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Qué fue del derecho internacional y sus tribunales
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Antonio Casado

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Qué fue del derecho internacional y sus tribunales

A 25 km de una Tercera Guerra Mundial (ataque a una base militar próxima a territorio OTAN), se nos sigue yendo la fuerza por la boca

Foto: Banderas de varios países, a media asta. (EFE/Zipi)
Banderas de varios países, a media asta. (EFE/Zipi)
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Decía el otro día en 'La Vanguardia' Manuel Cruz, mi filósofo de cabecera, que la izquierda se ha quedado sin ideas y ya solo tiene palabras ('vulnerable', 'inclusivo', 'sostenible', 'nadie se queda atrás', etc.). También es aplicable a la parte civilizada del mundo, la de las tres colinas (Acrópolis, Capitolio, Gólgota), objetada militarmente por un tirano con pecho de hormigón que responde al nombre de Vladímir Putin.

A 25 kilómetros de una Tercera Guerra Mundial (ataque ruso a una base militar próxima a territorio OTAN), menos que de Torrejón a Madrid, se nos sigue yendo la fuerza por la boca. Y unidos a la buena causa solidaria de los europeos con el pueblo ucraniano, ni siquiera nos preguntamos qué fue del derecho internacional o de qué sirvió la institucionalizada renuncia a la fuerza militar como medio de resolver conflictos.

El derrocamiento interno de Putin, a modo de golpe palaciego, nos cundiría más que la enésima ronda negociadora de bajo nivel. Por supuesto que un magnicidio (propuesta del senador Graham de EEUU) sería mucho más eficaz que una rueda de prensa. Y la internacionalización de la respuesta, en el único lenguaje que Putin conoce, mucho mejor que una cumbre versallesca para volver a las palabras enlatadas sobre la necesidad de una Europa militarmente segura sin depender de terceros.

Un magnicidio es más eficaz que una rueda de prensa. Responder en el mismo lenguaje de Putin, mejor que una cumbre versallesca

Entretanto, en las polvorientas estanterías de los diplomáticos occidentales sigue dormido el punto 4 del artículo segundo de la Carta de las Naciones Unidas, por el que los Estados miembros, incluido Rusia, renuncian al uso de la fuerza contra “la integridad de cualquier Estado” o como modo de resolver los conflictos, a fin de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles”.

Del derecho internacional alumbrado después de la Segunda Guerra Mundial y transgredido ahora por un exespía soviético con sueños de grandeza, solo hemos sabido por palabras perecederas de los dirigentes europeos. Eclipse total en acciones concretas, salvo vagas referencias de actuaciones preliminares de la Corte Internacional de Justicia.

Ante ese brazo judicial de la ONU con sede en La Haya, que entiende de conflictos entre Estados, Ucrania ha denunciado “violaciones del derecho internacional humanitario” por ataques a viviendas, hospitales, ambulancias, escuelas, etc., con centenares de muertos. Y aunque la denuncia siga su trámite y el tribunal llegase a dictar una resolución, resulta que carece de poder para hacerla cumplir. Un pan de obleas, vamos.

El Tribunal Penal Internacional de La Haya carece de jurisdicción en el 'crimen de agresión' (invasión); ni Rusia ni Ucrania son miembros

Más desalentador todavía es lo del Tribunal Penal Internacional, también con sede en La Haya. Se inspira en Estatuto de Roma (1998) y es heredero de los famosos tribunales de Núremberg contra los nazis. O sea, que juzga a personas por crímenes de guerra.

Mire usted por dónde, ni Rusia ni Ucrania son miembros del TPI (Rusia lo abandonó en 2016). Así que no puede actuar por falta de jurisdicción en el llamado 'crimen de agresión' (invadir un país) de reciente tipificación (2018). Ucrania (no Rusia) sí aceptó parcialmente la competencia del tribunal en crímenes de guerra y contra la humanidad (a raíz del conflicto de Crimea en 2013), pero no tengo noticias de que hasta el momento se haya abierto una investigación formal al efecto, más allá de unas palabras (palabras, siempre palabras) del fiscal general del TPI, Karim Khan, sugiriendo que podría abrirse esa investigación.

Decía el otro día en 'La Vanguardia' Manuel Cruz, mi filósofo de cabecera, que la izquierda se ha quedado sin ideas y ya solo tiene palabras ('vulnerable', 'inclusivo', 'sostenible', 'nadie se queda atrás', etc.). También es aplicable a la parte civilizada del mundo, la de las tres colinas (Acrópolis, Capitolio, Gólgota), objetada militarmente por un tirano con pecho de hormigón que responde al nombre de Vladímir Putin.

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