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Pacifismo de salón: Ucrania no es Irak
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Antonio Casado

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Pacifismo de salón: Ucrania no es Irak

Tras el culebrón agropecuario del ministro Garzón, la cuña pacifista del Gobierno es la última entrega de las contradicciones en la coalición PSOE-UP

Foto: Joe Biden junto a Pedro Sánchez. (EFE/Riccardo Antimiani)
Joe Biden junto a Pedro Sánchez. (EFE/Riccardo Antimiani)

La cuña pacifista en el seno del Gobierno es la última entrega de las contradicciones ideológicas, programáticas, organizativas y electorales de la coalición PSOE-UP. Vuelven a aflorar como en el culebrón agropecuario del ministro Garzón, aunque esta vez son palabras mayores: la participación en un posible conflicto bélico por la eventual invasión rusa de Ucrania.

Frente a la evidencia de no estar solos en el mundo, al secretario de Estado de la Agenda 2030, Enrique Santiago, le produce “honda preocupación” que nuestro país cumpla sus compromisos internacionales. Y la ministra Irene Montero, olvidando que la fuerza militar es un componente de la geopolítica frente amenazas reales a nuestro sistema de valores, nos recuerda que “España es el país del no a la guerra”, mientras el portavoz de su partido, Pablo Fernández, sostiene que “un Gobierno progresista no puede permitirse actitudes como la del señor Aznar”.

Son inequívocas las referencias a la implicación de la España de Aznar, de espaldas a los españoles, en una guerra unilateralmente decidida por EEUU (Irak, 2003) con burdos pretextos de amarga memoria (inexistentes armas de “destrucción masiva” de Sadam Hussein).

Lo de Ucrania nada tiene que ver con la conjura de Bush, Blair y Aznar en la guerra de Irak (2003), unilateralmente decidida por EEUU

Esto es otra cosa. No le estamos declarando la guerra a nadie. El supuesto es de ataque a la integridad territorial de un país vecino. Y por ahora nuestra participación, como miembros de la OTAN, se integra en meros movimientos disuasorios en Europa Oriental. Pero lo de la respuesta “rápida, contundente y unida” anunciada por EEUU también va por España que, como dice el ministro Albares, “es solidaria y no se esconde”.

España apuesta por la vía diplomática, aún abierta tras la reunión de Blinken y Lavrov, titulares norteamericano y ruso de Asuntos Exteriores. Si llegara el caso, que nadie desea, sería una reacción militar a la invasión de un país soberano. Nada que ver con la foto de las Azores (la infausta conjura de Bush, Blair y Aznar) y el “no a la guerra” de 2003.

Pero aquí nadie se chupa el dedo. La política también está en la proa de la fragata Blas de Lezo (armamento de tecnología norteamericana) que ya navega hacia el mar Negro para unirse a la flota aliada. Y también está en los lemas del ministro Albares cuando recuerda a los socios del Gobierno de coalición que “la política exterior es una competencia del presidente”.

Sánchez espera desquitarse de la foto pasillera con Biden en la cumbre de la OTAN convocada a finales de junio en Madrid

Nadie entendería un ataque de pacifismo de Sánchez en modo Iglesias, pocos meses antes de apadrinar una reunión de la OTAN al máximo nivel en la que España piensa reclamar mayor atención hacia el Sahel. ¿Se imaginan un desmarque español de la crisis en Europa Oriental en vísperas de pedirle un refuerzo de la seguridad en el flanco sur (norte de África)?

Ahí topamos con una de las dos grandes prioridades de Sánchez en política exterior (la otra es recomponer las relaciones con Marruecos). Me refiero a la cumbre de la Alianza, convocada para los días 29 y 30 de junio en Madrid.

España necesita remontar su declinante presencia en relaciones internacionales. Y Sánchez ve una ocasión pintiparada para desquitarse de la foto pasillera con Joe Biden. Ya en la cuesta abajo hacia un final feliz de la legislatura, no será grano de anís salir en una foto asociada a un nuevo concepto estratégico de la OTAN, con innovadores elementos de paz y seguridad, como el compromiso climático o políticas inclusivas de la mujer.

Años luz respecto al discurso del genio asintomático de Pablo Echenique, número dos de Podemos, cuando dice: “No se trata de estar más cerca de Rusia que de la OTAN, sino de saber quién está más cerca de la paz y quién está más cerca de la guerra”.

La cuña pacifista en el seno del Gobierno es la última entrega de las contradicciones ideológicas, programáticas, organizativas y electorales de la coalición PSOE-UP. Vuelven a aflorar como en el culebrón agropecuario del ministro Garzón, aunque esta vez son palabras mayores: la participación en un posible conflicto bélico por la eventual invasión rusa de Ucrania.

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