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De homófobos y machistas en la España del siglo XXI
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Antonio Casado

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De homófobos y machistas en la España del siglo XXI

La sociedad y sus marcos legales han normalizado el respeto y la protección de la mujer y de la orientación sexual de la persona

Foto: Detalle de un desfile del Orgullo Gay en Madrid. (EFE/Santi Donaire)
Detalle de un desfile del Orgullo Gay en Madrid. (EFE/Santi Donaire)
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Sostiene Feijóo que ha prestado más apoyos al PSOE que a Vox con el mismo desparpajo que Sánchez afirma haber recibido más apoyos del PP que de Bildu en la convalidación de decretos a lo largo de la cancelada legislatura. O sea, la misma clase de escudo para protegerse de la misma clase de pedrada verbal: que el PP asume el marco ideológico de Vox y que el PSOE asume los postulados de Bildu.

¿No sienten ustedes que nos toman por idiotas?

Ahora la peor parte de la bronca en cuestión de malas compañías se la lleva el PP por sus pactos con la ultraderecha en numerosos puntos de la geografía municipal y autonómica. El presidente del Gobierno, de paso por Bruselas, calentó ayer el debate anunciando los siete males si se consolida a escala nacional la alianza derecha-ultraderecha.

Foto: La presidenta del PP de Extremadura, María Guardiola, y el portavoz de Vox en la Asamblea de Extremadura, Ángel Pelayo Gordillo. (Europa Press/Jorge Armestar)

Sánchez se pone estupendo advirtiéndonos de un eventual retroceso en avances sociales y recorte de derechos. Sobre todo en dos de los campos donde —es verdad, gracias a decisiones de gobiernos socialistas— la sociedad española y sus marcos legales han normalizado el respeto y la protección de la mujer, así como el respeto y la protección de la orientación sexual de la persona. El factor Guardiola (Extremadura) y el Día del Orgullo han puesto el debate en carne viva.

No hace falta saber descifrar, una a una, las siglas de moda LGTBIQ+, ni autojalearse con ilustradas alusiones al Convenio de Estambul, para asumir el fenómeno de la diversidad sexual o el rechazo a cualquier forma de violencia contra la mujer (física, psicológica o sexual), incluido el matrimonio forzado vigente en algunos países del mundo. No viene a cuento escandalizarse en la civilizada España porque tal o cual partido político quita o pone en el balcón de un organismo oficial la bandera del arcoíris, más allá de constatar que solo a seres inadaptados puede molestar que un colectivo históricamente reprimido quiera hacerse visible en la España democrática del siglo XXI.

"Sánchez calentó ayer el debate anunciando los siete males si se consolida a escala nacional la alianza derecha-ultraderecha"

El hecho de vivir en una democracia consolidada y una sociedad plural, tolerante y básicamente respetuosa con el diferente (la diferencia es la sal de la convivencia), debería llevarnos a relativizar las actitudes residuales de personas reacias a entender y practicar el significado de la palabra "respeto". Residuales, sí, por mucho que nos rasguemos las vestiduras ante los supuestos riesgos de freno y marcha atrás como consecuencia de la entrada de la ultraderecha en las ecuaciones de poder formadas tras las elecciones del pasado 28 de mayo.

El consenso sociológico y el propio sistema legal son mucho más fuertes que la tentación reaccionaria de una minoría. El postulado va mucho más allá de la simbología. Lo cual no significa que haya que desactivar un cierto estado de alerta frente a los riesgos involutivos. En todo caso, tales riesgos no se esfuman con la exhibición de una bandera arcoíris, sino evitando el eventual traslado a las instituciones (incluido el BOE, por supuesto) del freno y marcha atrás que proponen algunas mentes cavernarias que, de vez en cuando, colocan sus reaccionarias propuestas en los circuitos políticos y mediáticos.

"El consenso sociológico y el propio sistema legal es mucho más fuerte que la tentación reaccionaria de una minoría"

Exageramos al trasladar con aspavientos esos temores a las alianzas PP-Vox en ya no pocas instituciones autonómicas o municipales. Me quedo con una declaración del líder del PP, fuerza muy mayoritaria respecto al compañero de viaje, sobre los derechos que resultan vulnerados en ciertos postulados machistas y homófobos de la ultraderecha. Feijóo ha dicho que "esos derechos son sagrados", aunque no le favorece lo de Extremadura. Con efectos colaterales de mayor cuantía. Me refiero a un proceso acelerado de acoplamiento a la realidad. El experimentado por María Guardiola, la aspirante del PP a la presidencia de la Junta. La misma que deshizo su abrazo a los principios cuando le hicieron ver que la política es un oficio de mercaderes.

Apenas setenta y dos horas pasaron entre el explícito rechazo a Vox y el "nos une más de lo que nos separa". Pero eso ya es otra cosa. Tal vez mucho más grave que la falsa alarma por un eventual regreso a la caverna.

Sostiene Feijóo que ha prestado más apoyos al PSOE que a Vox con el mismo desparpajo que Sánchez afirma haber recibido más apoyos del PP que de Bildu en la convalidación de decretos a lo largo de la cancelada legislatura. O sea, la misma clase de escudo para protegerse de la misma clase de pedrada verbal: que el PP asume el marco ideológico de Vox y que el PSOE asume los postulados de Bildu.

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