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Cataluña: buenas noticias con renglones torcidos
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Antonio Casado

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Cataluña: buenas noticias con renglones torcidos

La ruptura del Govern abre el tablero y favorece la iniciada deflactación del independentismo

Foto: El presidente de Cataluña, Pere Aragonès, con su equipo. (EFE/Alejandro García)
El presidente de Cataluña, Pere Aragonès, con su equipo. (EFE/Alejandro García)
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Las profecías incumplidas también pueden ser motivo de dicha. Quienes creímos que el miedo a la cesantía (250 cargos y 22 millones de euros en sueldos) iba a traducirse en un sí a la continuidad de Junts en el Govern estamos encantados. El no de la militancia abre el tablero con un Ejecutivo plural, ayuda a la ya iniciada deflactación del independentismo y deja en la marginalidad al partido de Puigdemont. Buenas noticias.

Son los renglones torcidos de la historia hacia horizontes de racionalidad y atención a los problemas reales del ciudadano. Saludable moraleja, escondida en la ruptura de un bloque político enajenado por la quimera de una república catalana incompatible con el orden constitucional.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Marta Pérez)

Estamos ante un repliegue emocional del independentismo. Y la fractura del tándem institucional ERC-Junts cursa como mandato a centrarse en mejorar las condiciones de vida de los catalanes. Es el declarado propósito del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, compartido sin complejos por el PSC de Salvador Illa, comprometido con la defensa de los vigentes marcos legales (Constitución y Estatuto de Autonomía), ganador de las últimas elecciones y principal partido de la oposición.

Me parece justa y necesaria la posición de los socialistas. Incluida su apuesta por un presupuesto que asegure la gobernabilidad, aunque Aragonès insista en la prórroga del aprobado para 2022, que es una forma de insinuar que no necesita los 33 votos del PSC en el Parlament.

Sin renunciar en absoluto al papel de alternativa de poder (por las urnas, cuanto tocan), la mano tendida de Salvador Illa contempla la continuidad de ERC en la Generalitat con incorporaciones de distinta procedencia ideológica (pero no partidaria) y sin aventuras identitarias a lo largo de los casi dos años y medio que faltan para las próximas elecciones (si no hay convocatoria anticipada). La primera en agradecerlo será una ciudadanía harta de cuentos y muy preocupada por las cosas de comer.

Foto: Rueda de prensa del presidente de ERC, Oriol Junqueras. (EFE/Alberto Estévez)

El líder de ERC, Oriol Junqueras, ha declarado públicamente que no desea los votos de un partido como el PSC, que tiende a pactar con Junts "para que no gobernemos nosotros", que apoyó la aplicación del artículo 155 y que avala la represión del Estado. Es su discurso recurrente, en público y en privado. Pero decir eso en representación de 33 diputados republicanos en una Cámara de 135 es hablar por hablar.

De hecho, Salvador Illa ha oído esas declaraciones como el que oye llover. Y no se apea del mantra que viene repitiendo desde la ruptura del Govern la semana pasada: "No voy al rescate de Aragonès, sino en ayuda de los catalanes".

En un escenario tan fragmentado, donde no dejan de moverse las barricadas, tanto las ideológicas como las identitarias, importa la aritmética del Parlament. No las opiniones de Junqueras. Además, la confluencia de objetivos entre el venidero Gobierno monocolor de ERC y la oposición del PSC, en nombre de la estabilidad y el servicio a los intereses generales, está cargada de lógica política hoy por hoy. Lo que vale para el todo (España) vale para la parte (Cataluña), en régimen de socorros mutuos.

Foto: Salvador Illa. (EFE/Marta Pérez)

No todo iba a ser negativo en el acercamiento a las amistades peligrosas. Al menos en lo que se refiere a Cataluña, donde el enfriamiento del 'conflicto' es un hecho incontestable. Y donde el independentista partido gobernante (ERC) ha hecho una expresa renuncia al unilateralismo con apuesta clara por la negociación y el diálogo. Mejor eso que el vandalismo en la calle, la quema de banderas nacionales y el desafío a los marcos legales.

Las profecías incumplidas también pueden ser motivo de dicha. Quienes creímos que el miedo a la cesantía (250 cargos y 22 millones de euros en sueldos) iba a traducirse en un sí a la continuidad de Junts en el Govern estamos encantados. El no de la militancia abre el tablero con un Ejecutivo plural, ayuda a la ya iniciada deflactación del independentismo y deja en la marginalidad al partido de Puigdemont. Buenas noticias.

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