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Cuando el pasamontañas y el machete no son un disfraz
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Fernando Matres

El Zaguán

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Cuando el pasamontañas y el machete no son un disfraz

Una madrugada trágica llena de hechos violentos con jóvenes implicados reabre el debate de la Ley del Menor y deja una pregunta en el aire: ¿es tendencia o alarmismo?

Foto: Intervención de la Policía Nacional en Sevilla. (EFE/Raúl Caro)
Intervención de la Policía Nacional en Sevilla. (EFE/Raúl Caro)
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"Yo no lo entiendo, no puedo…", escribió en un mensaje de Facebook la madre de Jesús, el chico de 18 años asesinado en Palomares del Río (Sevilla) la madrugada del 1 de noviembre. ¿Y cómo va a comprenderlo? Es tan cruel como real esa afirmación de que estamos preparados para enterrar a nuestros padres, y a veces ni eso, pero nunca para enterrar a nuestros hijos. Algo así jamás se puede comprender. Lo inquietante no es que esa madre no lo entienda, sino que se propague cierta sensación de que no se trata de algo habitual, por supuesto, pero tampoco de un hecho aislado.

Foto: Vehículo de la Policía Nacional por la noche en Sevilla. (EFE/Raúl Caro)

“La Policía detiene a 18 menores en Sevilla por agredir a jóvenes la noche de Halloween”, “Apuñalado un joven de 30 años en la puerta de una discoteca de Sevilla”, “Un joven de 19 años recibe una puñalada en la noche de Halloween en Granada”… Son titulares del mismo día en el que Jesús Rosado fue asesinado, en una noche que debía ser festiva y acabó teñida del negro que tan usual resulta en los disfraces escogidos para esa celebración. El mismo color de los pasamontañas que llevaban los chicos que robaron y atemorizaron al barrio sevillano de Los Remedios con cuchillos, machetes y navajas.

Escribió Ian Fleming que “una vez es casualidad; dos veces es coincidencia; tres veces es la acción del enemigo”, pero ¿quién es el enemigo? Los psicólogos hablan de factores muy complejos y diversos al analizar estas conductas: búsqueda de reforzar la autoestima, autoafirmación, respuesta ante la frustración social o económica y también el impacto de la banalización de las relaciones a través de las redes sociales.

placeholder Ana Tárrago, fiscal superior de Andalucía. (EFE/Miguel Ángel Molina)
Ana Tárrago, fiscal superior de Andalucía. (EFE/Miguel Ángel Molina)

La Fiscalía Superior de Andalucía advertía en su Memoria de 2021 de un aumento del 31% en las diligencias previas en delitos cometidos por menores de edad. Las lesiones y los pequeños hurtos continúan liderando las estadísticas, aunque también hacía sonar la alarma sobre el crecimiento de la violencia sexual y los delitos de género.

Si bien los fríos datos del Ministerio del Interior no hacen indicar que la situación en Andalucía sea especialmente preocupante. Los detenidos e investigados menores de edad en 2021 estuvieron seis puntos por debajo de la media nacional, según el Anuario Estadístico. Claro que a las víctimas de todos los sucesos del pasado 1 de noviembre y a sus familias estos números no les tranquilizan. Un caso que te afecta con nombre y apellidos o que te remueve por dentro pesa mucho más que cualquier porcentaje presuntamente abrumador. Por algo dicen que hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas.

Foto: Guardia civil controla la zona para evitar más peleas tras una reyerta en Coín, en 2018. (EFE/Pérez)

La realidad, seguramente, no se encuentra ni en la angustia de las familias que han sufrido una tragedia así ni en las cifras oficiales que nos indican que tampoco hay motivo para la alarma. Pero lo cierto es que, sea por la acumulación de casos graves en pocas horas, el enorme impacto psicológico que producen noticias así o el propio altavoz de los medios de comunicación y las redes sociales, la preocupación de los padres cuando sus hijos salen de casa por la noche ha pasado esta semana de ser una cuestión íntima a un tema de conversación recurrente.

La propia relevancia de estos hechos justifica desde luego la atención dispensada por los periodistas, el análisis debe centrarse en la manera de contarlos. El evidente interés que provocan en los consumidores de información se traduce en primeras posiciones en el ranking de noticias más vistas y en elevadas audiencias televisivas, lo que lleva en ocasiones a enfoques sensacionalistas que se recrean en los detalles más escabrosos. Y esto contribuye a aumentar la sensación de inseguridad.

placeholder Moreno, en una intervención el pasado diciembre para reclamar más agentes de Policía para Andalucía. (EFE/Julio Muñoz)
Moreno, en una intervención el pasado diciembre para reclamar más agentes de Policía para Andalucía. (EFE/Julio Muñoz)

El director Eloy de la Iglesia ya abordó este tema con cierto éxito y una ironía no siempre bien aceptada para una cuestión tan sensible en Miedo a salir de noche. En ella, la propia retroalimentación de los episodios de inseguridad ciudadana creaba un círculo vicioso que generaba una psicosis. ¿Es una preocupante tendencia o alarmismo por casos llamativos coincidentes en el tiempo? En cualquier caso, tenemos un problema como sociedad cuando una noche festiva parece inspirarse en otra película, La Purga, en la que un día al año cualquier delito está permitido.

Tampoco hay que olvidar el peligroso aprovechamiento que algunas formaciones políticas quieren sacar de la lógica inquietud que sienten las víctimas de estos hechos. “Nos negamos a aceptar como normal el incremento de los asesinatos, de los tiroteos y de las bandas que irrumpen en nuestros barrios machete en mano”, proclamó la portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Sevilla, Cristina Peláez, con un lenguaje apocalíptico, después de reunirse con los padres de los jóvenes agredidos en Los Remedios.

Foto: La Guardia Civil, en el plan de control de bandas. (EFE/Sebastián Mariscal)

Resulta absolutamente comprensible que estos sucesos hayan reabierto el debate de la Ley del Menor. De hecho, la familia del joven asesinado en Palomares ha abierto una petición de firmas en Change.org para pedir una modificación que haga posible que los autores de estos hechos puedan ser juzgados como adultos. En tres días ha recabado 25.000 apoyos.

Cada vez que ocurren dramas así, es un error común pensar más en el castigo que en la prevención. Pedir más policías y no más valores. No hay que legislar en caliente, ni tampoco meter el problema en el congelador una vez que los focos apuntan ya hacia otro lado. Sería un gran paso que la triste pregunta no sea ¿por qué le tuvo que tocar a mí hijo?, sino ¿qué ha llevado a mi hijo a hacer algo así? Como siempre dice el juez de menores Emilio Calatayud, “si soy el amigo de mi hijo y no su padre, le estoy dejando huérfano”.

"Yo no lo entiendo, no puedo…", escribió en un mensaje de Facebook la madre de Jesús, el chico de 18 años asesinado en Palomares del Río (Sevilla) la madrugada del 1 de noviembre. ¿Y cómo va a comprenderlo? Es tan cruel como real esa afirmación de que estamos preparados para enterrar a nuestros padres, y a veces ni eso, pero nunca para enterrar a nuestros hijos. Algo así jamás se puede comprender. Lo inquietante no es que esa madre no lo entienda, sino que se propague cierta sensación de que no se trata de algo habitual, por supuesto, pero tampoco de un hecho aislado.

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