del 5% de los votos. Y entonces la cantada ganadora, Díaz Ayuso (PP), podría prescindir de Vox como socio de gobierno.

Alejar del poder a la ultraderecha cerraría una fuente de tensión que ha marcado el último tramo de la campaña para las elecciones del martes en la Comunidad de Madrid. Ojalá. Es una de las tres apuestas del columnista. Otra es por la extinción definitiva de la ya declinante estrella del exvicepresidente, Iglesias Turrión, según él mismo reconoce en un tardío rasgo de lucidez (entrevista en 'Corriere della Sera'). Y la tercera: que los cantos de la noche electoral del martes próximo en la sede de Cs se parezcan más al aleluya de Haendel que al réquiem de Mozart.

Ciudadanos Inés Arrimadas