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Sobre la bronca de "Sanchistas" y "Frijolitos" por cuenta de Correos
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Sobre la bronca de "Sanchistas" y "Frijolitos" por cuenta de Correos

A la vista de su progresión en los sondeos, Feijóo no tenía ninguna necesidad de poner en duda la limpieza del voto por correo

Foto: Feijóo, en un acto electoral del PP en Burgos. (EFE/Santi Otero)
Feijóo, en un acto electoral del PP en Burgos. (EFE/Santi Otero)
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El famoso "calumnia que algo queda" de Francis Bacon está más vigente que nunca, aunque no se le había ocurrido a él. Este filósofo del siglo XVII se limitó a actualizar un antiguo dicho latino cosido a la misma moraleja (Calumniare fortiter aliquid adhaerebit). Y, mire usted por dónde, ahora se ha convertido en ingrediente insalvable de la política nacional metida en urnas. Es la pedrada favorita de ida y vuelta en ambos lados de la barricada electoral entre "sanchistas" y "frijolitos".

Con parecido descaro y la misma temeridad con la que Sánchez acusa a los encuestadores privados de hacer trampas, se despacha Feijóo contra la empresa pública encargada de gestionar el voto por correo. Mal los dos por jugar frívolamente al "algo queda" en imputaciones poco documentadas. Más grave es lo segundo, al tratarse de un servicio estatal, aunque funcione con pautas empresariales, relacionado en este caso con el derecho a participar en los asuntos públicos (art. 23 de la CE).
Son palabras mayores y van más allá de reprobar la gestión de una empresa en pérdidas (217 millones de euros en 2022 y una deuda de 600 millones) por no acertar en la transición del negocio postal al de la paquetería. Pero el voto por correo no es un paquete, sino un derecho constitucional. En declaraciones a El Confidencial, Feijóo dijo que si la desidia de Correos impide votar a muchos españoles, el responsable será Sánchez. Y ahí el líder del PP se ha pasado de la raya.

Feijóo no tenía ninguna necesidad de poner en duda la limpieza del proceso del voto por correo, so pena de aparecer como un enredador

Después de haber desplumado a su adversario en el cara a cara del lunes, y a la vista de su progresión en todas las encuestas, menos las dos que Sánchez salva al disparar contra los mensajeros (todos menos CIS y 40 dB), Feijóo no tenía ninguna necesidad de poner en duda la limpieza del proceso del voto por correo, so pena de aparecer como un enredador y exponerse a que el propio número dos de Correos, Julio González, le tache de "trilero". O que los rastreadores de la hemeroteca le recuerden que ya hace quince años, cuando también ejercía la oposición a un gobierno socialista, el entonces presidente, de la Xunta de Galicia, Pérez Touriño, le espetara: "Usted vive en la tentación permanente de deslegitimar los procesos electorales".

Las excusas del líder del PP cuando dice que solo denuncia el atasco en las oficinas de Correos, por ineficiencia y no por "pucherazo", no dejan de generar dudas por aquello de que "cuando el río suena, agua lleva". Y él lo sabe. Por eso esconde la mano y se remite a lo que le cuentan los sindicatos de la casa. Pero las insinuaciones vienen empaquetadas juntamente con referencias a la filiación política personal del actual presidente de Correos. Y es inevitable sospechar que si pide su dimisión no es por la gestión, sino por ser amigo de Pedro Sánchez.

Todo el mundo sabe que Juan Manuel Serrano fue jefe del gabinete de Sánchez antes del salto a la Moncloa, aunque hoy por hoy no está en política, a diferencia de su esposa, Isaura Leal, que va de número ocho en la lista del PSOE por Madrid. Sin embargo, se ha convertido en un blanco político sobre el que dispara quien le precedió en el cargo veinte años atrás y hoy aspira a presidir el Gobierno de la nación.

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, posa para El Confidencial. (B. A.)
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Muchos votantes compartirán la temeraria sospecha de que Serrano podría ser un mandado de Sánchez al objeto de impedir o frenar la avalancha de solicitudes de voto por correo, cuyo plazo terminó este jueves. Algo más que una insinuación al dirigirse expresamente a los trabajadores, pidiéndoles que cuiden con mimo el sagrado voto por correo "con independencia de que sus jefes no faciliten su tarea". Así convierte Feijóo las colas ante las oficinas de Correos en excusa habilitante de una presunta voluntad obstaculizadora por parte del competidor. Pero las aglomeraciones no suponen favor o desfavor para tal o cual candidatura. Ergo, doblemente temerario es basar la protesta en la presunción de que quienes votan por correo son todos del PP.

Seamos justos. La empresa ha afrontado un amplio reforzamiento de su logística habitual con la contratación de 20.240 trabajadores para afrontar la avalancha y cubrir el hueco por las vacaciones estivales de 8.000 trabajadores. Es impropio de una persona tan templada como Feijóo esconderse tras los sindicatos cuando explican que a la empresa le ha pillado el toro por las demandas de última hora de forma muy desigual en sus 2.389 oficinas en toda España. Y los sindicatos no hablan de intención política. Lo que denuncian es reacción tardía ante una avalancha que alcanzó 2.622.808 solicitudes de voto por correo en la fecha límite del jueves 13 (más del doble que en las pasadas elecciones de 2019), de las que ya se habrían sustanciado menos de la mitad.

No se puede acusar de indolencia a los servicios de Correos, que han ampliado sus horarios y están haciendo un sobreesfuerzo (Serrano habla con orgullo de la "sangre amarilla" de los trabajadores) para que ningún voto deje de entregarse antes del 20 de julio, cuando expira el plazo para depositarlo.

El famoso "calumnia que algo queda" de Francis Bacon está más vigente que nunca, aunque no se le había ocurrido a él. Este filósofo del siglo XVII se limitó a actualizar un antiguo dicho latino cosido a la misma moraleja (Calumniare fortiter aliquid adhaerebit). Y, mire usted por dónde, ahora se ha convertido en ingrediente insalvable de la política nacional metida en urnas. Es la pedrada favorita de ida y vuelta en ambos lados de la barricada electoral entre "sanchistas" y "frijolitos".

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