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De Juan Carlos a Felipe VI: motivos para celebrar
El décimo aniversario del nuevo rey es buen momento para reconocer la figura pública más creíble en defensa de la Constitución
Ayer, 2 de junio, se cumplieron diez años de la abdicación del rey don Juan Carlos. Un delicado trance institucional culminado con éxito. Hoy no hubiera sido posible en esta España sedienta de centralidad. Entonces se llevó a cabo el proceso sucesorio sin romper nada, gracias a la confluencia de voluntades de tres hombres de Estado: el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; el líder de la oposición, Pérez Rubalcaba, y el director de los servicios de inteligencia (CNI), Félix Sanz.
Los tres percibieron el peligro de que una crisis de la Corona, por la falta de ejemplaridad de su titular, podía convertirse en crisis del Estado. Lo vieron y pusieron remedio, una vez conocida la voluntad abdicadora de don Juan Carlos, que luego se alejaría del banquillo sin saldar su deuda con los españoles por incumplir su compromiso de ejemplaridad.
Aunque sus visitas a Sanxenxo ya son más frecuentes y menos aireadas, no han desaparecido los motivos que justificaron en su día el alejamiento de España y la privación de sus funciones institucionales. Desde entonces se siente injustamente tratado y se hace la víctima. En carta a su hijo (marzo de 2022) se refirió a "acontecimientos pasados de mi vida privada que lamento sinceramente". Sin embargo, dos meses después, en su primer viaje a Sanxenxo, incurrió en su televisado desplante al periodista que le preguntó si estaba dispuesto a dar explicaciones:
"¿Explicaciones, de qué?", dijo.
El Rey hace pedagogía constitucional en choques institucionales, broncas parlamentarias y falta de sintonía entre los partidos de la centralidad
Así que, si vamos de efemérides, prefiero la del 19 de junio del mismo año. Nada había que celebrar por el décimo aniversario del adiós al emérito. En cambio, la venidera fecha del miércoles, 19 de junio, al cumplirse la primera década del reinado de Felipe VI (jura y proclamación ante las Cortes Generales), es buen momento para dejar que el pueblo soberano reconozca en el nuevo rey la figura pública que más credibilidad ha ganado en la defensa de la Constitución.
Frente a histéricos gestos antimonárquicos de los compañeros de viaje de Sánchez (republicanos e independentistas) es Felipe VI quien asume la tarea de hacer pedagogía constitucional en sus intervenciones públicas, suavizantes y conciliadoras frente a la crispación, las reyertas parlamentarias, los choques institucionales y la falta de sintonía entre PSOE y PP, los dos grandes partidos de la centralidad.
Pedagogía justa y necesaria, en fin, como la que esta tarde hará en la Casa de América (premios internacionales de periodismo "Rey de España" 2024) sobre el papel de la Prensa en los sistemas de opinión pública. Es muy oportuno que Felipe VI salga en defensa de los valores constitucionales si aparecen amenazados cuando los intereses de parte se imponen tan a menudo sobre los generales.
Respetar esos valores e instar a que otras instituciones también los respeten es el trabajo que viene haciendo con nota alta Felipe VI en el desempeño de la función arbitral y moderadora que la Constitución asigna al jefe de ese Estado, cuya unidad y permanencia simboliza el rey.
Todo eso merece una celebración por todo lo alto. Y espero que la Casa del Rey, regida por el diplomático Camilo Villarino desde hace tres meses y medio, supere el reto con el mismo acierto popular y mediático que el veinte aniversario del enlace de don Felipe con doña Letizia. Se cumplió hace unos días, con doble motivo de satisfacción, por el salto a la vida pública de la heredera, doña Leonor, cuya figura cala cada vez más entre los jóvenes de su generación.
Ayer, 2 de junio, se cumplieron diez años de la abdicación del rey don Juan Carlos. Un delicado trance institucional culminado con éxito. Hoy no hubiera sido posible en esta España sedienta de centralidad. Entonces se llevó a cabo el proceso sucesorio sin romper nada, gracias a la confluencia de voluntades de tres hombres de Estado: el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; el líder de la oposición, Pérez Rubalcaba, y el director de los servicios de inteligencia (CNI), Félix Sanz.
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