Al Grano
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Okupas: entre Bakunin y la marihuana
Ada Colau ha alimentado el fenómeno y ahora se lava las manos porque el desalojo no entra en sus competencias
Cada uno recoge lo que siembra. La tambaleante alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sembrado cantos de barra libre para los indigentes sin techo y ahora recoge coros de anarquistas sin diagnosticar por cuenta de la prolongada okupación de viviendas en la Bonanova, donde vive la burguesía catalana que vota a la derecha. También ocupan viviendas en barrios pobres, como Poble Sec, el Raval o Ciutat Vella. Pero ahí no cuela el salmo "vuestro lujo es nuestra miseria".
Para salmo imperecedero, el de mi gente del Valle de Vidríales: "Si el cura va a peces, qué no harán los feligreses". La propia Colau vivió de okupa en un antiguo cuartel de la Guardia Civil antes de convertirse en la primera alcaldesa de la historia de Barcelona (junio de 2015) surfeando la ola de la Nueva Política y aquel ilusionante 15-M (los del "no nos representan" y la aversión jurada a la casta) que está a punto de fenecer en las urnas del próximo 28 de mayo.
De las 16.726 viviendas okupadas en España, 5.201 están en Barcelona, más del triple que en Madrid y siete veces más que en Sevilla, según cifras oficiales. Pero los indigentes ya no son lo que eran en el discurso de aquella activista contra los desahucios que simbolizó el cambio político y la presunta demolición del bipartidismo, según los pregones difundidos a derecha e izquierda por Albert Rivera e Iglesias Turrión.
Ahora entre las familias vulnerables y los indigentes realmente necesitados de un techo se ha colado una legión de marginales, drogotas, chulos de barrio, desarraigados, tribus urbanas e inmigrantes sin papeles. Todos ellos con mucho tiempo libre para jalear el discurso de Iglesias, inspirador original del pensamiento de Colau sobre la desobediencia civil como palanca de progreso en materia de derechos humanos.
Ese clásico entre los teóricos de la acción política consigue en pleno siglo XXI la mirada distraída de mentes sensibles frente a grandes propietarios o entidades bancarias dueñas de viviendas vacías por desahucios previos. Otra cosa es cuando el telediario retrata la angustia de un pequeño propietario. Entonces, el allanamiento de morada y la usurpación del derecho de uso cancelan las apelaciones a la desobediencia civil o la resistencia frente a la injusticia social.
Ada Colau ha alimentado el fenómeno y ahora se lava las manos porque el desalojo no entra en sus competencias. Por no decir que su facturación electoral se resentiría si realmente hubiera voluntad política de desalojar a los okupas y restablecer el derecho de propiedad allí donde está siendo atropellado. De atropello, nada, pues "no somos delincuentes, somos anarquistas". Pensamiento puro y duro de Proudhon (1809-1865), que convirtió un oxímoron en santo y seña del anarquismo fundacional: "La propiedad es un robo". Ergo, el delincuente es el propietario y no el confiscador de la vivienda. Acabáramos.
El excelente trabajo del equipo de investigación de Gloria Serra, un reportaje de Andros Lozano en El Mundo y las recientes imágenes del fallido intento de desokupar las viviendas asaltadas en el barrio de la Bonanova nos ponen en la pista de un incipiente discurso paliativo sobre el problema de la okupación. Tal que así: "Nuestras casas son trincheras". Es su grito de guerra, y a fe que lo aplican con sus tirachinas desde las ventanas o amenazando con quemar el barrio si la policía los acaba expulsando.
El simbolismo del grito nos remite a la doctrina de los primeros teólogos de la injusticia social causada por la existencia de la propiedad privada, que es la causa de todos los males. Y digo yo si no sería conveniente que los okupas de Barcelona fueran pensando en dejar la marihuana antes de confiscar los bienes ajenos, tomando en vano los nombres de Proudhon, Bakunin y otros precursores del anarquismo.
Cada uno recoge lo que siembra. La tambaleante alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sembrado cantos de barra libre para los indigentes sin techo y ahora recoge coros de anarquistas sin diagnosticar por cuenta de la prolongada okupación de viviendas en la Bonanova, donde vive la burguesía catalana que vota a la derecha. También ocupan viviendas en barrios pobres, como Poble Sec, el Raval o Ciutat Vella. Pero ahí no cuela el salmo "vuestro lujo es nuestra miseria".
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