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Una decepción casi inadvertida
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Mariano Vergara

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Una decepción casi inadvertida

Málaga aspiraba a la Expo de 2027 pero no lo consiguió. Habría sido una gran oportunidad, pero nos hemos reinventado tras sucesivas derrotas

Foto: Una mujer llora tras conocer que Málaga no acogerá la Expo 2027. (EFE/Jorge Zapata)
Una mujer llora tras conocer que Málaga no acogerá la Expo 2027. (EFE/Jorge Zapata)
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Días atrás y aunque a nivel nacional el hecho haya pasado de forma casi imperceptible, Málaga podía haber sufrido una importante decepción, si no fuera por el empuje que esta ciudad tiene, el escepticismo del carácter del malagueño de a pie y la relativa importancia que aquí suele darse a todo lo que suponga creer firmemente en algo. Una ciudad con tres mil años de antigüedad a orillas del Mediterráneo no suele esperar grandes cosas de la vida, si no es la autoconfianza en el carácter indomable individual, la seguridad en las propias fuerzas, la carencia de miedo al futuro y el saber que todo es relativo, menos la realidad inamovible de la muerte. A partir de ahí, todo tiene solución para nosotros por difícil que sea encontrarla.

placeholder Vista de la ciudad de Málaga, desde las Torres de Martirico. (EFE/Jorge Zapata)
Vista de la ciudad de Málaga, desde las Torres de Martirico. (EFE/Jorge Zapata)

Málaga aspiraba a la Expo de 2027 y tenía grandes posibilidades de conseguirla. Una ciudad pujante, con un clima envidiable, unas magníficas comunicaciones, un nivel de vida muy aceptable, con un alto porcentaje de extranjeros censados, una red de hoteles de alta calidad, un espléndido Parque Tecnológico en el que trabajan más de veinte mil técnicos cualificados en tecnología punta, sede social de Unicaja Banco, el quinto banco de España, un puerto que empieza a recobrar su impulso comercial, además de una muy fuerte afluencia de cruceros… en fin, lo tenía casi todo, incluso un grave problema de carestía de la vivienda, tanto en compra, como en alquiler. Y tenía, especialmente las autoridades y sobre todo el alcalde Francisco de la Torre, posiblemente el mejor regidor que esta ciudad haya tenido en su larga historia, grandes esperanzas en solucionar algunos graves problemas que arrastramos desde siglos atrás. Desde el cauce del Guadalmedina, hasta el Auditorio, desde el Eje Litoral hasta el angustioso problema habitacional y algunos más de igual importancia.

Foto: De la Torre, el presidente andaluz, Juanma Moreno, el presidente de la Diputación de Málaga y el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en la embajada de España en París. (EFE/Valentina Camu)

Pero se produjo la decepción de nuevo, como cuando aspirábamos a la capitalidad cultural de 2016, que tampoco conseguimos. De la desilusión de entonces surgió la ciudad cultural que hoy es esta antigua cenicienta, una realidad incontestable, a pesar del cierre, esperemos que temporal, del espléndido Museo Ruso. Y puede que de esta nueva desilusión, surja una ciudad nueva, siempre renovada, una ciudad-región, como la define Salvador Moreno Peralta. Es posible y probable. La ciudad es ya el territorio y el territorio es la ciudad. Desconozco si a estas alturas del siglo XXI una expo mundial tiene algún sentido, el mismo que podía tener antes de la globalización, No lo sé. Es posible que no. Pero la inyección económica que habría supuesto, naturalmente que tenía sentido.

placeholder Centre Pompidou Málaga. (EFE/Daniel Pérez)
Centre Pompidou Málaga. (EFE/Daniel Pérez)

Quedar segunda clasificada detrás de Belgrado por causas no muy explicadas, ni explicables no era previsible. Y ello tras un trabajo magnifico. ¿A qué puede deberse que la capital de un país tan cercano a la guerra de Ucrania y carente como ciudad y como país del nivel y el atractivo de Málaga y España en todos los campos, haya ido votación tras votación en cabeza y así haya terminado la carrera? ¿La larga mano de Rusia y su dictador? Se ha hablado del olvido del Movimiento de Países No Alineados, que nació en Belgrado en los años sesenta, cuando Nasser, Tito, Nehru y demás caudillos izquierdistas, incluido el difícilmente no alineado de forma jocosa Fidel Castro. Pero de aquello no queda nada. Y si quedara, estaría manejado por Rusia, como lo estuvo por la URSS. Y no olvidemos la alianza ruso-serbia, basada hasta en la religión y el alfabeto cirílico. Esa alianza provocó la I Guerra Mundial y posteriormente la desintegración de Yugoslavia. Muchos de los países que compusieron aquel movimiento de los años sesenta, cuando los ingenuos creían en el movimiento autogestionario de un Tercer Mundo, que nunca salió de la miseria, hasta que adoptaron economías de mercado, con todas las injusticias que queramos ponerle. Son los mismos que hoy apoyan la agresión de Rusia a Ucrania. La diferencia de votos entre Belgrado y Málaga han sido 11 países. Y de las repúblicas sudamericanas, solo nueve han votado por nuestra ciudad. Esta es la realidad del mundo globalizado e informatizado. Los ordenadores son apolíticos.

Pasaremos página y seguiremos adelante, aunque ese fuera "un proyecto muy útil para las ciudades de los países emergentes, que crecen a un ritmo enorme y que van a tener problemas de sostenibilidad. La postexpo hubiera sido aún más útil y vale la pena cómo hacerla posible aun sin tener la expo”.

Foto: Vista de parte de la Bahía de Málaga. (EFE)

Málaga venía de la miseria y del complejo de estar rodeada de monumentos y ciudades patrimonio de la humanidad. Hoy vuela en altura y el pasado continúa anclado a la tierra. Habría sido una gran oportunidad, pero nos hemos reinventado tras sucesivas derrotas. Nos reinventamos cuando los altos hornos malagueños fueron superados por los bilbaínos. Y cuando el comercio se hundió. Y cuando la filoxera. Y cuando se inventó la feria. Y la Semana Santa tras la destrucción del patrimonio artístico religioso en la Guerra Civil. Y cuando se quedó sin hoteles con la independencia de Torremolinos. Era la hermana pobre y fea junto a la millonaria y deslumbrante Marbella de los primeros tiempos, antes de que Gil la destrozara. No teníamos universidad, una población medio analfabeta, un puerto inoperante y el turismo pasaba de largo desde el aeropuerto y la circunvalación… Hoy, pese a la jugarreta de ayer, somos la ciudad de moda en España y en Europa, a pesar de los graves problemas que nos aquejan, muchos de ellos como consecuencia de la propia pujanza.

Días atrás y aunque a nivel nacional el hecho haya pasado de forma casi imperceptible, Málaga podía haber sufrido una importante decepción, si no fuera por el empuje que esta ciudad tiene, el escepticismo del carácter del malagueño de a pie y la relativa importancia que aquí suele darse a todo lo que suponga creer firmemente en algo. Una ciudad con tres mil años de antigüedad a orillas del Mediterráneo no suele esperar grandes cosas de la vida, si no es la autoconfianza en el carácter indomable individual, la seguridad en las propias fuerzas, la carencia de miedo al futuro y el saber que todo es relativo, menos la realidad inamovible de la muerte. A partir de ahí, todo tiene solución para nosotros por difícil que sea encontrarla.

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