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¿Hay un voto andaluz?
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Fernando Matres

El Zaguán

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¿Hay un voto andaluz?

La comunidad autónoma que más diputados aporta, 61, lleva dos décadas huérfana de una voz propia en el Congreso. ¿Falta de demanda o de una oferta válida?

Foto: Manifestación el pasado 4 de diciembre. (EFE/José Manuel Vidal)
Manifestación el pasado 4 de diciembre. (EFE/José Manuel Vidal)
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“Lo andaluz es fácil de percibir, pero enormemente difícil de definir”, sentenció Manuel Clavero Arévalo, padre de la Andalucía moderna y arquitecto de la España de las autonomías, quien renunció a ser ministro para defender la dignidad de su tierra. Si describir lo que es resulta una tarea complicada hasta para quien escribió El ser andaluz, podemos decir que se antoja imposible explicar su sentimiento.

Foto: Alejandro Rojas Marcos y Juanma Moreno en el Museo de la Autonomía de Andalucía, en Coria del Río (Sevilla). (Junta de Andalucía)

Mucho más sencillo supone recordar que hace casi 20 años que el andalucismo no tiene representación en el Congreso de los Diputados, desde que el 20 de enero de 2004 dejó de ocupar su escaño por Cádiz José Núñez, que previamente había sido concejal en el Ayuntamiento de Sevilla y consejero de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía. La comunidad autónoma que más miembros aporta a las Cortes Generales, 61, lleva dos décadas huérfana de voz propia en el órgano constitucional que representa al pueblo español.

Durante la pasada legislatura, esto es, entre el 3 de diciembre de 2019 y el 30 de mayo de 2023, tan sólo se ha debatido en la tribuna de la Carrera de San Jerónimo sobre temas exclusivos de Andalucía en cuatro ocasiones, como le gusta reiterar a Teresa Rodríguez, número dos en la lista de Adelante Andalucía al Congreso por Cádiz. La región con mayor población, cuyo peso político puede decidir quién gobierna, se encuentra en la práctica con una notable infrarrepresentación. Puede sonar a exageración tan propia del sur, pero es una triste realidad.

placeholder Cartel electoral de Adelante Andalucía. (EFE/Fermín Cabanillas)
Cartel electoral de Adelante Andalucía. (EFE/Fermín Cabanillas)

Ocho millones y medio de personas se quedan sin escuchar nombrar a su tierra en la sede de la soberanía popular, mientras Teruel, con 36.000 habitantes, no sólo existe, sino que ha sido determinante y ha hecho valer sus exigencias por ello.

¿A qué se debe esta circunstancia? ¿No existe un sentimiento destacado de andalucismo? ¿La cuestión ideológica se impone a la identitaria? ¿Responde a una falta de oferta válida o a la ausencia de demanda?

Ciertamente las opciones de aquellos electores que busquen una representación netamente andaluza en la que confiar son muy limitadas. Adelante Andalucía tan sólo concurre a las elecciones del próximo domingo por Cádiz, oficialmente porque es la única provincia en la que sus resultados en las pasadas autonómicas le dan alguna posibilidad de conseguir un escaño y por responsabilidad para no fragmentar más el voto de izquierdas. Oficiosamente, también por la dificultad de contar con el músculo suficiente para armar listas en las otras siete capitales.

placeholder Un niño hace ondear una bandera con los colores de Andalucía en una manifestación celebrada en Córdoba. (EFE/Rafa Alcaide)
Un niño hace ondear una bandera con los colores de Andalucía en una manifestación celebrada en Córdoba. (EFE/Rafa Alcaide)

Al margen de ello, Sumar integra en su gran coalición de 20 partidos a Iniciativa del Pueblo Andaluz, una escisión procedente de Izquierda Unida, aunque con una presencia irrelevante. El resto de formaciones netamente andaluzas tienen un sentido más local que regional, como Izquierda por Almería, Almerienses Regionalistas Pro-Almería, Juntos por Granada o Por Huelva.

Así se encuentra la oferta, quizás porque la demanda siempre ha resultado bastante residual. El PSOE se encargó de ocupar el espacio que tradicionalmente correspondía al Partido Andalucista, arrebatándole los lemas y los símbolos gracias a una hegemonía labrada a través de 40 años de Gobierno ininterrumpido. Una figura que se ha esforzado mucho en encarnar también el PP a raíz de la llegada de Juanma Moreno a la Presidencia de la Junta. Gestos como la creación de una Medalla de la Comunidad con el nombre de Manuel Clavero Arévalo o la instauración oficial del 4 de diciembre como el Día de la Bandera Andaluza, con el golpe de efecto añadido de anunciarlo en un acto con la presencia del histórico andalucista Alejandro Rojas-Marcos, han contribuido a una identificación que era utópica cinco años atrás.

Foto: Juanma Moreno en la jura como presidente de la Junta de Andalucía el pasado julio. (EFE/Julio Muñoz)

“Construir un poder andaluz desde la transversalidad” fue la aspiración que mostró Juanma Moreno aquel día. Un concepto que no ha parado de aplicar desde que se sienta en San Telmo, pues ha sido capaz de aglutinar todo el voto anterior de Ciudadanos, buena parte del de Vox e incluso parte del socialista moderado desencantado, hasta firmar una sorprendente mayoría absoluta.

El PP aspira a duplicar el número de diputados andaluces en el Congreso respecto a 2019, acercándose lo máximo posible a los 33 que contribuyeron a llevar a Mariano Rajoy a la Moncloa en 2011. 43 llegó a sumar el PSOE en 1982 de la mano de Felipe González. Pero todos ellos siempre estuvieron sometidos a la disciplina de voto y a la dinámica dominante en un partido con implantación y vocación nacional.

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en un congreso en Málaga con el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. (EFE/Jorge Zapata)

Porque ya no es sólo que las necesidades de la comunidad se vean relegadas en los Presupuestos Generales del Estado o que nadie defienda directamente sus intereses en el Congreso, es que ni siquiera los asuntos que suelen marcar el debate en las campañas electorales se corresponden con las preocupaciones de los andaluces. Se legisla y se gobierna desde, por y para el centralismo, salvo que los apoyos de la periferia sean cruciales para la aritmética parlamentaria.

Por eso, lo que no logra la fuerza del sentimiento andaluz podría conseguirlo la vía de la razón práctica, incluso del egoísmo, dicho de un modo más directo. Porque ya no se trata de sentirse más o menos andaluz, sino de que otras comunidades arrancan compromisos e inversiones gracias al carácter decisivo de sus votos. Y esa frustración sí que puede arraigar. Aunque para traducirse en una realidad necesitaría una alternativa sólida y real que a día de hoy es inexistente. Mientras tanto, la aspiración es despertar “la comprensión simpática de los perseguidos”, algo a lo que decía Federico García Lorca que inclinaba ser de Granada y, por lo tanto, andaluz.

“Lo andaluz es fácil de percibir, pero enormemente difícil de definir”, sentenció Manuel Clavero Arévalo, padre de la Andalucía moderna y arquitecto de la España de las autonomías, quien renunció a ser ministro para defender la dignidad de su tierra. Si describir lo que es resulta una tarea complicada hasta para quien escribió El ser andaluz, podemos decir que se antoja imposible explicar su sentimiento.

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